Crecimiento Económico

¿Cuánto consumo es (apenas) suficiente para una economía?

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Un Ferrari 458 Spider es cargado en un camión tras ser comprado por un joven chino en un concesionario de Shenzhen, en esta foto de archivo del 28 de mayo de 2012. Las marcas de lujo que apuestan por una recuperación del consumo en China para impulsar sus ventas podrían llevarse una sorpresa desagradable: la débil demanda en el segundo mayor mercado de lujo del mundo podría extenderse más allá de la desaceleración económica, a medida que Beijing reprime el consumo ostentoso. El gobierno impuso una norma de “estilo de trabajo frugal” para sus funcionarios, que entra en vigor el 1 de octubre de 2012, y que les prohíbe gastar dinero público en banquetes lujosos o autos costosos, así como aceptar regalos de alto valor. REUTERS/Bobby Yip/Archivo (CHINA – Etiquetas: SOCIEDAD NEGOCIOS TRANSPORTE)

China quiere complementar su éxito singular en la exportación de bienes con un mayor consumo interno. Image: REUTERS/Bobby Yip

John Letzing
Digital Editor, Economics, World Economic Forum
Este artículo es parte de: Reunión Anual de los Nuevos Campeones
  • China quiere reequilibrar su economía, centrada en la manufactura, con un mayor gasto de los consumidores.
  • Es una tarea compleja que se debate con frecuencia en la Reunión Anual de los Nuevos Campeones del Foro Económico Mundial, también conocida como el “Davos de verano”, en Tianjin.
  • Y llega en un momento en que otras potencias económicas, como Estados Unidos, avanzan en la dirección opuesta.

Fue una tormenta perfecta de riqueza repentina, fines de semana y nuevas formas de vender felicidad.

Entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX, la productividad en Estados Unidos se disparó, las horas laborales semanales disminuyeron y los minoristas perfeccionaron el uso de la publicidad para captar la mayor cantidad posible de ingresos disponibles, haciendo que el simple acto de comprar algo pareciera un ritual gratificante.

El gasto en consumo personal en Estados Unidos se ha convertido en una piedra angular cultural que representa casi el 70 % del PIB del país.

En el otro lado de la balanza global, China intenta impulsar su propio consumo interno con una mezcla de incentivos. Un país que ha desarrollado la manufactura hasta convertirse en la fábrica del mundo ahora busca reequilibrar su economía reduciendo su dependencia de las exportaciones.

Esto significa que las dos mayores economías del mundo están empujando en direcciones opuestas. China anhela un mayor consumo, pero Estados Unidos quiere desesperadamente combinar su elevado gasto con más producción. Estas agendas contrastantes plantean la pregunta: ¿cuánto consumo es la cantidad justa?

“Se podría argumentar que Estados Unidos no es necesariamente el punto de referencia adecuado”, dijo el economista Eswar Prasad, de la Universidad de Cornell, en los márgenes del Davos de verano. El país ahorra relativamente poco y su déficit comercial es evidente. En China, en cambio, una alta tasa de ahorro indica que la gente siente la necesidad de compensar lo que Prasad describió como una red de seguridad social “muy limitada.”

“No tenemos una medida clara de cuánto ahorro sería ideal,” dijo, pero China es claramente un caso atípico. Y la capacidad excedente que producen algunas de sus industrias nacionales hace que incentivar el consumo sea aún más urgente.

“Prácticamente todos los documentos de política económica del gobierno donde se hablan de grandes cambios mencionan esta necesidad”, dijo Prasad.

Crecimiento basado en manufactura y Barbies

La multiplicación de bienes accesibles en Estados Unidos comenzó en la década de 1890. Artemas Ward, un publicista pionero, perfeccionó el uso de jingles publicitarios y organizó una maniobra publicitaria en la que un marinero cruzó el Atlántico en un bote alarmantemente pequeño para promocionar una marca de jabón. Por esa época surgió también la expresión “consumo ostentoso”, usada para describir la exhibición del poder adquisitivo para comprar lo mejor en “alimentos, bebida, narcóticos, alojamiento, servicios, adornos, vestimenta, armas y accesorios, diversiones, amuletos e ídolos o divinidades”.

El gasto en consumo en Estados Unidos siguió creciendo durante la segunda mitad del siglo XX. Pero el auge de la manufactura no lo acompañó: con la globalización, muchas cosas simplemente empezaron a importarse.

China se unió a la Organización Mundial del Comercio en 2001. Dos décadas más tarde, su economía era 13 veces mayor, y Estados Unidos dependía de China para casi una quinta parte de sus importaciones, mientras acumulaba un déficit comercial de 355.000 millones de dólares con su rival ascendente.

Con el tiempo, esta dinámica empezó a parecer cuestionable para un número creciente de personas y políticos. El consumo podía mantener la economía estadounidense en funcionamiento, pero no servía como ancla real. La reindustrialización pasó a ocupar el centro del debate. Pero hay un problema con esto, señaló la profesora de Economía Política de la Universidad Johns Hopkins, Yuen Yuen Ang, durante una sesión del Davos de verano: “No existe un manual probado sobre cómo reindustrializarse”, dijo. “Sabemos cómo alcanzar la industrialización, pero no sabemos realmente qué hacer cuando ya estás industrializado, trasladas toda tu producción al extranjero... y ahora querés recuperarla”.

A medida que se reducía la base manufacturera de Estados Unidos, el crecimiento basado en la manufactura de China generaba más riqueza y más consumo. Estados Unidos intentó aprovecharlo enviando algunas de sus propias exportaciones. Un intento costoso por popularizar las muñecas Barbie en China fracasó.

Una tienda insignia de Barbie abrió en Shanghái en 2009 con gran despliegue publicitario.
Una tienda insignia de Barbie abrió en Shanghái en 2009 con gran despliegue publicitario. Image: REUTERS/Aly Song

Otros productos sí han tenido una mejor recepción en el mercado chino, como los relojes suizos. Las fluctuaciones en el apetito de los consumidores chinos por estos costosos relojes han tenido un impacto decisivo en el valor de las acciones de los fabricantes suizos.

Últimamente, el debilitamiento del impulso consumidor chino ha generado preocupación. Prasad señaló que se habían logrado avances reales en ese frente, pero luego llegó la pandemia: “China está construyendo fábricas, está produciendo muchos más vehículos eléctricos, por ejemplo. Pero la demanda no está del todo presente”.

Mientras tanto, Estados Unidos sigue dependiendo fuertemente del consumo para sostener su economía, ya que la reindustrialización aún está en proceso.

Algunos investigadores han tratado de identificar un componente cultural detrás de esta disparidad. Un estudio sugirió que “los países con tradiciones confucianas” tienen tasas de consumo mucho más bajas que la media mundial. Pero esa explicación podría ser tan cuestionable como la supuesta “ética protestante del trabajo” que a menudo se asocia con Estados Unidos, un país que también consume de manera abundante.

Un equilibrio más saludable en ambos países podría traer beneficios importantes. Lograrlo sin que la asimetría actual alimente una mayor animosidad sería el desenlace ideal.

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