El crecimiento, la resiliencia y la competencia definirán la energía mundial en 2026

En la actualidad, la transición energética gira en torno a la seguridad, la resiliencia y la tecnología. Image: REUTERS/Phil Noble/File Photo
- Se estima que la inversión mundial en energía en 2025 superó los 3.3 billones de dólares, de los cuales 2.2 billones se destinaron a tecnologías de energía limpia.
- Esta es una señal de que la transición energética sigue en marcha, aunque bajo un enfoque distinto.
- En la actualidad, la transición energética gira en torno a la seguridad, la resiliencia y la tecnología. Así es como evolucionará en 2026.
Si 2025 pareció confuso en materia energética, es porque efectivamente lo fue. Los gobiernos hablaron menos de "salvar el planeta" y más de mantener las luces encendidas, moderar las facturas y gestionar el boom de los centros de datos de IA. Sin embargo, en medio de la tensión geopolítica y la incertidumbre económica, el gasto en energía limpia alcanzó silenciosamente nuevos récords.
Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la inversión mundial en energía en 2025 probablemente superó los 3,3 billones de dólares, de los cuales 2,2 billones se destinaron a tecnologías de energía limpia: desde energías renovables y vehículos eléctricos hasta redes, almacenamiento, eficiencia y combustibles limpios. En otras palabras, dos tercios de cada dólar gastado en energía ya se destinan a opciones más limpias, aunque la retórica climática a menudo quede relegada a un segundo plano frente a la seguridad y la asequibilidad.
Bienvenidos a 2026: un año que se perfila menos como un gran momento de compromiso climático y más como una prueba de ejecución de alto riesgo en torno a tres temas: crecimiento, resiliencia y competencia.
Competencia estratégica en materia energética
El primer tema clave para 2026 es el crecimiento a través de la competencia industrial. Las políticas industriales y económicas se han convertido en las principales herramientas de la transición energética. En lugar de la clásica "política energética", los gobiernos se centran en la política industrial: normas de contenido local, créditos fiscales, subsidios y medidas comerciales, con el fin de alcanzar objetivos estratégicos. En otras palabras, se trata de una carrera para construir fábricas, no solo parques solares y eólicos.
Hasta ahora, esta carrera ha estado dominada por China, que invierte casi tanto en energía limpia como Estados Unidos y la Unión Europea juntos. El país lidera la fabricación en la mayoría de las cadenas de suministro de energía limpia y avanzada, consolidando su estatus como potencia mundial.
India también demuestra grandes ambiciones. El gobierno introdujo una serie de políticas, como incentivos para la fabricación nacional y mandatos para el despliegue de energía limpia. Esto no solo impulsa la capacidad solar y de almacenamiento, sino que también atrae inversión productiva. El Complejo Energético Dhirubhai, por ejemplo, tiene previsto comenzar a funcionar en 2026 y pretende albergar gigafábricas de paneles solares, baterías y electrolizadores bajo un mismo techo.
Europa, por su parte, está replanteándose su modelo industrial para recuperar competitividad. La Ley de Industria Cero Neto tiene como objetivo garantizar que, para 2030, al menos el 40% de las necesidades anuales de la UE en tecnologías clave se cubra mediante fabricación local. La UE también está tomando medidas para reciclar más materiales críticos y restringir las exportaciones de imanes permanentes y chatarra metálica, con el fin de reducir la dependencia de las cadenas de suministro externas.
Proteger la infraestructura energética
Las tensiones geopolíticas vuelven a colocar la seguridad energética en primer plano, lo que convierte a la resiliencia en el segundo gran tema para 2026. China continúa sus esfuerzos por reforzar la solidez de su infraestructura y aumentar su dominio en las nuevas tecnologías. Europa, por su parte, sigue alejándose de los combustibles rusos con el objetivo de eliminar por completo su dependencia del gas, el petróleo y la energía nuclear de ese origen. Simultáneamente, Estados Unidos está diversificando y nacionalizando sus fuentes de litio, cobalto, níquel y tierras raras.
