Los expertos opinan: la guerra contra las drogas ha sido un fracaso. ¿Es hora de legalizarlas?
Hace más de 40 años, el mundo le declaró la guerra a las drogas. Hoy, las drogas son más baratas, más puras y más fáciles de conseguir que nunca a nivel mundial. La pregunta es: ¿deberíamos aceptar la derrota y comenzar a buscar alternativas?
Eso es lo que opinan los médicos de BMJ, la revista médica con más lectores de Gran Bretaña, quienes el mes pasado llamaron a repensar las políticas actuales.
“La guerra contra las drogas ha sido un fracaso”, sentencia el artículo. “Hay una necesidad imperiosa de investigar alternativas más efectivas a la criminalización del uso y el suministro de drogas”.
Estos expertos se unen a un grupo cada vez más numeroso que aboga por un nuevo enfoque hacia el problema.
Una guerra costosa y destructiva
La mayoría de la gente que defiende una reforma apunta a los efectos devastadores de la guerra contra las drogas. “Las drogas han destruido las vidas de muchas personas. Pero las malas políticas gubernamentales han destruido incluso más”, opinó el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, en una sesión del debate sobre las drogas que se realizó en Davos hace dos años.
La destrucción adopta formas muy diferentes. Para empezar, la criminalización de las drogas alimenta un violento comercio internacional de drogas que es dolorosamente costoso para las fuerzas policiales. Por ejemplo, los EE. UU. gastaron 1 billón de dólares en su intento por superar el problema a lo largo de 40 años.
Esto no solo vacía las arcas del estado, sino que también engorda los bolsillos de los criminales. Un mercado ilegal es difícil de cuantificar por naturaleza pero, de acuerdo con estimaciones realizadas en 2013, el mercado de la droga tiene un volumen de 430.000 millones de dólares, cada centavo de los cuales cae en manos de narcotraficantes que fomentan el malestar social y la violencia, desde los suburbios de Medellín hasta el corazón de Chicago.
Y, aunque los líderes de los cárteles de drogas internacionales logran burlar a la ley, otros ciudadanos que normalmente cumplirían con la ley se convierten en criminales. En EE. UU., por ejemplo, hay un arresto por posesión personal de drogas cada 25 segundos. De acuerdo con un reciente informe de la ACLU, los efectos pueden ser devastadores: “He conocido personas que fueron procesadas por poseer cantidades minúsculas de drogas. En un caso, la cantidad era tan pequeña que el laboratorio no pudo siquiera pesarla. Ese hombre fue sentenciado a 15 años de prisión en Texas”.
Ningún avance
Sin embargo, el mayor argumento a favor de la reforma es incluso más simple: la guerra contra las drogas no solo ha sido destructiva; simplemente no ha funcionado.
“Ha sido un desastre”, opinó el jefe del Observatorio de Derechos Humanos en Davos en 2015.
Como muestran estas gráficas del Informe mundial sobre las drogas de la ONU, hasta el momento el enfoque ha hecho poco por suprimir la demanda. En 2014, una de cada 20 personas del mundo consumió al menos un tipo de droga.
De hecho, la política de la criminalización incluso podría exacerbar el problema al desalentar a los usuarios a buscar ayuda cuando la necesitan. Ese parece ser el caso en países como el Reino Unido, en el que las muertes por drogas alcanzaron este año un máximo histórico, o los EE. UU., donde un número récord de personas murieron debido a sobredosis de drogas en 2014.
Una alternativa políticamente difícil: la legalización
La principal alternativa a esta política de criminalización, que ya tiene diez años de antigüedad, es una que muchos consideran todavía más controversial: la legalización.
Los opositores de la reforma esgrimen principalmente dos argumentos. El primero, como explicó en Davos el gobernador de Texas, Rick Perry, es simple: “Transmite el mensaje de que las drogas están bien”. Lo que pasa por alto este enfoque es que solo porque algo sea legal —por ejemplo, fumar o beber alcohol durante el embarazo— no significa que sea socialmente aceptable.
El segundo argumento es que la legalización aumentaría la demanda: “Al eliminar las sanciones y reducir el precio, la legalización aumentaría la demanda de drogas. Si algo se hace más accesible y más barato, más personas lo prueban”, argumentó en 2002 John P. Walters, ex director de la Oficina de Política Nacional contra las Drogas de la Casa Blanca.
De acuerdo con una investigación de The Economist, este argumento es tan cuestionable como el primero. “No hay correlación entre la severidad de las leyes contra las drogas y el nivel de consumo de drogas. De hecho, los ciudadanos de países con leyes estrictas contra las drogas (particularmente Estados Unidos y el Reino Unido) consumen más drogas, no menos”.
¿Somos lo suficientemente valientes para dar el salto?
A pesar de que la idea suene indigestible para algunos, la mayoría de los expertos en el tema están de acuerdo en que realmente no hay alternativa. “Actualmente, prácticamente todos aceptan que la guerra contra las drogas ha sido un fracaso escandaloso desde cualquier punto de vista”, explicó el año pasado en su blog Ilona Szabó de Carvalho del Instituto Igarapé.
Al legalizar pero regular estrictamente tanto el suministro como el consumo de drogas, como han comenzado a hacer muchos países y algunos estados de Estados Unidos con la marihuana, los gobiernos pueden arrebatar el control a las pandillas y los traficantes de drogas.
Entonces, el dinero que se genera mediante los impuestos y que se ahorra en el control policial se puede dedicar a políticas que podrían ser más exitosas, como programas educativos para educar a las personas sobre los peligros del abuso de las drogas y centros de tratamiento para adictos.
A veces, cuando algo nos sale mal, es más fácil seguir haciéndolo que admitir que nos equivocamos. Pero, como señaló Kofi Annan hace dos años en Davos, este es el momento de tomar decisiones osadas.
“Debemos analizar la política y preguntarnos llana y sinceramente: ¿funciona? Y si la respuesta es no, debemos ser lo suficientemente valientes para cambiarla”.
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