Equidad, Diversidad e Inclusión

La brecha de género de la esperanza de vida: por qué las mujeres viven más y también sufren más

En colaboración con Xataka.
Jaqueline, 25, holds her five-month-old daughter Laura as they wait for a session with a physiotherapist at the Casa da Esperanca Hospital (Hope House Hospital) in Santos, Sao Paulo state, Brazil April 20, 2016. Among the mysteries facing doctors in Brazil battling an epidemic of the little-known Zika virus are cases of women giving birth to twins with only one suffering from microcephaly, a birth defect associated with the disease. Jaqueline Jessica Silva de Oliveira hoped doctors were wrong when a routine ultrasound showed that one of her unborn twins would be born with the condition, marked by stunted head size and developmental issues. "When I found out one of them had microcephaly the ground fell out from beneath me," she said. Laura was born with the microcephaly while her twin brother Lucas does not suffer from the condition.

Image: REUTERS/Nacho Doce

Esther Miguel Trula

Un clásico entre los clásicos: las mujeres viven más años que los hombres. Y no pocos: según el INE, la mujer media española vive 86 años, mientras que el hombre sólo llega a los 80. Es algo que, además, sabemos que ocurre de forma generalizada en todos los países. Lo que no está tan claro para muchos es a qué se debe esa diferencia. Pero las últimas investigaciones han ayudado a vislumbrar algunas teorías al respecto.

Ni lo social, ni el tabaco ni los partos

Según un estudio de las economistas Claudia Goldin y Adriana Lleras-Mune basado en los índices de mortalidad estadounidenses históricos, el momento en el que aparece la brecha es a comienzos del siglo XX, cuando la media de edad de la población empieza a superar los 40 años.

¿Fue el tabaco entonces? Porque sí, muchos más hombre que mujeres empezaron a introducir humo en sus pulmones en aquella época (una diferencia de uso por géneros que se ha reducido en las últimas décadas). Pero no puede ser así, ya que los efectos mortales del tabaco se ven a partir de los 20 o 30 años de consumo, y la apreciación de la “ventaja” femenina viene antes de que esto se pudiese apreciar.

¿El parto, tal vez? También, como sabemos, la mortandad femenina al dar a luz era enorme. Pero según las analistas concluyen que este factor sólo puede explicar una pequeña parte de la brecha, y, de nuevo, como con el tabaco, la diferencia de la longevidad femenina empezó a manifestarse antes de que llegasen a implantarse las mejoras sanitarias que empezaron a salvar la vida de las gestantes.

Descartado esto, lo siguiente que deberíamos preguntarnos es si es una cuestión social. Si esto se debe, por ejemplo, a que los hombres se han encargado en mucha mayor proporción de trabajos de riesgo. O porque, como dicen las estadísticas, cuidan peor de su salud por cómo se les ha socializado en esta materia, a no quejarse, lo que lleva a diagnósticos más tardíos.

Pero según Steven Austad*, director de Biología en la Universidad de Alabama y experto internacional en envejecimiento, las bases de datos lo contradicen. La Human Mortality Database, con cifras de países de todas partes del globo, muestran que es una tendencia universal, constante en culturas de todo tipo.

Así, si la esperanza de vida en Rusia en 1950 era de 60 años para los hombres y 67 para las mujeres, en 2014 eran 66 y 76 respectivamente. Esto es así en Suecia, en India o en Estados Unidos. En todas partes en las que hay registros.

Volviendo con el estudio de Goldin y Lleras-Mune, para estas científicas el gato al agua se lo llevan las enfermedades infecciosas. Antes del siglo XX las enfermedades infecciosas atacaban en mayor porcentaje a las mujeres que a los hombres a partir de que el sujeto tuviese más de 12 meses de vida. Hepatitis, tuberculosis… se llevaban a muchas mujeres jóvenes. Cuando la medicina progresó, esta desventaja desapareció y se disparó esta brecha de género.

¿Sexo débil y sexo fuerte?

Los hombres miden, de media, 15 centímetros extra y tienen el doble de fuerza que las mujeres. También padecen mucho antes enfermedades cardiovasculares, experimentan un crecimiento prematuro de la hipertensión alta y son más vulnerables a las enfermedades renales crónicas. Un estudio estadounidense de 2010 muestra que la tasa de mortalidad de las mujeres era más baja que la de los hombres con respecto a 12 de las 15 causas de muerte más frecuente entre gente mayor (las excepciones a la regla: el párkinson, el alzhéimer y el derrame cerebral).

Image: Principales causas de muerte entre los mayores de 65 años entre los ciudadanos de los 28 de la UE. Por delante, los problemas del corazón, enfermedades cerebrovasculares y del sistema respiratorio.

Es decir, sus cuerpos llegan peor a los últimos años, pero recordemos algo que hemos dicho antes: las mujeres morían más por enfermedades infecciosas… a partir de más de un año de vida. Porque, en realidad, los bebés masculinos corren un riesgo de muerte prematura entre un 10 y un 14% mayor a las mujeres debido, hasta donde se sabe, a motivos biológicos:

Por algún motivo, los bebés masculinos tienen una mayor vulnerabilidad a las condiciones perinatales (posibilidad de traumatismo al nacer, hipoxia intrauterina, asfixia o síndrome de dificultad respiratoria, entre otros) y a las anomalías congénitas. Es más probable que los varones tengan nacimientos prematuros, lo que conlleva más riesgos para la salud, y que padezcan discapacidades como ceguera, sordera o parálisis cerebral.

Las últimas hipótesis apuntan a que la placenta materna se comporta diferente según el sexo del bebé, haciendo un mayor esfuerzo de preservación de fetos femeninos.

