Nuevos caminos en la relación México y Brasil
Image: REUTERS/Sergio Moraes
México y Brasil han tenido una relación marcada por los altibajos. Los próximos meses abrirán una ventana de oportunidad que, si se aprovecha, podría acercar a los dos gigantes latinoamericanos. En ambos países habrá elecciones federales, en julio en México y en octubre en Brasil, y la llegada de nuevos líderes a Los Pinos y Planalto podría sentar las bases para mejorar el diálogo, especialmente en un contexto internacional donde Estados Unidos busca recluirse y a la vez imponer sus términos.
El relevo de los líderes y la evolución del contexto no propiciarán un cambio automático: en nuestra primera entrega explicamos cómo los cambios internacionales podrían sentar las bases para convertir la competencia implícita entre México y Brasil en cooperación abierta, y en nuestra segunda entrega analizamos a detalle el ámbito comercial y los espacios de oportunidad para mejorar la relación bilateral.
En esta tercera y última entrega identificamos las áreas de oportunidad donde México y Brasil podrían cooperar más allá de la esfera económica, nos preguntamos: ¿Cómo se puede lograr que las sociedades mexicanas y brasileñas se conozcan y acerquen más? Y, ¿en qué ámbitos pueden cooperar México y Brasil para promover mayor acercamiento gubernamental y social?
La crisis financiera de 2008 propició el activismo y colocó a nuevos actores como protagonistas de los debates internacionales. Diferentes países en desarrollo decidieron participar a la altura de los problemas que demandaban soluciones e introdujeron nuevos temas y respuestas en los diálogos multilaterales.
México y Brasil fueron dos de los países más activos en estos debates, pero tuvieron dos apuestas diferentes. Mientras que México se acercaba a países desarrollados primordialmente, Brasil apostaba a la creación de bloques de negociación con países en desarrollo, comenzando por América Latina, pero especialmente, con los denominados países emergentes, entre ellos Rusia, India, China y Sudáfrica. Como resultado de las diferentes estrategias que buscaron y de la solidez de sus mercados internos, Brasil se ganó los reflectores generando una Brasilmanía como potencia emergente, mientras que México decidió participar de forma responsable, pero lejos de los reflectores como potencia media.
Similitudes en metas y estrategias en negociaciones
A diez años de la crisis de 2008, tanto México como Brasil han tenido que enfrentar sus propias crisis económicas, resultado tanto de las repercusiones en sus mercados internos derivadas de las crisis internacionales como de dramas políticos internos que desestabilizaron los mercados. Estos problemas, sin embargo, no redujeron significativamente el activismo de ambos países latinoamericanos en foros multilaterales.
En este tiempo, tanto México como Brasil han participado activamente en debates sobre cambio climático, desarrollo sustentable, desarme nuclear, migración internacional, control de armas, crisis humanitarias y reforma de organismos como las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Sin embargo, estas arenas de negociación pueden llegar a ser muy lentas en comparación con la rapidez con la que suceden los problemas globales. El estancamiento de los debates en varios foros multilaterales, inclusive en arenas que solían trabajar de forma más eficiente como el Grupo de los 20, ha forzado a que México y Brasil se hablen más para buscar encauzar las negociaciones o promover nuevas soluciones. Regionalmente, la creación de foros como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) ha mejorado el acercamiento entre los cuerpos diplomáticos de ambos países.
En síntesis, en medio de dichos tiempos turbulentos, ambas naciones se han encontrado en los pasillos de numerosas negociaciones internacionales que buscan soluciones a problemas globales. Estas coincidencias de localización se han transformado en un mayor contacto entre México y Brasil para, al menos, notificarse sus posiciones o para, en el mejor de los casos, tratar de promover estrategias multilaterales compartidas.
Los dos países bien podrían aprovechar estas coincidencias para buscar posiciones comunes y generar estrategias compartidas en las arenas de negociación y así poder introducir nuevos temas y soluciones en la agenda de los foros multilaterales. Así, no solo podrían defender y compartir sus intereses, sino que esto podría tener implicaciones geopolíticas.
No solamente los foros entre gobiernos han facilitado el acercamiento entre los países. Espacios como la Cumbre de Sao Paulo, denominado el Foro Económico Mundial para Latinoamérica, sirve para que actores en diferentes niveles se reúnan para contrastar agendas que, a partir del entendimiento y el trabajo conjunto, puedan derivar en la construcción de nuevos caminos para la relación entre México y Brasil.
Existen al menos cuatro temas que se puede desarrollar una agenda común expandida más allá de las respectivas prioridades mexicanas y brasileñas: infraestructura, nuevas tecnologías, desarrollo sustentable y cambios en prácticas políticas.
Financiamiento de Infraestructura
De acuerdo con la consultoría McKinsey, México y Brasil son, respectivamente, el primer y tercer país de diecisiete que más requieren aumentar su inversión en infraestructura para el periodo 2017-2035. Con ello, México debería pasar de 2.5% a 3.8% del PIB y Brasil de 2.3% del a 3.4%. Esto para garantizar su competitividad y la consecución de los objetivos de desarrollo sustentable marcados por la Organización de las Naciones Unidas.
La enorme brecha de financiamiento actual puede ser disminuida si ambos países crean un espacio de conversación sobre cómo tener más efectividad y eficiencia al hacer infraestructura. En dicho lugar, los sectores públicos pueden compartir casos de éxito para mejorar la selección de proyectos basada en métricas y hechos, así como la optimización de operaciones y entregas, y el mantenimiento de infraestructura. Además, los sectores privados pueden tratar temas como la disminución de cuellos de botella en los trámites, cómo atacar la falta de innovación y cómo responder a las fallas del mercado.
