Este es el liderazgo que necesitas en tiempos modernos e inciertos
Image: REUTERS/Hamad I Mohammed
El modelo de liderazgo que muchos de nosotros conocemos y practicamos ha muerto. Actualmente, ser líder tiene poco o nada que ver con tu nivel de autoridad, conocimiento o con tu capacidad para dirigir, controlar o influenciar el accionar de otros. Seguramente en el pasado era esperado que un líder tuviera claro el camino e inspirara a otros a seguirlo, y quizá por ello la cita de John C. Maxwell de que un líder conoce el camino, recorre el camino y muestra a otros el camino.
Esto pudo ser cierto en tiempos pasados, pero la realidad actual es excesivamente dinámica e inestable para que cualquiera pretenda poder pronosticarla. El futuro es incierto y nadie sabe realmente qué retos nos depara. Quien pretenda saberlo está mintiéndose a sí mismo y/o a los demás.
Así las cosas, las características asociadas con el concepto de liderazgo: visión, temple, asertividad y carisma son insuficientes y, en ocasiones, erróneas para estos tiempos modernos. En lugar de ellas, el mundo actual exige un liderazgo distinto, basado más en la capacidad de empoderar a otros, que en brindarles respuestas certeras a los problemas que enfrentan; más con ser un coach que un director de orquesta; más con ser un amigo cercano que una figura paterna.
El liderazgo que se requiere actualmente, pienso yo, tiene que ver con algo que Ronald A. Heifetz, célebre profesor, autor y conferencista, llama “devolverle el trabajo a la gente”. Este concepto, diametralmente opuesto a la idea de que el líder tiene todas las respuestas requeridas, asume que las respuestas a los problemas existentes no se conocen, y que únicamente la sabiduría colectivay emergente del grupo (léase equipo) es capaz de crearlas.
En el pasado vivíamos en un mundo predecible y en gran medida estático. Por ende, el líder, con su vasta experiencia, conocimiento y aplomo, era capaz de liderar a los seguidores hacia la visión deseada. Actualmente vivimos en un mundo en el que las soluciones, e incluso los problemas, son desconocidos, y es por esta razón que debemos adaptarnos constantemente a la situación para poder sobrepasar los retos que enfrentamos. Un reto técnico tiene una solución experta; un reto adaptativo tiene múltiples soluciones, las cuales varían dependiendo del contexto en que la problemática existe.
Anteriormente, era común e incluso deseable que el líder fuese magnánimo, casi mítico. De esta manera, las personas admiraban al líder a tal grado que percibían sus ideas, palabras y acciones como decretos, y así el líder podía crear una estrategia a largo plazo y los seguidores seguirla hasta su realización. En la actualidad, las estrategias deben cambiar frecuentemente, casi de manera constante, y es por ello que más que el líder todo poderoso de antaño, hoy día se requiere un líder humano que fomente el constante intento y error, la paciencia, tolerancia y empatía que se requieren para equivocarse una y otra vez y seguir adelante en el intento.
De manera similar, el líder sumamente seguro que conocemos, no solo se percibe actualmente como arrogante, sino como un farsante. Ante los retos adaptativos que existen, un líder debe ser lo suficientemente humilde para saber que no lo sabe todo, que depende de los demás, y que el mérito de los logros reside en la gente, no en él.
El líder del pasado solía ser distante, y quizá ciertamente debió ser así puesto que su conocimiento, experiencia y carácter superiores lo colocaban sobre un pedestal. No es de extrañarse, entonces, que ese líder fuese distante y que dirigiera la sinfonía o “el partido” desde las gradas o la línea de banda. En la actualidad, el líder debe estar cercano a las personas, alentándolas en el camino y apoyándolas moralmente ante cualquier tropiezo o caída.
Por último, yo afirmo que el líder fuerte, al menos como entendemos o entendíamos fortaleza, ha caducado. Un líder efectivo en estos tiempos modernos e inciertos necesita ser vulnerable, de manera que les enseñe a otros, mediante su ejemplo, que fortaleza no implica no equivocarse o titubear, sino que fortaleza tiene que ver con nuestra capacidad de caernos, aceptar que nos caímos, y levantarse una y otra vez hasta lograr el cometido.
Quizá lo único que no ha cambiado, como nos enseñó el gran Stephen Covey, y que se requiere hoy más que nunca, es la base moral del líder. Existen algunos principios o valores constantes que siempre rigen y regirán el carácter del ser humano, especialmente en el mundo tan complejo que vivimos. Algunos de ellos son integridad, honestidad, respeto, dignidad, empatía y confianza. Un líder debe siempre regirse y enseñar con el ejemplo estos principios.
Stephen Covey nos recomienda lo siguiente: “Inicia cada día con el mapa de tus valores más profundos firmemente en tu mente, y así, cuando los retos vengan, tomaras las decisiones que debas tomar con base a dichos valores”.
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Charlotte Edmond
2 de diciembre de 2024