Silicon Valley vs. Wall Street: así es la revolución de blockchain
Image: REUTERS/Benoit Tessier/File Photo - RTX2CI5N
Blockchain o cadena de bloques es, según Jorge Ordovas, director del Postgrado de Experto en Medios de Pago, Bitcoin y Blockchain de la Universidad Europea de Madrid, “una base de datos distribuida que evita manipulaciones y duplicados”. Como se encuentra distribuida en millones de ordenadores que se actualizan constantemente, no basta con atacar uno para hackearla o manipularla. No está centralizada en ninguna parte en concreto.
Por otro lado, evita duplicados, simplemente, porque los archivos no pueden reproducirse. Cuando enviamos por correo electrónico un PDF a un compañero de trabajo, se queda automáticamente una copia en nuestros equipos. Si enviamos a nuestro compañero un archivo construido sobre esa cadena de bloques, entonces la única versión que existe de ese archivo es la que se encuentra en el equipo de destino. Es como transferir dinero de una cuenta corriente a otra. No nos podemos quedar con una parte de lo que hemos enviado.
Para entender claramente en qué consiste este nuevo sistema informático, lo mejor es identificar sus principales aplicaciones. Hablamos de la conciliación bancaria, de la emisión de monedas digitales, de las amenazas a determinados negocios de los bancos y de los llamados contratos inteligentes.
Primera aplicación: la conciliación bancaria
Como recuerda Ordovas, la principal ventaja y el uso más frecuente de este nuevo sistema es la llamada conciliación bancaria, que es lo que ocurre todos los días cuando las entidades financieras de todo el mundo ponen en común la información que poseen sus distintas bases de datos para asegurarse de que las operaciones quedan registradas correctamente y para corregir los errores que siempre aparecen.
Blockchain vuelve mucho más fácil y eficaz esa comunicación y rectificación de fallos, porque los bancos comparten una base de datos distribuida en vez de compartir múltiples bases de datos y porque esa base de datos distribuida los mantiene conectados y actualizados todo el tiempo.
Segunda aplicación: las monedas digitales
La cadena de bloques también les dará la oportunidad a las entidades financieras de emitir monedas digitales tan pronto como se lo permitan los reguladores. Estas monedas, al igual que ocurría con bitcoin, no se pueden copiar y las transacciones quedan registradas en tiempo real gracias a blockchain. ¿Cuáles son las diferencias con bitcoin? Primero, las nuevas divisas contarán con el aval y las restricciones de los reguladores, y segundo, las transacciones serán, según Ordovas, mucho más rápidas y eficientes.
El creador de bitcoin, como sabía que ésta iba a habitar un entorno tan inseguro como la red y que iba a tener que defenderse sola de las agresiones de los hackers, renunció a parte de la eficiencia y agilidad que le hubiera proporcionado blockchain a cambio de hacer más segura su moneda. Los bancos creen, según Ordovas, que no necesitan hacer tan seguras sus monedas –y renunciar así a su agilidad y eficiencia– porque esperan protegerlas con sus sistemas informáticos externos. A diferencia de bitcoin, sus divisas no tendrán que defenderse solas; contarán con unos guardaespaldas enormes en la puerta.
Tercera aplicación: amenazas a determinados negocios de los bancos
Como explica Alberto Gómez Toribio, emprendedor y cofundador de un laboratorio de innovación llamado Nevtrace, “las empresas pueden empezar a utilizar blockchain para prescindir de la pasarela de pago a proveedores o la pasarela de cobro que les ofrecen las entidades financieras”.
¿Por qué? Porque blockchain les permite registrar y ejecutar todas las transacciones financieras que necesitan utilizando una base de datos distribuida que compartirán con socios y clientes, con sus propios apuntes en cuenta, que se actualiza con cada movimiento de forma descentralizada y automática. Los pagos y los cobros pueden realizarse mediante las monedas digitales que las empresas guarden en sus sistemas informáticos internos y sin necesidad de tener abierta una cuenta en el banco.
Otra amenaza contra el negocio tradicional de las entidades financieras es la agilización y abaratamiento dramático de las transferencias internacionales. Un ejemplo: Ripple, una startup dependiente de Google que ha recaudado cerca de 90 millones de euros, promete utilizar blockchain para reducir el coste de las transferencias internacionales entre un 33% y un 60%. Diez de los cincuenta mayores bancos del mundo –destacan entre ellos UniCredit y Santander– han apostado por esta nueva tecnología.