Hay que reconocer que la inercia actual de inversión extranjera directa puede desincentivar esta cooperación: Brasil es por mucho el principal receptor de inversión extranjera directa china, mientras que Estados Unidos es el principal inversionista en México —aún a pesar de la animadversión trumpiana.
Sin embargo, dos incentivos fuertes pueden empujar esta cooperación. En primer lugar, los acercamientos entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur de cara a un bloque unificado anticipan un periodo pro-comercio en términos generales, donde las economías más grandes de sendos grupos tendrán un papel de liderazgo. En segundo lugar, el aumento del presupuesto chino para el desarrollo económico, tecnológico y comercial en América Latina permite que ambos países sean acaparadores de mayores recursos que antes.
Cuarta Revolución Industrial
Nos encontramos en plena Cuarta Revolución Industrial y los efectos —positivos y negativos— sobre la región pueden ser transformadores. Así, es indispensable que los líderes de diversas áreas pueden discernir y apoyar aquellas tecnologías que aporten los mayores retornos socioeconómicos. Para ello, será indispensable una mayor vinculación entre gobiernos, universidades, empresas, financiadores y emprendedores. Dos prioridades serían desarrollar modelos de innovación y su financiamiento más resilientes, así como políticas para atender la fuga de cerebros al extranjero.
Por otro lado, el muy comentado potencial reemplazo de las personas por robots en actividades de alta automatización —agravado por la coyuntura de desigualdad histórica— requerirá repensar la educación de ambas naciones para mejorarla en calidad y relevancia. Se necesitará invertir en educación para que las personas de edad puedan reeducarse, mientras que los jóvenes precisarán de escuelas de tecnología avanzada.
A pesar de que el miedo a las máquinas pueda causar inmovilidad, la oportunidad de desarrollar una agenda conjunta es enorme: inversiones adecuadas en educación pueden potenciar a que ambos países aprovechen su bono demográfico, que disminuya el número de “refugiados digitales” y que se impulse la innovación digital de talla mundial a precios competitivos.
Desarrollo Económico Sostenible
El crecimiento económico de ambos países en los últimos años ha derivado en que jugadores y analistas de las dos naciones aboguen por una evolución de sendos modelos de país, a efecto de que el progreso económico sea para todos. En este sentido, se podrían destacar las reformas de las dos administraciones actuales, pero resulta más importante la agenda reformista por completar —modelo económico incluido. Por tanto, hay incentivos para compartir las mejores prácticas para el combate a la pobreza, así como para disminuir la violencia en las ciudades.
Por otro lado, el desarrollo sostenible pasa necesariamente por un impulso inteligente y estratégico montado sobre la diversidad de ambos países. Por ejemplo, se pueden impulsar iniciativas genéticas conjuntas que permitan mayor aprovechamiento agrícola y captura de valor para las economías nacionales. La visión debería ser la migración del aprovechamiento de la biodiversidad basado en la explotación intensiva de recursos naturales a un uso de la biodiversidad basado en el conocimiento. Esto podría desarrollar un futuro más equilibrado y que promueva la justicia social.
Prácticas de movilización social para propiciar cambios políticos
Tanto la sociedad mexicana como la brasileña pasan por un aparente periodo de cambio y transformaciones. Las elecciones en diferentes niveles en México y las elecciones federales en Brasil abren un periodo de incertidumbre democrática acerca de quiénes gobernarán ambos países. El contexto electoral propicia no solamente un periodo de fluctuación democrática donde el voto en las urnas puede modificar al partido en turno, pero también genera el espacio para la creatividad política, donde las élites desarrollan estrategias para mantenerse en el poder y quienes buscan desplazarlas enfrentan las contradicciones mexicanas y brasileñas que parecen favorecer a dichas élites.
En esta coyuntura, tanto la sociedad mexicana como la brasileña deben aprovechar sus respectivos procesos electorales para promover cambios y para cimentar las medidas promovidas. En el contexto mexicano han surgido nuevas prácticas políticas de representación legislativa: la llegada a los congresos de actores que ganan asientos sin pertenecer a partidos políticos establecidos, con estrategias alejadas de las prácticas de estos grandes grupos de interés, lo que ha llamado la atención en Brasil.
En el contexto brasileño, los movimientos sociales que buscan usar las instituciones de pesos y contrapesos políticos para generar rendición de cuentas y luchar contra un sistema de corrupción anquilosado, han llamado la atención en México. Así, los dos países comparten problemas y oportunidades similares, por lo que podría tener una productividad histórica propiciar diálogos para compartir mejores prácticas que interrumpan y modifiquen los hábitos políticos actuales.
La respuesta que ofrecemos a las preguntas de cómo se pueden acercar más las sociedades, así como los sectores público y privado es sencilla: la relación entre México y Brasil puede ser mutuamente benéfica en múltiples dimensiones. Pero antes, es necesario que tanto sus líderes como sus sociedades se entiendan mejor para coordinar políticas conjuntas y construyan casos de éxito, no solamente iniciativas comerciales.
Hay potencial para que nuestras sociedades se empiezan a conocer más y el acercamiento podría crear dinámicas de intercambio de mejores prácticas en diferentes ámbitos, comenzando por las negociaciones multilaterales, el financiamiento de infraestructura, la Cuarta Revolución Industrial, el desarrollo económico sustentable y las prácticas políticas. Y es que, esta cooperación puede ser un parteaguas para los dos países emergentes más relevantes del continente americano.
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