Métodos vanguardistas de análisis de sexo y género para las ciencias
Image: REUTERS/Suzanne Plunkett
Londa Schiebinger (Lincoln, Nebraska, 1952), catedrática de Historia de la Ciencia de la Universidad Stanford (Estados Unidos), doctorada en Harvard y miembro electo de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias, es una eminencia internacional en materia de género y ciencia. Fue la primera mujer en lograr el premio Alexander Humboldt de investigación, entre otros prestigiosos reconocimientos. La autora de ¿Tiene sexo la mente? Las mujeres en los orígenes de la ciencia moderna; El cuerpo de la naturaleza: el género en la construcción de la ciencia moderna, ha publicado seis libros, ha editado 10 y ha revisado más de 47; es miembro de 13 consejos editoriales y ha participado en dos películas. La directora del programa Gendered Innovation, impulsado por la Comisión Europea y Estados Unidos, fue investida doctora honoris causa por la Universitat de València la pasada semana.
El proyecto que lidera Schiebinger en la universidad californiana integra el análisis de sexo y género en el diseño de la investigación. “¿Cómo podemos aprovecharlo? ¿Añade una dimensión valiosa a la investigación?, ¿Hacerlo lleva hacia nuevas direcciones?”, señala la “notaria de la ciencia en el sexismo”, como la define la catedrática de sociología y expresidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), Capitolina Díaz, durante la laudatio. Las respuestas las desgrana ella misma a lo largo de su carrera, centrada en la historia de la participación de la mujer en la ciencia, el género en las investigaciones científicas y en el conocimiento humano.
Gendered Innovations, que lidera la investigadora estadounidense desde hace más de 17 años, es el espacio de internet en el que se recogen todos los avances de las ciencias experimentales (medina, ingeniería, medioambiente) en los que se incorpora la perspectiva de sexo. “No investigar correctamente cuesta vidas y dinero. Por ejemplo, recientemente se retiraron diez medicamentos del mercado de Estados Unidos porque los efectos adversos ponían en peligro la vida de sus consumidores; ocho de estos medicamentos comportaban un mayor riesgo para las mujeres. Desarrollar estos medicamentos no solo cuesta miles de millones de dólares, sino que, cuando fallan, provocan la muerte y el sufrimiento humano. No nos podemos permitir equivocarnos”, señala Schiebinger, que apunta a continuación que “investigar correctamente puede salvar vidas y ahorrar dinero”.
Investigar es fundamental. Y ese es el objetivo de Gendered Innovations. Desarrollar métodos vanguardistas de análisis de sexo y género para las ciencias naturales y la ingeniería, y proporcionar estudios con ejemplos concretos de cómo el análisis de género conduce al descubrimiento y a la innovación. “Hay muchas razones por las que los medicamentos fallan, y fallan más a menudo en mujeres. Una de las razones es la investigación defectuosa en la fase preclínica”. “Un equipo internacional de investigadores de Noruega y Australia trabajó con células madre en ratones. Utilizaron para la investigación ratones machos y hembras. Pero todas las células madre que utilizaron eran femeninas, una decisión inconsciente y arbitraria que significa que, en la fase inicial, no vieron nada extraordinario relacionado con las células madre masculinas. Como resultado de no tener en cuenta el sexo de las células madre, los ratones machos murieron. Y no sabían por qué”, señala la historiadora. Finalmente, descubrieron que la coincidencia de sexo entre el donante y el receptor daba mejores resultados, que la mejor opción era que los animales machos recibieran células masculinas y las hembras células femeninas.
La Comisión Europea puso en marcha el programa Horizonte 2020 y alentó a los investigadores que buscaban financiación a integrar el análisis de sexo y género. La Comisión Europea identificó 137 áreas de ciencia y tecnología en las cuales el análisis de género podría ser beneficioso para la investigación, incluyendo hardware y arquitectura de ordenador, nanotecnología, oceanografía, geociencias, química orgánica, aeronáutica, medicina espacial, biodiversidad, ecología y biofísica, entre otros. En diciembre de 2016, The Lancet adoptó directrices para que los autores y revisores integraran el análisis de sexo y género en las investigaciones.
Para la investigadora, el sexo y el género interactúan en el cuerpo humano y es importante examinar el entorno cultural cuando se investiga con animales. “Yo tengo sexo femenino, soy mujer, pero también tengo género, tengo las actitudes y comportamientos culturales que se consideran apropiados para una mujer. Aunque, a menudo, para tener éxito en mi vida profesional, debo adoptar comportamientos que se consideran masculinos”, explica a los asistentes al acto en el paraninfo de la universidad valenciana.
Para Schiebinger es importante que los investigadores no vean sexo, o un rasgo biológico, cuando están estudiando el género, o una condición ambiental que puede afectar a los animales masculinos y femeninos de forma diferente. Y para demostrarlo relata un estudio que descubrió que las ratas y los ratones no muestran su dolor ante investigadores hombres, pero sí lo hacen si la habitación está vacía o si hay una mujer en ella. “Esto es muy importante. Se probaron todo tipo de condiciones: un hombre en la habitación, una mujer en la habitación, una habitación vacía, una silla en la habitación”, agrega. Los investigadores lo identificaron como el efecto observador masculino. "Los animales huelen a los hombres, huelen feromonas masculinas. Según Jeffrey Mogil, en cuyo laboratorio se dio este caso, este fenómeno puede poner en duda todos los resultados previos de la investigación del dolor”, destaca Schiebinger.
Otro ejemplo que comenta es el sesgo de género del traductor de Google. “El traductor tiene un valor predeterminado masculino. ¿Cómo puede una compañía tan genial cometer un error tan básico?”, señala. Corregirlo, como apuntaron los ingenieros de la empresa, no es el camino correcto porque no se pueden actualizar constantemente los datos relacionados con las mujeres. "Cuando se estrena una herramienta basada en datos históricos el sistema hereda sesgo, incluido el de género. El sesgo del pasado se perpetúa en el futuro, incluso cuando los gobiernos, las universidades y las propias empresas han implementado políticas para fomentar la igualdad”, señala Schiebinger. “Hay mucho trabajo por hacer. Los investigadores deben aprender métodos avanzados de análisis de sexo y género. Las universidades deben incorporar estos métodos en sus planes de estudios. Y las empresas deben integrar estos conocimientos en el diseño de sus productos. Pero al menos ya hemos abierto los ojos, y no podemos volver a un mundo que ignora el género. La innovación es lo que mueve el mundo”, recomienda la historiadora de la ciencia.
Londa Schiebinger está casada con el científico Robert N. Proctor, con el que publicó Agnotología: Hacer y deshacer la ignorancia. Tienen dos hijos y cada uno lleva de ellos lleva el apellido de uno de los progenitores.
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