¿Pueden los artistas liderar los cambios sociales?
Image: REUTERS/Mohsin Raza
En 2014, el padre y el tío de una adolescente paquistaní llamada Saba Qaiser la pegaron un tiro y la arrojaron a un río. Era su castigo por haber escapado con el hombre que amaba. Saba sobrevivió y se convirtió en protagonista de mi documental sobre los llamados crímenes por honor, Una joven en el río: El precio del perdón.
Después de ver mi película, que ganó un Oscar, el Primer Ministro de Paquistán, Nawaz Sharif, prometió adoptar una línea más dura sobre los crímenes por honor. Y cumplió su promesa: unos dos meses atrás, el parlamento aprobó una nueva ley que hará mucho más difícil que los culpables caminen libres..
¿Cómo puede el arte lograr un cambio social tan dramático? En este caso, fue a través del poder de la narración. Muchos de los legisladores paquistaníes no se habían encontrado nunca cara a cara con un sobreviviente de un crimen por honor antes de oír a Saba hablar de su historia. El arte, cuando es bueno, puede educar y crear empatía, y la empatía conduce al cambio. Los líderes mundiales en los negocios y la política son cada vez más conscientes de esto, e invierten en el arte como una forma de relacionarse con las comunidades, mejorar sus vidas y fomentar el crecimiento económico.
Una encuesta de negocios canadiense realizada en 2008 encontró que el 86% de los encuestados creía que el arte ayudaba a crear comunidades más integradas y saludables, mientras que el 88% pensaba que tenía un impacto positivo en la salud y el bienestar. En términos económicos, el arte paga con creces su camino. De acuerdo con un informe de 2015 para el Consejo de las Artes de Inglaterra, cada libra que se invierte en financiar las artes públicas produce un retorno de £5 en impuestos. Sin embargo, hay que hacer más para aprovechar realmente el potencial del arte como motor del progreso.
Donde las artes prosperan, la libertad de expresión prospera. El arte fortalece a los miembros más vulnerables de la sociedad. En otro documental galardonado con un Oscar, "Salvar la cara", centré la atención en las mujeres víctimas de ataques con ácido en la provincia de Punyab, en Paquistán. La película atrajo la atención mundial y alentó al gobierno punyabí local a hacer más para apoyar a las víctimas. Sus casos ahora se llevan rápidamente ante los tribunales especiales contra el terrorismo. Antes, se necesitaban años para llevar a los culpables ante la justicia; ahora, se necesitan meses.
Hay historias de injusticia, protesta y resiliencia esperando ser contadas en todo el mundo, no solo en Paquistán. Mi próxima película tratará sobre las dificultades de los atletas jóvenes vulnerables en la aparentemente privilegiada escena de los deportes universitarios de los Estados Unidos. En China, el artista Ai Weiwei ha puesto de relieve numerosos problemas sociales mediante sus instalaciones y esculturas. Ha utilizado su trabajo para criticar la respuesta oficial al terremoto de 2008 en Sichuan, capturar el ritmo acelerado del cambio cultural en China, e incluso documentar su propia persecución y encarcelamiento.
Dichas batallas sociales no están separadas del progreso económico, sino que van de la mano. La creatividad y la libertad individual pueden generar nuevas oportunidades. En 2014, dirigí el primer largometraje de animación de Paquistán, Tres bravos, acerca de dos niños y una niña que están tratando de salvar a su comunidad de un villano. Paquistán tiene una población muy joven, pero debido a que casi todas nuestras películas de animación son importadas, los niños rara vez ven modelos locales en la pantalla. Mi objetivo era proporcionar inspiración y también ofrecer nuevas perspectivas a los jóvenes paquistaníes interesados en trabajar en los medios de comunicación. Las películas hechas en nuestro país pueden cambiar las mentes y crear trabajos. Ya una nueva generación de artistas paquistaníes está desarrollando sus propias películas de animación, lo que atraerá más inversiones al creciente sector de medios de comunicación de nuestro país.
Para que ese cambio ocurra en todo el mundo, los líderes en las artes, la política y los negocios deben trabajar juntos. Muchas empresas ya están encargando arte público, financiando premios literarios o patrocinando festivales de cine. Sin embargo, a menudo estos esfuerzos se centran en instituciones bien conocidas en las grandes ciudades. Si bien estas son importantes, las organizaciones de base, las zonas urbanas pobres y las regiones rurales también pueden beneficiarse de la financiación de la cultura.
En Inglaterra, la contribución de las artes y la cultura a la economía ha crecido más rápido en las regiones que han estado luchando para recuperarse de la recesión, según el informe del Consejo de las Artes. Aquí en Karachi, donde vivo, he visto cómo los programas para jóvenes pueden reducir drásticamente la violencia al ayudar a los pandilleros a escapar del ciclo de la delincuencia. Las comunidades sanas apoyan los negocios sanos que, a su vez, alimentan el crecimiento económico.
Este vínculo entre el éxito creativo, social y económico está ganando cada vez más reconocimiento. Como primer artista que co-presidió la Reunión Anual del Foro Económico Mundial en Davos, mi objetivo es consolidar ese vínculo aún más. Quiero mostrar a los líderes empresariales que pueden y deben unirse a la conversación global sobre las artes y el cambio social.
Mis películas son ejemplos de cómo una historia, elocuentemente contada, puede llevar a los legisladores de un país a derrumbar décadas de impunidad y estancamiento legal. El cine, el arte, la literatura, la música y la actuación ayudan a las personas a expresarse, e incluso a ser ellas mismas. Como artistas, políticos y líderes empresariales, es nuestra responsabilidad ayudar a que las artes prosperen para crear un mundo mejor, más justo y más creativo.
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