Riesgo y resiliencia

Coronavirus en Paraguay: 3 claves para entender cómo el país logró contener el contagio pese a estar en la región "epicentro mundial" de la pandemia

Un trabajador de la salud le toma la temperatura a un hombre en el cruce fronterizo de Puerto Falcón, después de que el gobierno cerrara las escuelas y suspendiera los eventos a gran escala durante un período de 15 días debido al brote de coronovirus, en Puerto Falcón, Paraguay, el 11 de marzo de 2020.

Un trabajador de la salud le toma la temperatura a un hombre en el cruce fronterizo de Puerto Falcón, después de que el gobierno cerrara las escuelas y suspendiera los eventos a gran escala durante un período de 15 días debido al brote de coronovirus, en Puerto Falcón, Paraguay, el 11 de marzo de 2020. Image: REUTERS/Jorge Adorno - RC2WHF9EA63X

Angelo Attanasio

En Paraguay la vida parece haber reanudado su curso.

Desde el pasado lunes 15 de junio, los restaurantes y los bares volvieron a abrir sus puertas, así como los gimnasios y los centros deportivos.

Los ciudadanos del país guaraní ahora pueden también comprar boletos de teatro y autocines y participar en los servicios religiosos.

Eso sí: con aforo limitado, usando mascarilla y respetando el distanciamiento social.

Mientras que América Latina se convirtió en las últimas semanas en el epicentro de la pandemia de coronavirus a nivel mundial -entre los 15 países del mundo con mayor número de casos confirmados hay cuatro latinoamericanos: Brasil, Perú, Chile y México, de acuerdo con cifras de la Universidad John Hopkins de EE.UU.-, Paraguay vuelve a la normalidad después de tres meses de confinamiento.

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Y lo hace con unos números envidiables: a 17 de junio, los casos confirmados de coronavirus son 1.308, mientras que los fallecidos a causa del covid-19 son 13, y solo dos de ellos en el último mes.

Mirando el contexto de la región, Paraguay se mantiene con una tasa de 2 muertos por millón de habitantes, la más baja de Sudamérica. Es decir, muy lejos de los 210 por millón de Brasil, los 36 de Colombia, los 20 de Argentina e incluso los 6 fallecidos por millón de habitantes de Uruguay.

Pero, ¿cómo lo consiguió?

1. Una respuesta inmediata

"Una de las razones principales es que el gobierno paraguayo actuó muy rápidamente", explica Carin Zissis, directora del sitio de análisis Americas Society/Council of the Americas (AS/COA, por sus siglas en inglés), que esta semana publicó un informe detallado llamado "¿Dónde está el coronavirus en América Latina?".

A principios de febrero, cuando aún no había registrado ningún caso de Covid-19, el gobierno de Mario Abdo Benítez suspendió las visas a todos los ciudadanos de la República Popular de China, así como a todo extranjero que hubiese viajado a China continental.

Luego, el 10 de marzo, tres días después de que se confirmaran los dos primeros casos de contagio en el país -los de dos ciudadanos provenientes de Ecuador y Argentina-, Abdo, apoyado por el ministro de salud Juan Mazzoleni, decretó el Aislamiento Preventivo General a nivel nacional.

Esta primera medida incluía la suspensión de las clases escolares en todos los niveles, así como la restricción de todos los eventos públicos y privados y la declaración del toque de queda nocturno.

Esto ocurría un día antes de que la OMS declarase el brote de coronavirus como una "pandemia".

"Nuestra argumentación era que estos casos provenían de países donde la circulación del virus en aquel momento no era comunitaria", recuerda Juan Carlos Portillo, director general de Servicios de Salud del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social de Paraguay.

"La pregunta que nos hicimos fue: '¿Podemos descartar que adentro de nuestro país no tenemos circulación comunitaria del virus?' Y la respuesta fue que no".

"Además, éramos conscientes de que nuestro sistema de salud es débil", sigue Portillo, "y que tanto las estructuras como el personal sanitario estaban desde hacía semanas bajo la presión de la peor epidemia de dengue que se haya registrado en Paraguay".

Al cabo de pocos días, las autoridades guaraníes declaraban la cuarentena total, una de las más estrictas de la región.

Los paraguayos tenían que mantenerse encerrados en sus casas y solo podían salir para comprar alimentos y medicamentos, en caso de emergencia o si eran trabajadores esenciales.

"A diferencia de otros gobiernos, como el de México o el de Brasil, el de Paraguay consiguió enviar un mensaje claro y actuó de manera coherente", explica Zissis, "cosa que permitió que la población acatase las decisiones y actuase de forma responsable".

"Tanto el fuerte liderazgo político como la actitud positiva de la población fueron clave para lograr la contención de la difusión del virus", concuerda Roberto Escoto, representante en Paraguay de la Organización Panamericana de la Salud, la oficina regional de Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS, por sus siglas en inglés).

Además, el gobierno de Abdo construyó dos hospitales de emergencia y aumentó las camas de cuidados intensivos. Actualmente 8 personas se encuentran hospitalizadas por covid-19 y solo una de ellas en cuidados intensivos.