Además, la resiliencia ahora también implica estabilidad económica y social: desde la protección contra los riesgos tradicionales en el suministro de hidrocarburos hasta el acceso asequible y la capacidad del sistema para enfrentar nuevas amenazas cibernéticas, climáticas y choques en las cadenas de suministro.
La atención pública se ha desplazado hacia los impactos inmediatos. El enfoque actual consiste en destacar beneficios tangibles —empleos, recursos comunitarios o tarifas locales más bajas— a cambio de la aceptación social de parques eólicos, líneas de transmisión, plantas de fabricación o centros de datos.
La IA y la energía en 2026
El incremento en la demanda energética para la inteligencia artificial está convirtiendo al suministro eléctrico en el nuevo cuello de botella de los centros de datos. Este fenómeno ya está alterando las prioridades corporativas: el Informe sobre la energía de los centros de datos 2025 de Bloom Energy reveló que el acceso a la energía es el factor principal al seleccionar la ubicación de estas instalaciones, por delante de criterios tradicionales como la conectividad.
En la práctica, esto significa que la competencia por las conexiones a la red y por opciones de energía flexible y de bajas emisiones se intensificará en 2026. Las regiones que logren ofrecer electricidad económica, confiable y limpia a gran escala tendrán una ventaja estructural para atraer inversiones impulsadas por la inteligencia artificial.
Perspectivas: una transición energética más competitiva y realista
Todos estos factores apuntan a que 2026 será un año menos enfocado en nuevas promesas y más en la competencia por obtener ventajas en un panorama energético complejo y politizado. En este escenario, los proyectos que avancen con mayor celeridad serán aquellos que logren combinar la resiliencia con una propuesta local convincente: aire más limpio, precios estables y beneficios económicos tangibles.
Todo lo anterior perfila una transición energética distinta para 2026, cuyos pilares de prioridad serán:
Acción por encima de ambición. Menos énfasis en declaraciones grandilocuentes sobre cero emisiones netas y más en la construcción de redes eléctricas, fábricas y puertos de manera oportuna.
Ventaja competitiva por encima de la retórica moral. Los gobiernos están menos interesados en ser "defensores del clima" y más en asegurar las industrias y los empleos del futuro: baterías, hidrógeno, centros de datos y fabricación de tecnologías limpias.
Impacto a corto plazo por encima de objetivos lejanos. La calidad del aire, la estabilidad de los precios y los beneficios económicos locales son ahora tan importantes para el cálculo político como los objetivos de temperatura global.
La transición energética ha dejado de ser un proyecto climático de nicho. En 2026, se ha convertido en uno de los principales escenarios donde los países compiten, las empresas se diferencian y las sociedades negocian cómo será la "prosperidad" en un mundo más cálido y volátil.
La comunidad de Soluciones Energéticas Avanzadas
El Foro Económico Mundial promueve un enfoque integrado de las soluciones energéticas, que abarca el almacenamiento de energía, la energía nuclear avanzada, los combustibles limpios, el hidrógeno y la captura de carbono. Ninguna tecnología por sí sola resolverá la transición energética; se requerirá de una combinación de soluciones.
Aunque cada región, industria y empresa tendrá su propia hoja de ruta, la colaboración es indispensable. Plataformas como la comunidad de Soluciones Energéticas Avanzadas del Foro facilitan esta cooperación y permiten acelerar el despliegue de nuevas tecnologías —como el almacenamiento de energía, los combustibles limpios, el hidrógeno, la energía nuclear avanzada y la captura de carbono— de décadas a años.
Esta comunidad cuenta con la participación de líderes que impulsan los segmentos más innovadores del sistema energético para dar forma a la visión y narrativa de la industria. Asimismo, fomenta alianzas entre innovadores, grandes corporaciones energéticas, usuarios finales e inversionistas, contribuyendo activamente a la formulación de políticas públicas.
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