La tercera gran amenaza que temen los bancos es la de los llamados “tokens”, que son unos productos digitales parecidos a las monedas pero cuyo valor, a diferencia de éstas, depende únicamente de los activos que representan. Los tokens pueden representar desde dinero hasta materias primas y las empresas pueden utilizarlos como medio de pago o cobro sin recurrir necesariamente a una entidad financiera y, por supuesto, sin tener que abrir una cuenta en ella.
Es fácil de entender un medio de pago que representa dinero (eso es un talón o un cheque al fin y al cabo… y la diferencia con un token sería menor), pero hace falta un ejemplo para comprender lo que significa que represente, por ejemplo, una materia prima. Afortunadamente, lo encontramos en el sector logístico, porque allí es donde algunas empresas están empezando a utilizar unos tokens que simbolizan toneladas de trigo o acero o porcentajes de las mercancías que transportan o almacenan.
Los tokens permiten que las empresas logísticas puedan cobrar una comisión a sus clientes por utilizarlos y recibir una notificación inmediata cada vez que los vendan. Esto último es importante porque, probablemente, será la empresa logística quien tenga que transportar la mercancía al nuevo comprador.
Los clientes se benefician porque, primero, las empresas logísticas les garantizan con esos tokens que el acero o el trigo existen y se encuentran en una determinada localización; y segundo, porque como los tokens son más baratos y rápidos de transferir mediante los sistemas informáticos internacionales que los futuros sobre las mercancías o el dinero, eso quiere decir que, a pesar de la comisión, a los clientes les puede costar menos la operación.
Cuarta aplicación: los contratos inteligentes
Cuando hoy firmamos un contrato entre empresas hay que imprimir copias para que las partes firmen y guarden lo que han firmado e intervienen los carísimos notarios para dar fe pública del contenido exacto del acuerdo y que nadie se atreva a modificarlo posteriormente a hurtadillas.
Las obligaciones que aparecen en las cláusulas son meras obligaciones de papel porque la ejecución –que esas obligaciones se concreten– depende en última instancia de la voluntad de las partes, aunque luego podamos ir a los tribunales para denunciar el incumplimiento de lo pactado. Los tribunales –si no tenemos la suerte de contar con una corte de arbitraje– nos pondrán a la cola durante meses o años.
Los contratos inteligentes son distintos. Para empezar, hablamos de unos archivos digitales construidos sobre blockchain y que, por eso mismo, son inmodificables y quedan almacenados en una base de datos distribuida y compartida por los firmantes.
En segundo lugar, la ejecución de las obligaciones se produce automáticamente –sin intervención humana– en la fecha acordada y cuando se cumplan las circunstancias que figuran en las cláusulas. Normalmente, las transacciones no se llevan a cabo en euros o dólares, sino en monedas digitales o tokens.
Otro rasgo interesante de estos contratos, combinados con las otras tecnologías de blockchain, es que permiten que una parte de la población y de las empresas rentabilicen sus activos como nunca antes. De hecho, los contratos pueden convertirse en uno de los lenguajes con los que se comunicarán distintos agentes sin que los humanos tengan que intervenir. Ahora vamos a ver un ejemplo.
Alberto Gómez Toribio recuerda “el caso de la empresa de energía alemana RWE”, que espera que los vehículos eléctricos se comuniquen automáticamente mediante contratos inteligentes con cualquier estación de recarga para llenar sus baterías por un lado y, por otro, hacer el pago sin que intervenga ningún humano. La transacción se lleva a cabo en monedas digitales o tokens, es decir, en símbolos que representan euros y que RWE podría canjear por dinero.
La firma alemana conseguiría así vender energía y recibir una comisión, un porcentaje de cada transacción, por facilitar los tokens. Como la transacción y la transferencia se abaratarían, el cliente podría acabar pagando menos.
De todos modos, blockchain, las monedas digitales, los tokens y los contratos inteligentes todavía tienen mucho que demostrar hasta convertirse en una alternativa creíble para los consumidores a los medios de pago convencionales, hasta que multitud de grandes empresas que no sean bancos lo tomen en serio… y hasta que realmente pongan patas arriba el sector financiero, que es lo que prometen.
La confianza de la población, de los consumidores y de las empresas no está siendo fácil de conseguir debido, sobre todo, al recuerdo de los naufragios de bitcoin entre el gran público, a los posibles fallos de seguridad que se han empezado a detectar en blockchain y a que el uso masivo no se va a justificar hasta que el Internet de las cosas sea una realidad, algo que permitirá, según las estimaciones que Cisco, que 50.000 millones de dispositivos se comuniquen entre sí mediante sensores conectados a la Red en 2020.
Vivimos el ensayo general de una revolución profunda en el sector financiero que amenaza con extenderse a los demás. La incertidumbre es máxima. También el escepticismo.
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