Por qué hay que involucrar a las mujeres para desarrollar resiliencia ante las inundaciones

Mujeres llevando a sus hijos a través de aguas que les llegan al pecho, familias viendo sus hogares desaparecer bajo torrentes, campos convertidos en ríos de la noche a la mañana... Las inundaciones repentinas se han convertido en una imagen característica de un mundo cada vez más cálido.

Lo que antes se consideraban catástrofes esporádicas, ahora son desastres recurrentes que se producen varias veces en una misma temporada de lluvias. Cada inundación no solo destruye los bienes materiales, sino que borra años de progreso logrado con esfuerzo por las familias, que se ven obligadas a empezar de nuevo ante el acelerado cambio climático.

En Pakistán, la temporada de monzones de este año se ha desarrollado como una cascada de emergencias. Un aguacero repentino y muy intenso en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa provocó 150 milímetros de lluvia en solo una hora el pasado mes de agosto, desatando torrentes que arrasaron pueblos enteros. En la región de Gilgit-Baltistán, el rápido deshielo de los glaciares debido a unas temperaturas sin precedentes de 48,5 °C provocó inundaciones y deslizamientos de tierra fatales. En la provincia de Punyab, el desbordamiento de los ríos alcanzó niveles récord en septiembre, sumergiendo pueblos y devastando tierras de cultivo. A medida que las aguas se desplazaban hacia el sur, las autoridades de la provincia de Sindh se vieron obligadas a evacuar a más de 100 000 residentes de las zonas bajas del río Indo.

Desde finales de junio de 2025, más de 900 personas han perdido la vida y miles de hogares han quedado destruidos en todo Pakistán, lo que pone de manifiesto cómo los fenómenos meteorológicos extremos pueden combinarse para magnificar la destrucción.

La situación es similar en otras regiones altamente expuestas a fenómenos meteorológicos extremos. En el sur de Brasil, más de 7300 personas fueron desplazadas en 127 municipios, y se instalaron más de 1000 refugios de emergencia después de que fuertes lluvias azotaran el estado de Rio Grande do Sul en junio. A principios de este año, las inundaciones en Kenia destruyeron más de 1400 pozos poco profundos, lo que provocó una crisis de agua y saneamiento que dejó a casi 10 millones de personas consumiendo agua de fuentes contaminadas y provocó brotes de cólera y otras enfermedades.

Estas crisis, que se desarrollan simultáneamente, muestran cómo el cambio climático está provocando desastres recurrentes, que desbordan unas infraestructuras frágiles y empujan a las comunidades a ciclos de pérdidas y recuperación. Es fundamental reforzar la resiliencia ante las inundaciones, pero los esfuerzos para lograrlo deben ser inclusivos para que se aborden plenamente todos los efectos potenciales de los desastres naturales.

Las inundaciones no afectan a todos por igual.

Se estima que el 80% de las personas desplazadas por el cambio climático son mujeres. Las hijas son a menudo las primeras en ser sacadas de las aulas cuando se produce un desastre. Cuando los sistemas de abastecimiento de agua colapsan, las mujeres pueden verse obligadas a caminar más lejos, a menudo en condiciones inseguras, para buscar suministros. Y para quienes se ven desplazados por las inundaciones, el hacinamiento en los refugios conlleva el riesgo de sufrir violencia de género, lo que agrava el trauma del desplazamiento.

Estas vulnerabilidades se ven reforzadas por la exclusión sistémica. Los hogares encabezados por mujeres, a menudo sin derechos sobre la tierra ni acceso a créditos formales, pueden sufrir consecuencias más graves de los fenómenos meteorológicos relacionados con el clima, como las inundaciones. Y cuando los comités de gestión de desastres excluyen las voces de las mujeres, las medidas de respuesta corren el riesgo de pasar por alto prioridades esenciales, desde el diseño de refugios más seguros hasta la distribución equitativa de la ayuda.

Abordar estas deficiencias sentará una base más sólida para la resiliencia ante las inundaciones, lo que permitirá una recuperación más eficaz. Centrarse en las necesidades y el liderazgo de las mujeres es esencial para la respuesta a los desastres y puede lograrse mediante tres estrategias que tienen en cuenta las cuestiones de género:

Cuando se produce una inundación, unos minutos de aviso previo pueden marcar la diferencia entre una evacuación segura y una tragedia. Sin embargo, en Kenia, donde las inundaciones estacionales pueden desplazar a decenas de miles de personas, las mujeres tienden a recibir menos alertas oficiales o a confiar menos en ellas.

