Resiliencia ante los apagones: lecciones para la confiabilidad energética en América Latina

La confiabilidad energética es cada vez más importante a medida que el mundo avanza hacia una economía baja en carbono. Image: Getty Images/serts
- La transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono ha acelerado la electrificación y aumentado la demanda mundial de energía, que a menudo se cubre con energías renovables.
- En este contexto, desarrollar la resiliencia energética requiere conocimientos técnicos, pero también colaboración, liderazgo y planificación.
- En América Latina, un sistema eléctrico confiable y resilente puede crear una base sólida para el crecimiento económico y el bienestar social.
La transición energética global y la descarbonización de la economía han marcado el rumbo del sector eléctrico en la última década. La electrificación acelerada y la integración a gran escala de las fuentes de energía renovables han aportado indudables beneficios ambientales y económicos. Pero estos avances también han expuesto vulnerabilidades críticas en los sistemas eléctricos que aumentan la frecuencia de los apagones a gran escala.
De hecho, los recientes apagones en España, Portugal, Brasil y Chile nos recuerdan que la confiabilidad energética no se puede dar por sentada. La resiliencia energética va más allá de los conocimientos técnicos y abarca el liderazgo colaborativo, las prioridades de riesgo y la coordinación de la planificación entre gobiernos, reguladores, empresas e instituciones multilaterales.
En el entorno actual de incertidumbre climática y disrupción tecnológica, la confianza y la alineación institucional son tan esenciales para la confiabilidad energética como la infraestructura física.
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Integración de las energías renovables
La energía renovable variable, aunque limpia y competitiva en costos, carece de la inercia que proporciona la generación tradicional. La inercia es la capacidad de un sistema para amortiguar desviaciones repentinas de frecuencia, un fenómeno cada vez más común al integrar recursos variables a la red. Su ausencia eleva el riesgo de inestabilidad y de fallas en cascada. Superar este desafío de inercia requiere tecnologías de control avanzadas, almacenamiento a gran escala y soluciones digitales para estabilizar redes cada vez más complejas.
La magnitud de esta transformación no tiene precedentes. Para integrar de forma segura las energías renovables, la empresa de investigación DNV estima que la capacidad de la red mundial debe multiplicarse por 2,5 con respecto a su tamaño actual y que el gasto anual debe duplicarse con creces hasta alcanzar los 970 000 millones de dólares en 2050. Esta expansión requiere un rediseño estructural en el que la resiliencia sea un principio rector y no una idea secundaria.
La confiabilidad energética tampoco puede seguir considerándose una cuestión puramente nacional. Las interconexiones regionales deben entenderse como una infraestructura estratégica para la resiliencia y la seguridad. La integración reduce el costo, permite compartir reservas, mitiga las emergencias y facilita la integración a gran escala de las energías renovables.
Aunque las preocupaciones sobre soberanía y dependencia son válidas, la experiencia internacional demuestra lo contrario. En Europa, las interconexiones transfronterizas, junto con una sólida armonización normativa, han reforzado la seguridad del sistema y acelerado la transición hacia la energía limpia.
En América Latina, organizaciones como el Sistema de Interconexión Eléctrica Centroamericana y la Iniciativa de Interconexión del Arco Norte ya están promoviendo inversiones coordinadas, estándares técnicos comunes y marcos operativos compartidos. Están dando pasos fundamentales hacia una arquitectura regional de resiliencia.
Preparando la próxima fase de la resiliencia energética
Como se destaca en el reciente informe del Foro Económico Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo Avanzando en la transformación del sistema eléctrico de América Latina, lograr esa resiliencia también depende de la modernización de los marcos regulatorios y la creación de mecanismos de financiamiento innovadores para ampliar y digitalizar las redes de transmisión. El informe destaca que se necesitarán más de 30 000 millones de dólares anuales en inversiones en la red eléctrica hasta 2035 —dos tercios de los cuales provendrán de capital privado— para garantizar la integración segura de las energías renovables en América Latina.
También subraya el potencial de los estándares verdes de transmisión, la digitalización avanzada y las interconexiones de alta tensión en corriente continua (HVDC) para mejorar la flexibilidad operativa y reducir los costos. Desde esta perspectiva, la resiliencia energética es inseparable de la innovación institucional para crear regulaciones predecibles, procesos de permisos transparentes y una planificación coordinada que conecte los sistemas nacionales en una red regional integrada y capaz de resistir tanto las crisis climáticas como las de mercado.
Hoy en día, la resiliencia no puede depender exclusivamente de los activos tradicionales de transmisión. Para proporcionar flexibilidad y capacidad de respaldo, es fundamental contar con sistemas de transmisión flexible de corriente alterna (FACTS), soluciones descentralizadas, almacenamiento de energía y nuevos modelos de negocio digitales. La Estrategia 2040 de Interconexión Eléctrica S.A. refleja este enfoque, incorporando el almacenamiento de energía, las soluciones distribuidas y la infraestructura inteligente como elementos fundamentales para garantizar la confiabilidad energética.
Es igualmente importante prepararse para el cambio climático. Los fenómenos meteorológicos extremos amenazan cada vez más la continuidad de la red, lo que crea una necesidad aún mayor de infraestructuras resilientes al clima, marcos normativos adaptables y una planificación basada en escenarios.
La confiabilidad energética como imperativo social y económico
Contar con sistemas eléctricos confiables y resilentes es fundamental para el crecimiento económico y el bienestar social. Cuando el suministro de energía es constante, las industrias pueden innovar, las empresas pueden prosperar y las comunidades pueden acceder a servicios esenciales que mejoran su calidad de vida.
Para América Latina, el camino es claro: construir redes eléctricas robustas, interconectadas, flexibles y, sobre todo, confiables, es la unica manera de garantizar que la transición energética se convierta en un verdadero motor de competitividad, sostenibilidad y oportunidades. No invertir en resiliencia implica el riesgo de que la transición se convierta en un proceso frágil y desigual.
Al fortalecer la interconexión regional, invertir en tecnologías flexibles y promover el diálogo regulatorio, la transición energética de la región no solo será limpia y sostenible, sino que también podrá ser asequible, segura, resiliente y confiable; un verdadero motor de progreso para las generaciones futuras.
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