Nuestro satélite detector de metano muestra que la acción climática tiene que apuntar más alto

MethaneSAT llevó al límite las fronteras de la detección remota desde el espacio. Image: Environmental Defense Fund
- Dado que el mundo avanza con retraso en la lucha contra la contaminación climática, se necesitan soluciones más audaces.
- El lanzamiento del satélite MethaneSAT —que detecta a los emisores de metano y los hace responsables— es un ejemplo del tipo de apuestas ambiciosas que hacen falta.
- En ausencia de mejores políticas públicas, las alianzas entre organizaciones sin fines de lucro y empresas tecnológicas pueden ser muy poderosas.
A pesar de que existe un consenso global sobre los efectos devastadores del cambio climático y de que las energías limpias han crecido de forma notable, el mundo sigue muy retrasado en la reducción de la contaminación que lo provoca. Seguir como hasta ahora no es una opción. Peor aún: la resistencia a la acción climática por parte de algunos líderes políticos podría hacernos retroceder. Necesitamos pensar en grande, y eso implica asumir grandes riesgos.
Mi organización asumió uno en 2024, cuando lanzó MethaneSAT, un satélite diseñado para medir la contaminación climática, seguir de cerca los avances y exigir a países y empresas que rindan cuentas. El desarrollo tomó años, su construcción y puesta en órbita costaron millones, y hace dos semanas perdió comunicación con los controladores, de forma definitiva. ¿Valió la pena? Sin duda.
El satélite llevó la tecnología de detección remota desde el espacio a un nuevo nivel, con capacidades sin precedentes. Más allá de los datos revolucionarios que aportará para reducir la contaminación climática, demostró el valor de asumir riesgos ambiciosos —y de aceptar los contratiempos que pueden surgir.
El objetivo de MethaneSAT no era poner un satélite en órbita, sino reducir la contaminación. El metano proveniente de la explotación de combustibles fósiles, la agricultura y otros sectores es responsable de casi un tercio del calentamiento global actual. Nuestro objetivo concreto es reducir un 75 % las emisiones de metano del sector petrolero y gasífero para fines de 2030. En su único año en el espacio, esta tecnología aceleró enormemente nuestro progreso hacia esa meta.
El instrumento de detección de metano diseñado para este satélite demostró —frente al escepticismo inicial— que es posible medir concentraciones de metano en grandes áreas con una precisión extraordinaria, registrando variaciones tan pequeñas como dos partes por mil millones.
Recolectamos una enorme cantidad de datos, incluso sobre fuentes pequeñas que, en conjunto, representan la mayor parte de la contaminación por metano: una capacidad única de MethaneSAT. Una vez que se analicen y publiquen por completo, estos datos ofrecerán una imagen mucho más detallada de las emisiones de muchos de los principales productores de petróleo y gas del mundo. Además, desarrollamos herramientas analíticas para rastrear esas emisiones hasta su origen. Y dejamos instalada una base tecnológica valiosa para futuros proyectos similares: algoritmos innovadores y software capaz de procesar datos de forma rápida y eficiente.
La lección de MethaneSAT es clara: aunque sigamos reclamando mejores políticas públicas, quienes defienden el clima —sean activistas, científicos o empresas— deben estar dispuestos a hacer apuestas ambiciosas. Si bien no pueden reemplazar a una política pública sólida, el sector privado y las organizaciones sin fines de lucro pueden aportar mucho al camino hacia una economía más limpia, y convertirse en un laboratorio para ideas de vanguardia.
La alianza entre organizaciones sin fines de lucro basadas en la ciencia y empresas tecnológicas, en particular, puede ser una combinación muy poderosa. Esto se debe a que los datos pueden impulsar la acción y la rendición de cuentas, especialmente ahora que el gobierno de Estados Unidos está restringiendo el acceso a información climática clave. Recientemente, la administración Trump cerró el sitio web del Programa de Investigación del Cambio Global de Estados Unidos, bloqueando el acceso a datos sobre cómo el calentamiento global está afectando al país.
De hecho, las soluciones climáticas innovadoras son aún más necesarias en un momento en que el Congreso estadounidense busca deshacer inversiones en energía limpia y aplicar recortes devastadores al financiamiento federal para la ciencia. Ahora es responsabilidad de quienes trabajan por un futuro más seguro aprovechar este momento. Necesitamos ideas audaces e innovadoras más que nunca. Desde más satélites —como Carbon Mapper, que está recolectando datos clave sobre otros aspectos de este desafío— hasta bacterias que consumen metano y pueden reducir las emisiones de los vertederos.
¿Qué está haciendo el Foro Económico Mundial en relación con el cambio climático?
La pérdida de nuestro satélite no nos detendrá en esta tarea urgente. Limitar la contaminación por metano sigue siendo la forma más rápida de reducir el calentamiento en el corto plazo. No podemos frenar este esfuerzo vital. Consultaremos con socios y expertos para encontrar el mejor camino a seguir. Aún no sabemos cuál será, pero sabemos que implicará asumir riesgos. Ya es demasiado tarde para depender solo de opciones cautelosas.
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