11 hábitos de las personas influyentes
El poder tiene mala reputación, pero se debe a que la gente lo busca por razones equivocadas. Cuando se busca el poder por las razones correctas, puede ser una fuerza tremenda para hacer el bien.
Nicolás Maquiavelo extendió la idea de que el poder solo se puede conseguir mediante la explotación de los peores aspectos de la naturaleza humana. Una de sus enseñanzas era: "Un gobernador sabio nunca debería tener fe, ya que, al hacerlo, estaría en contra de sus intereses". Básicamente, lo que decía Maquiavelo era que eres un idiota si intentas cumplir las promesas o respetar tus principios si te beneficiaría más romperlos.
Y eso no se lo hemos oído solo a Maquiavelo, sino también a muchas voces contemporáneas, como el psicólogo y escritor estadounidense Robert Greene, que afirma que "la clave del poder es la capacidad para juzgar quién es más capaz de beneficiar tus intereses en cualquier situación". Normal que tanta gente crea que la única manera de tener poder es ser un capullo.
Afortunadamente, Maquiavelo y Greene tenían algo en común: ambos estaban equivocados. Un estudio reciente de la Universidad de California en Berkeley demuestra que cuando se trata de poder, los que ganan son los buenos. Los investigadores descubrieron que las personas más influyentes (de acuerdo con las clasificaciones de sus colegas) eran aquellas que eran las más consideradas y extrovertidas. También llegaron a la conclusión de que a los más maquiavélicos -que utilizaban cosas como el cotilleo o la manipulación para conseguir poder- se les identificaba y aislaba rápidamente y acababan perdiendo todo el poder.
Los estudios de este tipo están rehabilitando la mala fama del poder. El poder no es intrínsecamente malo, y no es intrínsecamente malo buscar el poder. Sin poder, no se puede lograr nada, ni bueno ni malo. Incluso aquellos que solo quieren hacer del mundo un lugar mejor necesitan ejercer la influencia del poder personal para conseguir sus objetivos. El abuso de poder y las acciones deshonestas para conseguirlo son los que causan problemas.
Las personas que ganan y utilizan el poder de una manera sabia influyen profundamente en toda la gente con la que se relacionan. Aun así, consiguen el poder únicamente porque ejercen mucha influencia en su interior, en sí mismos. Nosotros solo vemos el exterior; les vemos innovar, exponer sus ideas y propulsarse para conseguir cosas mejores y más grandes. Aun así, nos estamos perdiendo la mejor parte. Cómo ganan la seguridad y los recursos que hacen posible su influencia.
Y aunque los cosas que influencian a la gente cambia por temporadas, los hábitos únicos de la gente influyente son constantes. Su propósito de perseguir la excelencia está marcado por once hábitos, que puedes imitar y absorber hasta que tu poder e influencia crezcan:
No hay que confundir el poder con la autoridad. El título o puesto adecuado puede otorgarte autoridad, pero no poder. Por otra parte, no necesitas tener ningún título para ser influyente. Puedes liderar sin ser el jefe y puedes ser influyente en tu entorno de trabajo y en tu comunidad sin tener ningún título.
Las personas influyentes nunca están satisfechas con el statu quo. Son las que siempre están preguntando "¿y si...?" o "¿por qué no?". No tienen miedo a desafiar a la sabiduría popular y no trastocan las cosas solo por ser perturbadores; lo hacen para mejorarlas.
Las personas influyentes no se dejan llevar por la opinión pública ni por las modas. Forman sus opiniones cuidadosamente y basándose en los hechos. Están más que dispuestas a cambiar de opinión si hay hechos objetivos que lo justifiquen, pero no se dejan influenciar por lo que piensen los demás, solo por lo que saben.
Las personas influyentes no se dejan distraer por trivialidades. Son capaces de centrarse en lo que importa y hacer que todo el mundo lo vea. Solo hablan cuando tienen algo importante que decir y nunca aburren a los demás con charlas insustanciales.
La gente tiende a posicionarse en uno de estos dos extremos cuando hay un conflicto: algunos son pasivos y evitan el conflicto en sí mientras que otros buscan el conflicto de forma agresiva porque piensan que de esa manera ganarán poder. Las personas que saben dominar los conflictos saben cómo enfocarlos de una manera directa, asertiva y constructiva. Básicamente, practican la inteligencia emocional. Las personas influyentes no reaccionan de manera emocional o a la defensiva ante las opiniones discordantes de los demás, sino que las agradecen. Son lo suficientemente humildes como para saber que no lo saben todo y que puede que les estén haciendo ver algo de lo que no se habían percatado. Si la otra persona tiene razón, aceptan la idea de todo corazón, porque les preocupa más el resultado final que llevar razón.
Cuando las personas influyentes hablan, sus palabras se propagan como las ondas en la superficie de un lago. Estas personas hacen que la gente que les rodea explore nuevas ideas y piense en su trabajo desde una perspectiva diferente.
Las personas a las que les seduce el poder y, por lo tanto, acaban abusando de él no suelen ser conscientes de sus propias debilidades. Para ser influyente de verdad, tienes que verte como eres realmente y prepararte para utilizar tus mejores características para lograr cosas buenas. Eso implica observar con atención tus fortalezas y tus debilidades y aceptarlas completamente.
Los que conciben el poder de manera maquiavélica no se molestan en tratar con personas que no les resultan útiles. La gente ve venir esta actitud a kilómetros de distancia, y no es que sea muy amistosa. Las personas influyentes, además de conocer a mucha gente, saben cómo conocer a los conocidos de sus conocidos. Y, lo que es más importante, añaden valor a todos los que forman su red de contactos. Comparten métodos y consejos y establecen lazos entre personas que deberían conocerse.
Es habitual asumir que una persona influyente y poderosa nunca pide ayuda. Pero pedir ayuda cuando no sabes cómo hacer algo o cuando no puedes hacerlo por ti mismo no es un signo de debilidad; es un signo de fortaleza. Transmite el mensaje de que no eres tan inseguro como para poner tu ego por encima de la misión a cumplir. Hay que tener una autoestima enorme y mucha humildad para admitir que se necesita ayuda y pedir ayuda es crucial, porque no hay nada peor que seguir el camino equivocado cuando estás demasiado avergonzado o eres demasiado orgulloso como para admitir que no sabes lo que estás haciendo.
Las personas influyentes siempre esperan lo mejor. Creen en su propia capacidad para conseguir sus sueños, y creen que los demás comparten la misma capacidad. Creen que nada está fuera de su alcance y que esa fe inspira a los que les rodean para que lo den todo y consigan sus objetivos. Creen firmemente que una persona puede cambiar el mundo.
En 1894, el escritor estadounidense Orison Swett Marden dijo: "No hay que esperar a que lleguen oportunidades extraordinarias. Hay que coger una ocasión normal y corriente y hacerla genial". Si pospones tu crecimiento hasta que llegue la oportunidad idónea, nunca llegará. Las personas influyentes saben que el desarrollo del poder es como levantar pesas o correr una maratón. La única manera de fortalecer esos músculos es utilizarlos, así que deja de poner excusas y ponte manos a la obra. Sabes en lo que crees, sabes quién eres y sabes lo que quieres ser, así que actúa. Sí, puede que a veces sea incómodo y, sí, habrá gente que te diga que no lo estás haciendo bien, pero la única manera de conseguir poder y usarlo para el bien es tomar las riendas y hacer lo que te propongas.
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