En realidad, y por sorprendente que parezca, el sistema inmune femenino es más robusto que el masculino. Las mujeres resisten mejor. Estrógenos y progesterona son hormonas que contribuyen más que testosterona y andrógenos a reforzar nuestra fortaleza interna, como es gracias a la mayor producción de glóbulos blancos (especialmente importante en el caso de las células T, cruciales en la segunda mitad del ciclo menstrual y muy vinculadas al combate del cáncer), el reabastecimiento de macrófagos y una respuesta a las inflamaciones.

Todo esto es hasta cierto punto necesario para las mujeres, ya que ayudan a la dura tarea de conservación el feto y atacan más fuertemente a los patógenos que puedan afectar al niño. Según los investigadores, estos procesos que se desencadenan durante el embarazo se replican a una escala menor durante el ciclo menstrual. Todo esto se ha investigado más en los últimos años gracias a la observación de los grandes cambios de la inmunidad de los cuerpos de las mujeres según la fase del ciclo menstrual en el que se encuentran.

Image: Esperanza de vida de estadounidenses a partir de los 45 años. Fuente: Xx>Xy?: The Changing Female Advantage In Life Expectancy, de Claudia Goldin y Adriana Lleras-Muney.

Pero esto tiene consecuencias: el sistema inmune, al crear constantemente ataques más intensos a los agentes infecciosos, como los virus, deriva en que, cuando las mujeres muestran síntomas de una enfermedad, tienen una sintomatología más violenta.

Así, si las enfermedades infecciosas se muestran más virulentas entre las mujeres, es normal que siglos atrás, con un menor desarrollo científico, tuviesen menos probabilidades de sobrevivir de niñas (lo que hacía que la esperanza de vida de mujeres y hombres anduviera a la par), pero que al eliminar ese obstáculo la “ventaja” femenina haya aparecido en la sociedad.

Otro factor para confirmar que todo esto se trata de un hecho biológico es que, aunque en los países desarrollados hay un 50/50 de hombres y mujeres, no es así al nacer. En 2017 en España nacieron 201.901 varones y 190.029 féminas. Aunque el número de nacimientos varía, no lo hace la proporción de los sexos de los bebés, ni aquí ni en otros países de nuestro entorno: desde que tenemos datos, por cada 100 mujeres nacen 106 ó 107 hombres. Siempre nacen un puñado más de niños que de niñas, pero después ese riesgo de muerte prematuro de los varones hace que a partir de los primeros años las cifras de niños y niñas se equiparen.

Este súper sistema inmunológico de las mujeres causa, también, un indeseado efecto secundario. En palabras de Austad: “si fuéramos capaces de sumar todo el dolor físico del mundo, creo que veríamos que las mujeres lo padecen más. Es una de las consecuencias de ser mejores supervivientes”. Ocurre que, para desarrollar esta defensa natural, las mujeres son más vulnerables a las infecciones víricas y bacterianas, y también que acaban desarrollando enfermedades autoinmunes en mayor número. De ahí que veamos a más mujeres adultas con mala salud que hombres, pero también a muchas más mujeres centenarias que hombres centenarios.

La paradoja de la discriminación social por sexo

Un momento. Sabemos que no en todas partes nacen el citado ratio de niños que de niñas. Ahí está China, que según cifras de 2010 todavía seguía teniendo 119 niños por cada 100 niñas, lo que se traduce en 330 millones menos de mujeres. O la India, 109 por cada 100, es decir, 37 millones de diferencia. Una tendencia que, aunque no llega a estos niveles, también se contempla en Pakistán, Vietnam y el sur de Cáucaso.

Los famosos infanticidios y las adopciones de niñas chinas de décadas atrás han sido sustituidos por ecografías prenatales y abortos. Estas sociedades no quieren niñas. No las quieren, en parte, por su estructura patrilocales, por la que la mujer se transmite del hogar paterno al del marido y debe encargarse de tareas domésticas. Pero el otro factor es que son sociedades educadas en la creencia de que no deben tenerse muchos hijos: estas diferencias de género en el nacimiento no se dan, por ejemplo, en países como Nigeria.

Así, las mujeres son vistas como inferiores desde un punto de vista jurídico, ya que no pueden heredar o trabajar cotizar, pero también físico. Si sólo puedes permitirte tener dos o tres hijos, es mejor que sean varones, piensan, porque son más fuertes. El rasgo de diferencia de nacimientos es mucho más pronunciado en las zonas rurales que en las urbanas.

Y sin embargo, y como hemos visto, aunque biológicamente ellos tienen el doble de fuerza bruta, ellas pueden resistir mejor a las enfermedades y es más fácil que, hoy en día, su riesgo de muerte sea menor. A mismo nivel de recursos y cuidados, y con la medicina actual, si has "invertido" en un hijo varón es más probable que se te muera en sus primeros años que una fémina, lo que, si se mira desde un (terrible, pero manifiesto) punto de vista utilitario, conlleva una pérdida de recursos.

Esa igualdad de recursos también es importante. Las niñas indias tienen menos estatura que los niños, menos incluso que la que deberían tener en base al desarrollo económico del país. Como ha estudiado la ONU, las niñas de este país son, de media, peor tratadas desde la infancia. En las zonas rurales se les da el doble de tareas domésticas y se las alimenta menos que a sus hermanos.

Y así es normal que se perpetúe la creencia de que las mujeres son seres débiles más allá de la simple fuerza física: se las hace, aposta, más débiles, pese a que, paradójicamente su capacidad de supervivencia de base es mucho mayor.

*Buena parte de los datos aquí aportados se han extraído del capítulo "Las mujeres enferman más, pero los hombres mueren antes" del libro divulgativo Inferior, de Angela Saini. Círculo de Tiza, 2018.

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