La “disparidad doméstica de género” limita las opciones de las mujeres
Image: REUTERS/Paul Hanna
En los próximos meses, los 12 000 empleados de la sede de Apple en Cupertino (California) terminarán de mudarse a un extravagante nuevo campus de 260 000 metros cuadrados. En el lugar, apodado “nave espacial”, habrá un salón de yoga de dos pisos, senderos para correr y hasta unas revolucionarias cajas de pizza que la mantienen crocante. Pero le falta algo: no tiene guardería.
Apple no está sola en esto de ignorar la importancia del cuidado de los niños para los padres que trabajan. Y esta omisión dificulta enormemente a los padres (sobre todo, a las mujeres) alcanzar su pleno potencial económico.
En todo el mundo, las mujeres hacen el doble de trabajo doméstico y de cuidado personal no remunerado (como criar a los hijos, cuidar a familiares enfermos o ancianos y llevar la casa) que los hombres. En México, la India y Turquía, la diferencia asciende al triple.
Esta “disparidad doméstica de género” limita las opciones de las mujeres, ya que les dificulta acceder a educación formal, conseguir buenos empleos y obtener sueldos iguales a los de los hombres. De hecho, a pesar de que en total las mujeres en todo el mundo trabajan más que los hombres (sumando el trabajo pago y el gratuito), ganan en promedio tres cuartas partes, ocupan sólo uno de cada cuatro puestos ejecutivos en el sector privado y menos de un cuarto de todos los escaños en los parlamentos nacionales. Sólo la mitad de las mujeres en edad de trabajar en todo el mundo están integradas a la fuerza laboral remunerada, contra más de tres cuartas partes de los hombres.
Sin embargo, poco a poco esta situación está cambiando. El trabajo doméstico y de cuidado personal no remunerado comienza a librarse de la reputación de ser “trabajo de mujeres”; hoy los hombres asumen más responsabilidades hogareñas que en su momento sus padres y abuelos. Algunos países, particularmente en Europa, están revisando las políticas laborales tradicionales para que los padres puedan decidir cómo repartir el tiempo de licencia tras el nacimiento de los hijos.
Hay un reconocimiento cada vez más amplio del valor que tiene esta clase de trabajo, no sólo para los hijos y familiares, sino también para la salud a largo plazo de las sociedades y las economías. Los cálculos de su aporte a las economías nacionales van del 20% al 60% del PIB.
En 2015, los estados miembros de las Naciones Unidas adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que piden se reconozca, reduzca y redistribuya el trabajo de cuidado personal no remunerado, algo que hace mucho proponen economistas feministas y activistas por la igualdad de género. Ahora la pregunta es qué puede hacerse en verdad para alcanzar este objetivo.
La responsabilidad será ante todo de los gobiernos. Si bien hay empresas o asociaciones vecinales que ofrecen servicios de cuidado infantil a los padres que trabajan, los costos y la calidad son muy variados. Se necesitan acciones públicas para garantizar que esos servicios cubran a todos los que los necesiten (niños en edad preescolar, enfermos, discapacitados, personas mayores) y que sean universalmente accesibles y asequibles.
Pero además de la provisión de servicios, el logro de los ODS demandará cambios de políticas. Sobre todo es necesario que los gobiernos regulen la oferta de programas de licencia parental y familiar, y que provean, junto con las empresas privadas, incentivos monetarios para que hombres y mujeres compartan más equitativamente el trabajo doméstico y de cuidado personal. Esas políticas han resultado eficaces no sólo en los países del norte de Europa (el modelo que más se cita) sino también en otros de Europa del este como Lituania, Estonia e incluso Hungría, lo que prueba que son aplicables en cualquier lugar.
Es verdad que ahora que muchos gobiernos, particularmente en los países en desarrollo, se enfrentan a serias restricciones fiscales, tales intervenciones pueden parecer imposibles. Pero el gasto en el sector del cuidado personal debe verse como inversión, no como costo. Un estudio reciente realizado en Turquía muestra que la inversión pública en este sector puede crear 2,5 veces más empleos que la misma inversión en la industria de la construcción. Más de la mitad de esos puestos de trabajo, dignos y aptos para aumentar los ingresos y niveles de vida (sobre todo de las familias pobres), serían ocupados por mujeres.
Las instituciones internacionales pueden dar un apoyo fundamental a los gobiernos para aprovechar las oportunidades que ofrece la inversión en el sector del cuidado personal. En la Exrepública Yugoslava de Macedonia, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo encaró una iniciativa que ayudó a mujeres que en general habían trabajado en casa toda la vida a conseguir empleo en el sector del cuidado personal, lo que les permitió aplicar sus habilidades a la atención de niños y adultos jóvenes con discapacidades, y al mismo tiempo ganar un ingreso.
El crecimiento y envejecimiento de las poblaciones acentuará la importancia del sector del cuidado personal. Aquellos países que empiecen a adaptarse ahora a las nuevas circunstancias obtendrán una ventaja considerable, mediante el refuerzo de los derechos y las libertades de las mujeres, la generación de empleo y la creación de sociedades más igualitarias. ¿Qué estamos esperando?
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