Por qué necesitamos modelos de financiación innovadores ante la caída del gasto sanitario mundial

Necesitamos financiación innovadora en salud para hacer frente a los complejos desafíos sanitarios mundiales. Image: REUTERS/David W Cerny/File Photo
Shyam Bishen
Head, Centre for Health and Healthcare; Member of the Executive Committee, World Economic Forum- Si bien los indicadores de salud mundiales han mejorado en los últimos años, el progreso se está desacelerando y los avances están en riesgo debido a una serie de desafíos complejos.
- Los mecanismos tradicionales de financiación reactiva son insuficientes para abordar el complejo panorama sanitario actual, por lo que se necesitan mecanismos de financiación innovadores.
- La primera Mesa Redonda Anual sobre Salud del Foro Económico Mundial, que se celebrará los días 20 y 21 de mayo en Ginebra, reunirá a partes interesadas de todo el mundo con el fin de impulsar un cambio sistémico para un futuro más saludable.
- Este artículo se publicó por primera vez en CGTN. Puedes leerlo aquí.
La atención sanitaria necesita nuevos modelos de financiación y, con ello, nuevas formas de colaboración, tolerancia al riesgo y visión a largo plazo – cualidades que a menudo faltan en las arquitecturas de financiación tradicionales.
Pero la cruda realidad es que, aunque los indicadores de salud global han mejorado en los últimos años, estos avances se enfrentan a graves riesgos.
No solo están aumentando los desafíos relacionados con los patrones climáticos y los cambios demográficos, sino que a esta potente mezcla se ha sumado ahora el descenso de la financiación sanitaria internacional y la ayuda al desarrollo.
Análisis recientes muestran que, si bien los indicadores de salud, como la esperanza de vida y la reducción de la mortalidad infantil y materna, han seguido mejorando después de la pandemia, el ritmo de progreso se ha ralentizado.
Además, las puntuaciones en materia de normas sanitarias se han estancado o han disminuido, lo que indica un debilitamiento de la preparación sanitaria mundial. Si no abordamos esta situación, corremos el riesgo de perder los avances en materia de salud que tanto nos ha costado conseguir.
Los sistemas de salud actuales se enfrentan a cuatro grandes desafíos: el impacto del clima, que se prevé que causará 14,5 millones de muertes adicionales para 2050; las demandas del envejecimiento de la población, que se espera que se dupliquen en los próximos 25 años; el aumento de las enfermedades no transmisibles; y la persistencia de desigualdades sistémicas en el acceso a la atención sanitaria y en los resultados de salud.
Ha surgido un quinto gran desafío: la disrupción geopolítica. En el mejor de los casos, la interacción entre la geopolítica y la salud pública mundial es complicada.
En los peores casos, esta dinámica socava rápidamente los programas, los sistemas y las cadenas de suministro de salud. Podría decirse que estamos viviendo uno de los peores momentos. La brusca disminución de la ayuda al desarrollo, especialmente por parte de Europa y Estados Unidos, ha tenido un efecto inmediato y profundo en los programas y en su personal.
Ya sería grave si este fuera el único cambio geopolítico, pero la salud pública mundial también se enfrenta al problema del aumento de los aranceles y las tensiones comerciales, que socavan sus cadenas de suministro, así como a la fragmentación de los sistemas tradicionales de apoyo multilateral.
Esto es muy importante por tres razones. En primer lugar, no solo hemos puesto en peligro todos los avances en salud logrados en los últimos veinte años, sino que también nos hemos vuelto más vulnerables – a nosotros y las generaciones futuras – en un momento en que son cada vez mayores los riesgos relacionados con el clima y otros problemas de salud.
En segundo lugar, el desmantelamiento de la arquitectura de financiación mundial para la salud pública afecta a la innovación, la colaboración y la coherencia normativa. La financiación es vital para la investigación y el desarrollo, que impulsa nuevas tecnologías y tratamientos médicos.
Lo contrario se traduce rápidamente en una ralentización de los avances, una falta de coordinación y una duplicación de esfuerzos. A esto se suma que la distribución desigual puede crear incoherencias en la normativa, así como en su aplicación y cumplimiento.
