Equidad, Diversidad e Inclusión

3 mitos sexistas desacreditados sobre el cerebro

A booth assistant checks out a video game of BTD STUDIO Co. Ltd. and Quattro Media Corporation with a mobile phone during Tokyo Game Show 2006 at Makuhari Messe in Chiba, east of Tokyo, September 22, 2006. The three-day show will feature exhibits by 148 companies. REUTERS/Kiyoshi Ota

Image:  REUTERS/Kiyoshi Ota

Tara Swart
CEO, The Unlimited Mind. She is also a Senior Lecturer at MIT Sloan School of Management and coauthor of Neuroscience for Leadership.
P. Murali Doraiswamy
Professor of Psychiatry and Medicine, Duke University Medical Center

Las mujeres ahora ocupan o compiten por algunos de los cargos más importantes del mundo, Presidente de los EE. UU., Corea del Sur y Taiwán, Primer Ministro del Reino Unido, Bangladesh, Myanmar y Namibia, Director de la Reserva federal de EE. UU., el Banco estatal de India, Director del FMI, para mencionar solo algunos.

De venir de tener éxito en un mundo de hombres, ¿será que ahora las mujeres ya están programadas para el éxito? A medida que la tecnología irrumpe y nivela el campo de juego, los líderes necesitan ser emocionalmente inteligentes, capaces de manejar las exigencias competitivas y además, intuitivos. Estas características por lo general se asocian con las mujeres.

¿Pero existe algún fundamento neurocientífico detrás de estos estereotipos de género?

Lo que queda claro de la investigación exhaustiva de institutos como McMaster University, la Universidad de Pensilvana y la Universidad de Cambridge es que existen diferencias físicas entre el cerebro de un hombre y el de una mujer, en la estructura y la química y también en cuanto a funcionamiento. Por ejemplo, los cerebros de los hombres y las mujeres responden de forma distinta al estrés y procesan memorias emocionales de distinto modo.

Sin embargo, estas diferencias son fáciles de exagerar y pueden distraernos del mensaje principal que la ciencia del cerebro tiene para nosotros. Analizamos algunos de ellos de cerca:

1) Las mujeres son mejores para realizar varias tareas al mismo tiempo. Esta teoría se basa en el hecho de que los lados izquierdo y derecho de la corteza cerebral (“el cerebro superior”) están más densamente conectados en el cerebro de una mujer que en el de un hombre, lo que significa que la información puede unir los dos hemisferios con mayor eficacia. En contraste, los hombres suelen tener más conexiones de adelante hacia atrás dentro de un hemisferio.

Pero en realidad, ningún cerebro humano tiene un buen desempeño cuando se realizan varias tareas a la vez, terminamos haciendo cada tarea menos bien que si la hubiésemos realizado de forma individual. En un estudio de 120 hombres y 120 mujeres, realizar varias tareas a la vez redujo el desempeño en un 77 % en el caso de los hombres y en un 66 % en las mujeres. Las continuas interrupciones también pueden llevar a un aumento del estrés y, en algunos escenarios como conducir, volar o realizar una cirugía, a serios riesgos de seguridad. Es mejor que dejemos de hacer varias tareas a la vez y nos concentrarnos en hacer las tareas de manera completa y secuencial.

2) Las mujeres son menos competitivas y por lo tanto son mejores para trabajar en equipos. Una de las teorías subyacentes es que las mujeres son menos competitivas debido a los mayores efectos del estrógeno y la oxitocina (el enlace químico) y al menor nivel de testosterona que en el cerebro del hombre. Sin embargo, la química en el cerebro varía de individuo a individuo, al igual que los niveles de competitividad. Un experimento llevado a cabo en la Escuela de economía de Estocolmo por ejemplo, buscó reproducir afirmaciones anteriores de que los hombres tienden a tener un mejor desempeño que las mujeres en un marco competitivo. El equipo quiso examinar si las diferencias de género eran “innatas” o si estaban sesgadas por las normas culturales.

Image: Reuters/Paul Hanna

Los ensayos se realizaron en Suecia, el cuarto país con más igualdad de género del mundo, y se seleccionaron a niños de entre 7 y 10 años para competir en actividades tradicionalmente masculinas o femeninas. Los resultados demostraron que, en las distintas actividades, los niños y las niñas eran igualmente de competitivos.

La lección, según recientemente escribió la Profesora Gina Rippon, neurocientífica cognitiva en la Universidad de Ashton, es que “los cerebros de un niño y una niña recién nacidos son muy similares”. Cualquier pequeña diferencia en el circuito del cerebro surge por el continuo “goteo” cultural de los estereotipos de géneros; resultado del entorno, no de la biología”. Si pensamos que los seres humanos tienen un cerebro programado mentalmente desde el nacimiento para ser buenos en una cosa y malos en otra no estamos considerando la epigenética (factores ambientales que pueden cambiar los genes) ni la plasticidad de nuestros cerebros de ser flexibles y moldearse con el tiempo. Inclusive características que pueden parecer ‘naturales’, como la confianza, necesitan que se establezcan las secuencias correctas en nuestros cerebros, las cuales luego necesitan ser rellenadas y sostenidas en el tiempo.

3) Las mujeres son más inteligentes emocionalmente y mejores en el uso de la intuición. Una de las principales diferencias entre el cerebro masculino y femenino es la corteza órbito-frontal y el sistema límbico profundo. Este sistema está involucrado en el procesamiento y la expresión de las emociones. En algunos estudios, se ha observado que es más grande en el cerebro femenino adulto, lo que lleva a creer que las mujeres son mejores para articular sus propias emociones e comprender intuitivamente a los demás.

Una vez más, debemos estar alertas ante estos estereotipos. Los rasgos como la empatía y la compasión pueden variar ampliamente según la situación y de acuerdo a ciertas circunstancias, las diferencias de género pueden desaparecer por completo. En cambio, los componentes de la inteligencia emocional, como las habilidades interpersonales y la empatía, son capacidades que se aprenden con el tiempo como muestran los recientes estudios sobre plasticidad emocional de la Universidad de Liege, en Bélgica. De hecho, mejorar la inteligencia emocional ha sido uno de los objetivos más perseguidos por los altos ejecutivos que trabajan con neurólogos para obtener ventaja competitiva en el lugar de trabajo.

Claramente existen diferencias importantes en cómo cada uno de nosotros se compromete en tareas de liderazgo claves, pero el género es una explicación pobre para ello. Los resultados de la ciencia del cerebro presentan matices, no son necesariamente deterministas y por lo tanto, no admiten explicaciones simples de estereotipos de género.

Es momento de dejar de lado el neuro-sexismo y de crear un entorno duradero donde ambos géneros puedan prosperar.

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