Para abordar esta cuestión, el proyecto EW4IGAD III está probando sistemas de alerta temprana que enfatizan los impactos de los desastres en el complejo de refugiados de Dadaab, uno de los asentamientos de refugiados más grandes del mundo, que alberga a más de 240 000 personas en el noreste de Kenia. En lugar de solo pronosticar las precipitaciones, estas alertas explican los posibles impactos, como el desmoronamiento de carreteras, la escasez de agua o los brotes de enfermedades. Estos mensajes han sido elaborados conjuntamente con mujeres y otros grupos vulnerables para reflejar las necesidades concretas de la comunidad.

De manera similar, el Programa Piloto de Acción Anticipatoria contra Inundaciones de Kenia 2024 proporcionó ayuda económica y apoyo para la preparación a los hogares antes de que se produjeran las inundaciones previstas. Su evaluación reveló que aproximadamente el 95% de las familias confiaban en las alertas y alrededor de tres cuartas partes afirmaron que estas les ayudaron a prepararse. Sin embargo, también se observó que las mujeres eran menos propensas que los hombres a considerar estos mensajes claros o útiles, lo que pone de manifiesto la persistencia de deficiencias en el enfoque y la comunicación.

Los sistemas de alerta temprana deben tratar a las mujeres como co-creadoras y mensajeras de confianza. Ampliar las alertas por radio, los mensajes de voz y los altavoces comunitarios, al tiempo que se equipa a las mujeres líderes como primeras respondedoras, ayuda a garantizar que información que puede salvar vidas llegue a tiempo a todos los hogares.

Cuando las mujeres intervienen en la planificación para casos de desastre, las respuestas suelen ser más integrales, desde el énfasis en refugios seguros y acceso al agua hasta garantizar que los niños y las personas mayores no se queden atrás.

En Guaranda (Colombia), las comunidades han creado COMUNGERD (Comunidades Unidas para la Gestión del Riesgo de Desastres), una iniciativa de base que trabaja directamente con las autoridades municipales y el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM). Las mujeres juegan un papel central en esta coalición, cartografiando los riesgos de inundación a lo largo del río Cauca, identificando las rutas de evacuación y ayudando a establecer sistemas de alerta temprana adaptados a las realidades locales. Su participación ha asegurado que los refugios, los puntos de agua y los planes de evacuación respondan a las necesidades de toda la familia.

El liderazgo de las mujeres puede cambiar el juego en la resiliencia ante inundaciones. Proporcionar un reconocimiento formal, recursos y capacitación a los comités de desastres dirigidos por mujeres puede fortalecer la preparación, mejorar la distribución de ayuda y generar confianza en la comunidad.

Los cultivos, el ganado y las pequeñas empresas son a menudo los primeros activos que destruyen las inundaciones, pero las mujeres propietarias suelen ser las que menos acceso tienen a créditos, seguros y títulos de propiedad. Sin un apoyo específico para la reconstrucción, estas pérdidas pueden atrapar a las familias en ciclos de deuda y dependencia.

En los estados de Bihar y Odisha, en India, propensos a inundaciones, los grupos de ayuda mutua formados por mujeres han demostrado cómo la inversión directa puede cambiar esta trayectoria. El programa JEEViKA de Bihar ha movilizado a casi 10 millones de mujeres en grupos de ayuda mutua, por ejemplo. Muchas de estas mujeres han adoptado medios de vida resilientes, como la cría de cabras, la avicultura y el cultivo de hortalizas en bancales elevados. Estas actividades pueden reanudarse rápidamente, incluso después de una inundación grave.

Estos cambios no solo restablecen los ingresos, sino que también reducen la vulnerabilidad ante futuras crisis.

A medida que se producen cada vez más fenómenos meteorológicos extremos simultáneamente, más comunidades sufren desastres recurrentes que las empujan a ciclos de pérdidas y recuperación.

Abordar esta cuestión significa hacer frente a los efectos posteriores de los desastres naturales, y al mismo tiempo utilizar estrategias de resiliencia a largo plazo para hacer frente a futuras crisis. Esto sentará las bases para una recuperación más sólida.

Las mujeres deben participar en el diseño de soluciones de resiliencia ante las inundaciones a nivel local, para garantizar que estas estrategias respondan a las necesidades de todas las personas afectadas por las inundaciones y otros desastres naturales.