A principios de mayo el gobierno instauró la "Cuarentena Inteligente": poco a poco, y según un calendario dividido en 4 fases, se flexibilizaban algunas medidas de confinamiento y se abrían ciertos sectores económicos.

El pasado lunes Paraguay entró en la tercera fase, que durará hasta principios de julio, y la actividad económica volvió aunque, según estiman algunas de las fuentes consultadas, en un 80% de su potencial.

2. El aislamiento geográfico

El escritor paraguayo Augusto Roa Bastos describía su país como una "isla rodeada de tierra" en el corazón del continente.

Y no se podría entender el éxito de la estrategia de Paraguay sin tener en cuenta su aislamiento geográfico.

Paraguay no solo no tiene salida al mar, sino que amplias zonas de su territorio están cubiertas por la selva o por la sabana.

Además su capital, Asunción, tiene un tráfico aéreo reducido si la comparamos con las otras grandes ciudades de Sudamérica, como Buenos Aires o Sao Paulo.

Y hay que considerar otro elemento: la densidad de su población.

Se ha visto que los países y las ciudades más densamente poblados son los más afectados por esta epidemia.

En Paraguay, en cambio, viven unos 7 millones de personas en un territorio tres veces más grande que el de Uruguay -otro país, por cierto, que logró contener la pandemia con una estrategia exitosa.

Por lo tanto, la densidad de población en Paraguay es muy baja, solo 17 personas por kilómetro cuadrado, cosa que le ha beneficiado.

"Otros países con un tamaño y una población reducida, como Uruguay y Costa Rica, lograron resultados significativos en la lucha contra el coronavirus", explica Zissis, "mientras que países más grandes o mucho más poblados, como Brasil o EE.UU., tienen mayores desafíos".

Sin embargo, sigue Zissis, "un tamaño reducido no es una condición suficiente para contener el virus y el caso de Panamá -donde hasta el 17 de junio se registraron 22.597 casos y 470 fallecidos, según datos del John Hopkins Center- lo demuestra".

Otro dato demográfico que explica la baja mortalidad en Paraguay es que 8 de cada 10 infectados, según el Ministerio de Salud Pública, tenía menos de 39 años, es decir, una franja de edad que estadísticamente tiene menos riesgos de padecer complicaciones y muertes.

Por otro lado, Paraguay comparte más de 1.300 kilómetros de frontera con Brasil, que actualmente es el segundo país del mundo con más casos de coronavirus en el mundo, solo por detrás de EE.UU.

Y aquí podría estar otra clave del éxito de Paraguay: su política fronteriza.

3. Fronteras cerradas

El gobierno paraguayo cerró sus fronteras terrestres con Argentina, Bolivia y Brasil el 24 de marzo y a día de hoy no contempla su reapertura.

El presidente paraguayo incluso afirmó que Brasil era "la principal amenaza" en la lucha contra la pandemia, debido al alto número de contagios y muertes.

Militares paraguayos fueron enviados a la región fronteriza para impedir la entrada de automóviles y autobuses de comerciantes y residentes brasileños.

También se levantaron vallas de alambre de púa en la ciudad fronteriza de Pedro Juan Caballero.

"Mientras haya evidencias de que en Brasil la situación no mejora, no hay razón para abrir las fronteras", afirma Portillo, quien resume la actual relación entre los dos países con una frase: "Si Brasil estornuda, Paraguay tendrá neumonía".

Pero desde un principio surgió otro problema por resolver: el de los paraguayos y los extranjeros residentes que querían volver al país.

Para solucionarlo, el gobierno organizó una red de decenas de albergues en todo el país.

Decenas de hoteles, escuelas y edificios militares y religiosos fueron acondicionados para que todos los que querían volver a Paraguay pasasen allí una cuarentena de 14 días.

Hasta ahora, se han alojado en esos albergues unas 6.000 personas, a las que el Estado paraguayo facilita alimentos y cuidados sanitarios pero donde también ha habido quejas por los tratos y las condiciones de muchos de estos lugares.

"Al principio nunca habríamos imaginado que llegara tanta gente", explica Escoto. "Pero se demostró una decisión muy acertada".

Más del 60% de todos los casos de coronavirus registrados en el país fueron detectados en esos albergues, cosa que impidió que el virus se difundiera por el país.

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Aunque Paraguay está volviendo a la normalidad y las autoridades no esconden su satisfacción por el éxito de su estrategia, consideran que el peligro no pasó todavía.

"La complacencia, la sensación de triunfo, puede ser nuestro peor enemigo", explica Escoto.

"El hecho de que nuestra población no se haya contagiado de manera masiva", añade Portillo, "quiere decir que sigue estando desprotegida, al no haber desarrollado los anticuerpos".

"Esto nos obliga", concluye Portillo, "a mantener una postura de alerta".

El otro foco de atención son las consecuencias económicas que la cuarentena prolongada puede tener sobre la población, en particular la que está empleada en el sector informal.

Un informe publicado por el Banco Mundial auguraba una caída del PIB de Paraguay del 2,8%, inferior a la de otros países de la región, pero igualmente relevante en un país en el que el uno de cada 5 ciudadanos, según la Comisión Económica para América y el Caribe (Cepal), vive una situación de pobreza extrema.

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