Por qué el compromiso climático de China marca un nuevo hito

China se ha comprometido a una reducción absoluta de los gases de efecto invernadero. Image: REUTERS/Martin Pollard
- Por primera vez, China se ha comprometido a una reducción absoluta de los gases de efecto invernadero, incluidos el metano y el óxido nitroso, además del dióxido de carbono.
- Las políticas de promoción de los vehículos eléctricos y la mejora de la eficiencia energética han llevado a una estabilización de la demanda de combustible para el transporte desde 2024.
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Ante el aumento de las tensiones geopolíticas y el debilitamiento de la cooperación internacional en materia climática, los nuevos objetivos climáticos de China para 2035 han recibido comentarios mixtos.
Aunque las medidas anunciadas no alcanzan las expectativas más ambiciosas, el compromiso sigue siendo un avance importante: por primera vez, China se ha comprometido a una reducción absoluta de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), una posible reducción absoluta del consumo de carbón y, lo que es más importante, el objetivo abarca todos los gases, no solo el dióxido de carbono (CO2).
Esto marca un cambio estructural en la estrategia climática de China y ayuda a afianzar los esfuerzos de mitigación a nivel global en un momento en el que ni Estados Unidos ni la Unión Europea han anunciado compromisos climáticos actualizados. La medida de China establece unas bases mínimas para las ambiciones futuras y evita que el impulso global se estanque por completo.
Sin embargo, más allá del objetivo principal, hay dos avances prometedores que han pasado desapercibidos: el control del consumo de petróleo y la mitigación de los gases de efecto invernadero que no son CO2.
Un pico petrolero silencioso
Mientras el debate internacional tiende a centrarse en el carbón, China ha aplicado discretamente políticas para alcanzar el pico de consumo de petróleo. El país ha adoptado el objetivo de estabilizar el consumo petrolero durante su 15.º Plan Quinquenal, antes de 2030, según la estrategia para mediados de siglo presentada ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 2020 y su estrategia nacional de 2021. Es posible que ese objetivo ya se haya alcanzado en parte.
Según la Agencia Internacional de la Energía, la demanda china de combustibles para el transporte —incluidos la gasolina, el diésel y el combustible para aviones— se estabilizó en 2024 en torno a los 8,1 millones de barriles diarios, ligeramente por debajo de su pico de 2021.
Esta tendencia refleja rápidos cambios estructurales, especialmente en la electrificación del transporte. Más del 30% de las ventas de vehículos nuevos en China son ahora de VEs, impulsadas por un fuerte apoyo de las políticas nacionales y una competitividad de costos. El aumento de las ventas de camiones eléctricos en China también está contribuyendo a reducir la demanda de combustibles para el transporte.
La estabilización silenciosa del consumo de combustible para el transporte y el surgimiento de una estrategia nacional más allá del CO2 indican que se están produciendo cambios reales a nivel sistémico.
”Mientras tanto, la demanda total de petróleo sigue creciendo, aunque a un ritmo más lento. El aumento se debe en gran medida a las materias primas petroquímicas, utilizadas en plásticos, fertilizantes y otros productos químicos.
A pesar de ello, la visión de China de estabilizar el consumo de petróleo crea una plataforma para gestionar tanto el uso del petróleo en el transporte como en la industria. Promueve la expansión de los vehículos eléctricos, estándares de eficiencia energética y, con el tiempo, alternativas de materias primas más limpias en el sector petroquímico.
Si China logra alcanzar su pico máximo de demanda de petróleo en los próximos años, esto supondría un cambio estructural en el consumo mundial de combustibles fósiles.
Gases no CO2 en el punto de mira
Otro cambio poco valorado en los compromisos de China es que ahora se incluyen formalmente todos los gases de efecto invernadero. Esto amplía el alcance del objetivo a gases como el metano, los hidrofluorocarbonos (HFC) y el óxido nitroso (N2O), que tienen una vida más corta pero son mucho más potentes que el CO2.
Estos gases representan aproximadamente entre el 20% y el 25% de las emisiones totales de China, según datos oficiales. Sin embargo, históricamente han recibido menos atención en las políticas energéticas que el CO2.
Esto está empezando a cambiar. Un informe reciente del Institute for Global Decarbonization Progress concluye que China podría reducir 380 millones de toneladas de CO2 equivalente al año para 2030 aplicando medidas que ya son costo-efectivas y técnicamente probadas. Entre ellas se incluyen:
- La captura de metano procedente de minas de carbón y vertederos.
- La mejora de la eficiencia en el uso de nitrógeno en la agricultura y la instalación de tecnologías de reducción de N2O en la industria.
- La eliminación gradual de los HFC en la refrigeración y aire acondicionado.
Muchas de estas medidas ya se están aplicando en fase piloto o a nivel provincial. Pero ahora que el compromiso para 2035 incluye estos gases, la mitigación de gases que no son CO2 ha cobrado un nuevo impulso político y puede integrarse en la estrategia climática nacional.
Esto abre la puerta a subobjetivos más cuantificados en los compromisos futuros —similares a los del Compromiso Global sobre el Metano— y puede acelerar la adopción de políticas específicas para los sectores de la agricultura, la energía, los residuos y los procesos industriales.
Una base para las ambiciones a largo plazo
Si por un lado el objetivo de China para 2035 puede no parecer suficiente para quienes esperan reducciones drásticas de las emisones, por otro lado refleja una evolución más profunda en la forma en que se formulan y aplican los objetivos climáticos:
- De objetivos basados en la intensidad a objetivos de reducción absoluta.
- De la contabilización exclusiva del CO2 a la cobertura de todos los GEI.
- Y de la ambición política a la credibilidad en la aplicación.
La estabilización silenciosa del consumo de combustible para el transporte y el surgimiento de una estrategia nacional más allá del CO2 indican que se están produciendo cambios reales a nivel sistémico. Estos cambios no son meras promesas, sino que ya se pueden observar en los datos.
En un contexto marcado por un impulso desigual en materia de clima y por la fragilidad de los procesos multilaterales, estas tendencias ofrecen algunas de las señales más alentadoras entre los principales emisores. Puede que no ocupen los titulares, pero son verdaderas buenas noticias.
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