Los datos deficientes son el secreto a voces de la inversión de impacto: una mejor medición puede cambiar eso

La inversión de impacto ya superó los 1,1 billones de dólares en activos bajo gestión.

A diferencia de la inversión ESG (ambiental, social y de gobernanza), la filantropía o la responsabilidad social corporativa (RSC), la inversión de impacto se centra en generar efectos positivos, en lugar de limitarse a evitar daños sociales o ambientales.

Este es un campo muy diverso, en el que participan oficinas familiares, personas de alto patrimonio y firmas especializadas como responsAbility Investments, con sede en Zúrich, así como grandes actores del sector como Goldman Sachs y Allianz.

Sin embargo, los métodos que se utilizan para medir el impacto de este tipo de inversiones siguen siendo imperfectos. Medir el impacto implica usar datos para determinar si una inversión ha contribuido a reducir emisiones de carbono, aumentar la biodiversidad o fortalecer redes sociales. Esto es mucho más difícil que seguir el rendimiento financiero.

Y lo sorprendente es que los actores del sector son conscientes de estos desafíos. Más del 90 % de los participantes de la industria reconocen tener dificultades para recopilar datos significativos sobre inversión de impacto, según una encuesta reciente de la Global Impact Investing Network (GIIN). Los profesionales llaman a este problema de datos fragmentarios “el secreto a voces” de la industria.

A veces también se advierte a los directivos sobre involucrarse más a fondo en la medición del impacto, ya que esta requiere un gran esfuerzo. Para que sea eficaz, debe integrarse en la estrategia organizacional. Además, no todas las herramientas de medición ofrecen información relevante y, en ocasiones, solo sirven para confirmar lo que los responsables de la toma de decisiones ya saben.

Una investigación reciente publicada por el European Group for Organizational Studies, basada en 135 entrevistas con inversores de impacto radicados en Estados Unidos, revela que la medición del impacto puede generar tres beneficios inesperados.

En primer lugar, la medición del impacto facilita la comunicación y la alineación. Medir ofrece un lenguaje común para inversores, gestores de activos y ejecutivos, ayudándolos a establecer prioridades y gestionar expectativas, incluso cuando los datos no son del todo fiables.

En segundo lugar, la medición permite clasificar las inversiones. En lugar de evaluar la efectividad en términos absolutos, suele utilizarse para categorizar las inversiones como “impulsadas por el impacto”, diferenciando así las vías más prometedoras para generar resultados positivos.

Y en tercer lugar, la medición del impacto sostiene la legitimidad del sector. Dado que el impacto es central en la identidad de este campo, la medición —aun con sus limitaciones— sigue siendo necesaria para respaldar las afirmaciones y mantener la credibilidad.

Estas conclusiones ofrecen lecciones valiosas para los directivos de cualquier ámbito de los negocios responsables y sostenibles. La búsqueda de un impacto ambiental y social positivo es hoy un eje central del discurso y la gobernanza corporativa. Las empresas que, en conjunto, representan una capitalización bursátil de 85 billones de dólares ya comparten cierta información sobre su desempeño ambiental y social.

Los líderes empresariales deberían superar sus dudas: como muestran estos beneficios, la medición se está volviendo esencial.

A medida que los directivos continúan o comienzan a medir el impacto, deberían fortalecer las estrategias diseñadas para afrontar las dificultades de las evaluaciones de impacto y hacerlas más efectivas en distintos sectores.

A medida que los negocios responsables se expanden y la urgencia de los desafíos sociales y ambientales aumenta, las cuatro acciones clave que presentamos a continuación —basadas en nuestra investigación— pueden ayudar a los directivos a seguir el progreso de sus organizaciones en cuanto al impacto que generan y, en última instancia, orientar las inversiones hacia las soluciones más efectivas.

Estas acciones permitirán a los directivos no solo enfrentar los retos de la medición del impacto, sino también —y, sobre todo— aumentar la capacidad de sus empresas para generar un mayor impacto con sus inversiones.

También existen medidas más inmediatas que los directivos pueden aplicar directamente para medir el impacto, así como otras de más largo plazo que requerirían cambios más profundos en las prácticas de gestión:

La medición suele reducirse a indicadores numéricos, pero la protección de la biodiversidad, el impacto social y los cambios de comportamiento no pueden captarse completamente solo a través de métricas. Las narrativas contextuales y las perspectivas de las partes interesadas aportan una profundidad esencial.

Muchas empresas enfrentan dificultades para medir el impacto porque esta tarea suele estar a cargo de equipos financieros o contables que carecen de conocimiento especializado. Incorporar profesionales con formación en biología, psicología o análisis de políticas puede mejorar la precisión y la relevancia de las evaluaciones.

Las empresas suelen centrarse en mostrar sus éxitos, pero eso impide una mejora real. Informar sobre los fracasos y los resultados inesperados ayuda a perfeccionar las estrategias y garantiza que las inversiones futuras aprendan de los tropiezos pasados en lugar de repetirlos.

Durante la pandemia de COVID-19, cuando se llevó a cabo esta investigación, los directivos parecían especialmente dispuestos a hablar con franqueza. Sin embargo, revelaron que, aunque los desafíos que enfrentaban sus empresas para medir el impacto se reconocían internamente, estas experiencias rara vez se compartían fuera de sus organizaciones. Una mayor transparencia, especialmente sobre los fracasos, podría contribuir a elevar colectivamente los estándares de medición en toda la industria.

La medición del impacto da sentido a la industria, alinea expectativas y mueve al sector en la dirección correcta, paso a paso.

Sin embargo, los directivos que gestionan fondos y trabajan con propietarios de activos no deberían conformarse con el statu quo. Adoptar datos cualitativos, contratar analistas con formación especializada, hablar sobre los fracasos y crear espacios de intercambio de conocimiento a nivel sectorial ayudará a avanzar en el campo de la inversión de impacto.

Estas acciones garantizarán que la práctica de medir el impacto mantenga sus beneficios inesperados, como la alineación de expectativas y la preservación de la legitimidad del sector. Pero también aumentarán la capacidad de la medición del impacto para orientar el rendimiento de las inversiones de manera más deliberada.