Esto crea el tercer problema: dificultades aún mayores para el acceso universal a los servicios de salud. Además, la resiliencia de los servicios de salud está en peligro tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo. La resiliencia implica estar preparados para impactos como el de la COVID-19, lo que permite a los servicios de salud minimizar el impacto y recuperarse lo más rápidamente posible (lo que a su vez limita la disrupción y los costos).
Para desarrollar la resiliencia se necesita financiación y, a medida que aumentan los desafíos sanitarios, se necesita más financiación. En este sentido, la decisión de recortar la ayuda exterior no podría llegar en peor momento. La financiación de la salud mundial no es un sistema estático. Aunque el sistema ha sufrido recientemente un gran choque, se están desarrollando soluciones continuamente.
Es probable que la convulsión geopolítica se acelerará, y los gobiernos aprovecharán la oportunidad para cambiar sus modelos de financiación.
En este sentido, la innovación es esencial y ahora debe ir mucho más allá de nuevos medicamentos o dispositivos médicos, abarcando no solo cómo financiamos, sino, sobretodo, cómo prestamos y gestionamos los sistemas de salud.
Debemos alejarnos de la dependencia de compromisos ad hoc de los donantes para financiar las crisis sanitarias y de modelos que vinculan directamente la financiación a los resultados, como es el caso de los bonos de impacto social. En su lugar, necesitamos innovación en la financiación, en particular un cambio hacia modelos de financiación mixta que reduzcan el riesgo de las inversiones y atraigan un volumen mucho mayor de fondos.
También necesitamos mecanismos de seguro que proporcionen rápidamente liquidez financiera durante las crisis sanitarias, y modelos de atención descentralizados que apoyen a las personas menos atendidas de manera más eficiente y rentable. También debemos aprender a utilizar con astucia tecnologías como la inteligencia artificial y la gestión de datos, que nos permitan hacer más con menos recursos.
El cambio hacia el multipolarismo ha vuelto a situar los derechos y las necesidades de las naciones en el primer plano de las agendas. Paralelamente, se ha producido un cambio perceptible hacia la reimaginación de la salud global como un sistema que se adapta a esta nueva realidad.
Con la disminución de la ayuda y la colaboración internacional, es más probable que los servicios de salud se desarrollen a nivel local, lo que modificará los mandatos y la capacidad de los financiadores para influir en los resultados.
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Los gobiernos deben considerar este momento como una oportunidad para desarrollar los sistemas nacionales de salud y convertir la salud en un motor económico. Es esencial abordar las deficiencias de los servicios sanitarios, como la formación y la retención de la fuerza laboral, o reforzar las cadenas de suministro regionales. En los países que tienen dificultades para lograrlo a nivel nacional, es probable que se produzca un cambio hacia la autonomía regional en materia de salud.
Esto no significa que las naciones deban dejar de promover y beneficiarse de una cooperación y colaboración más amplias. Los desafíos en materia de salud no respetan las fronteras, lo que subraya la necesidad continua de mecanismos de gobernanza global, ya sea para monitorear los brotes de enfermedades o para ayudar a promover el acceso y mejorar los resultados.
Actualmente, estos mecanismos se encuentran en crisis, lo que indica la necesidad de enfatizar su papel vital y desarrollar contrapartes regionales viables.
Puede sonar dramático decir que todo está en juego, pero así es. Sin una financiación adecuada de la salud pública a nivel mundial, los riesgos aumentan para todos. No se trata de una predicción vacía: la COVID-19 ha sido una prueba contundente.
Según cifras de la Organización Mundial de la Salud, la interrupción de programas contra la tuberculosis provocó más de 700 000 "muertes excesivas" por esta enfermedad entre 2020 y 2023.
La disminución del gasto mundial en salud, combinada con la intensificación de las amenazas para la salud y los desequilibrios persistentes, hace que la innovación y los nuevos modelos de financiación no solo sean deseables, sino esenciales. También significa que es de suma importancia detectar rápidamente las oportunidades que surgen de esta crisis y actuar para desarrollarlas.
La primera Mesa Redonda Anual sobre Salud del Foro Económico Mundial, que se celebrará los días 20 y 21 de mayo en Ginebra (Suiza), explorará estos temas críticos, utilizando su capacidad de convocatoria y su compromiso con la colaboración entre múltiples partes interesadas para impulsar el cambio sistémico necesario para garantizar un futuro más saludable para todos.
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