¿Por qué Italia y España?
Una pancarta cuelga en un balcón, el Domingo de Ramos, tras el brote de la enfermedad coronavirus (COVID-19), en Catania, Italia, el 5 de abril de 2020. La pancarta dice: "¡Todo va a estar bien!" Image: REUTERS/Antonio Parrinello - RC2AYF9V8691
Con 15.300 y 11.700 muertos, Italia y España hace días que dejaron atrás a la región china de Wuhan, origen de la pandemia, y encabezan el triste ranking de víctimas por coronavirus en el mundo. Ambos países suman el 44% de los muertos globales, mientras representan sólo el 1,4% de la población mundial.
¿Por qué la Covid-19 se ha ensañado en este rincón del Mediterráneo? ¿Mala suerte? ¿Mala gestión? ¿Existen factores que explican su mayor vulnerabilidad que otras zonas? ¿O, simplemente, Italia y España han enfilado primero una senda que otros seguirán más tarde?
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Los interrogantes están encima de la mesa de los expertos, que advierten que es pronto para conclusiones pues están ante un virus aún muy desconocido. “No estamos seguros de por qué, ni siquiera de si Italia y España han sido golpeados más duramente que el resto de países europeos”, dice Leon Danon, epidemiólogo de la Universidad de Exeter y miembro del equipo que asesora al Gobierno británico.
Algunas hipótesis, sin embargo, toman fuerza. Si hay un elemento al que apuntan los datos de forma constante, es que la edad es clave: la Covid-19 golpea mucho más letalmente a la gente mayor. La pirámide demográfica de Italia y España, con una población envejecida, indica que son más vulnerables ante el virus. “La famosa dieta mediterránea y la longevidad están jugando en vuestra contra”, resume Danon.
Los expertos advierten que aún no está claro si los dos países mediterráneos van peor o sólo primero
La demografía explica algo, pero no todo. La edad media en Italia (45,9) y España (44,9) está por encima de la china (38,4) o la británica (40,5), pero no tanto de la surcoreana (43,7) o la alemana (45,9).
La estructura social mediterránea, las costumbres y modos de relacionarse, han contribuido, afirma Àlex Arenas, catedrático de Ciencias de la Computación y Matemáticas de la Universidad Rovira i Virgili. “Somos una sociedad muy familiar, en la que los abuelos cuidan a los niños al salir del cole. Y somos de abrazar y besar, de quedar con los amigos para tomar algo. Es distinto en el norte de Europa, no digamos en los países asiáticos, donde el contacto físico es mínimo y todos llevan mascarilla”.
Arenas censura el mensaje martilleado durante semanas desde las autoridades desaconsejando el uso de mascarillas, que él usa desde enero: “Hay que ser negligente o ignorante para decir que no sirven. Lo que pasa es que no hay suficientes porque no se hizo acopio. Claro que sirven. No tanto para protegerte a ti sino a los demás si eres tú el infectado y no lo sabes”.
Los italianos Paolo Surico y Andrea Galeotti, profesores de Economía en la London Business School, señalan un estudio del 2008 que analiza el contacto entre grupos de edad en ocho países europeos para determinar su impacto en la propagación de enfermedades infecciosas. España no sale, pero Italia sí, y es razonable creer que los datos serían parecidos: los ancianos italianos tienen mucho más contacto con niños y jóvenes que los alemanes.
Surico y Galeotti comparan estadísticas en Italia o Corea del Sur. El 29,9% de los infectados coreanos tiene entre 20 y 29 años; en Italia son el 3,7%. Ahí, en cambio, el 41,3% tienen más de 70 años, frente al 8,7% coreano. ¿Cómo, si es el mismo virus? La diferencia es que Italia sólo hace tests a los casos más graves; Corea ha testeado de forma masiva y no sólo a los enfermos.
Todos los expertos consultados coinciden que los tests son el factor clave que explica la propagación o contención de la epidemia. Alemania, que comenzó en enero y ahora hace 500.000 pruebas por semana, “tiene una imagen más clara que otros de la parte del iceberg que está escondida bajo el agua”, dice Maier.
Arenas utiliza otra metáfora: la del bosque que arde. En Alemania y Corea los tests permitieron una detección precoz de los focos del incendio. En Italia y España, en cambio, los fuegos ardieron descontroladamente hasta que no hubo más remedio que imponer medidas de confinamiento, cortafuegos para romper las cadenas de contagio.
“Gracias a estos cortafuegos poco a poco logramos contener el incendio. Pero aún arde –advierte Arenas–. Toca entrar en el bosque y mirar árbol por árbol, ver cuáles ya están quemados y no suponen ningún peligro, y cuáles siguen en llamas y amenazan a árboles sanos”. Realizar tests de la forma más masiva posible será el único modo de levantar las restricciones paulatinamente, opina. Mientras no lleguen los tests, considera imperativo imponer el uso de profilaxis física, mascarilla y guantes para el día a día laboral cuando se relaje el confinamiento.
También Surico y Galeotti ven en los tests la única salida. “A la opinión pública no se le está diciendo suficientemente claro que el aislamiento no es una solución, sino sólo un aplazamiento del problema. Nos permite ganar tiempo, pero hay que aprovecharlo”, dicen los economistas. Apuestan por hacer tests “de forma inteligente, con muestras estadísticamente representativas”.
Algunos con más dureza y otros menos, pero todos están de acuerdo en algo: España, que tuvo el precente de los vecinos italianos, tardó en reaccionar. “Recuerdo mirar los números españoles a principios de marzo y pensar: ¿por qué no están haciendo nada?”, dice Maier. “El hecho de que no se tomase ninguna acción contribuyó sin duda al rápido crecimiento y una vez la infección está en todas partes la única forma es cerrarlo todo”, reflexiona Danon.
“España tenía dos semanas de ventaja respecto a Italia, pero no las hemos sabido aprovechar”
“Teníamos dos semanas de ventaja respecto a Italia pero no las hemos sabido aprovechar”, lamenta Arenas. “España no se ha tomado en serio la ciencia fundamental tras esta pandemia, que no es sanitaria sino física y matemática. Los modelos con los que trabajamos apuntan, desde hace mucho, a una explosión invisible de casos. Europa está muy conectada con China, millones de personas se desplazan cada día, de forma que era inevitable que el virus llegase aquí, y más con una enfermedad que no muestra síntomas hasta pasados unos días de la infección”.
Arenas señala que en Asia no se esperó tanto para imponer medidas agresivas de aislamiento social y control de la movilidad. Bastaron 30 muertos en China, mientras que Italia esperó a los 463 y España, a los 200. Alemania impuso un primer cierre parcial con 28 muertos.
Los científicos sin embargo creen que Italia y España, desgraciadamente, serán pronto alcanzadas por otros países. “Lo que veremos en EE.UU. será catastrófico”, augura Arenas.
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