Impulsar la resiliencia del aire y el agua: cómo el pensamiento sistémico puede crear soluciones innovadoras integradas

La contaminación del aire y del agua son problemas complejos e interrelacionados que las ciudades pueden abordar de forma sistémica.. Image: Unsplash/Chubo Han
Nicole Cowell
Post-doctoral Research Associate, Centre for Environmental Policy, Imperial College London and Hoffmann Fellow, Clean Air, World Economic Forum- La contaminación del aire y del agua son problemas profundamente complejos, interrelacionados e injustos, que afectan de manera desproporcionada a las poblaciones vulnerables.
- Para abordar la contaminación y otros problemas urbanos, hay que pasar de enfoques aislados a un pensamiento sistémico.
- Cuando las ciudades adoptan soluciones coordinadas para el aire, el agua, el clima y la salud –por ejemplo, a través de las infraestructuras verdes– logran resultados más integrales, como la mejora de la salud y la eficiencia de costes.
Se prevé que, para 2050, casi el 70% de la población mundial vivirá en ciudades. Por lo tanto, la presión para crear entornos urbanos más saludables, habitables y sostenibles nunca ha sido tan grande.
Después de concluir la Semana de Acción Climática de Londres 2025, una plataforma mundial que pone en relieve el liderazgo en soluciones climáticas urbanas, es importante reflexionar sobre las ciudades como ecosistemas dinámicos en los que el clima, las infraestructuras, el medio ambiente, la gobernanza y la equidad social están profundamente interconectados.
Las ciudades son especialmente susceptibles a lo que se conoce como "problemas intrincados", es decir, desafíos complejos, interdependientes y a menudo políticamente cargados que carecen de una solución única y clara.
Estos problemas son difíciles de definir, abarcan diversos ámbitos y especialidades y, a menudo, no tienen una concreción clara, ni una solución óptima o verdadera, solo opciones que son mejores o peores según la perspectiva de cada uno.
Algunos de los riesgos globales identificados por los líderes mundiales en el reciente Informe sobre Riesgos Globales 2025 del Foro Económico Mundial señalan varios problemas , entre ellos la contaminación (incluida la del agua y el aire), que figura entre los 10 principales riesgos globales tanto a corto como a largo plazo.
Los indicadores de contaminación son especialmente contundentes: actualmente, el 99% de la población mundial vive en zonas con niveles de contaminación atmosférica superiores a los recomendados por la Organización Mundial de la Salud y una de cada tres personas carece de acceso a agua potable gestionada de forma segura.
No siempre se puede ver la contaminación en el aire, pero cada año se atribuyen a sus efectos alrededor de 7 millones de muertes prematuras.
La exposición a la mala calidad del aire está relacionada con varios problemas de salud, como enfermedades respiratorias, accidentes cerebrovasculares y enfermedades cardíacas. También está relacionada con la desigualdad.
Imaginemos los beneficios que podríamos obtener si aplicáramos el pensamiento sistémico para abordar todas las fuentes de contaminación en las ciudades; estos beneficios podrían ser inmensos.
”El 80% de los individuos expuestos a niveles peligrosos de contaminación atmosférica viven en países de ingreso bajo y mediano, y los estudios demuestran que existen desigualdades en esta exposición en función de la raza y el género.
Debido a la naturaleza heterogénea de los contaminantes, sus fuentes y sus soluciones, la contaminación atmosférica plantea complejidades e incertidumbre a los responsables de la toma de decisiones.
Pero si la contaminación atmosférica es un asesino invisible, los desafíos relacionados con el agua son a menudo un agresor visible pero ignorado. Ya sea por exceso, escasez o contaminación del agua, ciudades de todo el mundo se debaten por gestionar sus sistemas hídricos bajo una presión cada vez mayor.
La combinación de urbanización, cambio climático e infraestructuras obsoletas crea riesgos en cascada, desde inundaciones repentinas y desbordamientos de alcantarillado hasta escasez de agua potable segura y degradación de los ecosistemas.
Una oportunidad de oro para la resiliencia del aire y el agua
Frente a estos desafíos interconectados, el pensamiento sistémico nos brinda una perspectiva poderosa para comprender y abordar la complejidad urbana.
En lugar de tratar los problemas de forma aislada, el pensamiento sistémico promueve una comprensión holística de las relaciones entre ellos, estimulando la colaboración intersectorial y la búsqueda de beneficios comunes, a la vez que se minimizan las consecuencias no deseadas.
En los últimos años, los expertos han comenzado a aplicar el pensamiento sistémico para abordar el doble desafío de la contaminación del aire y del agua, reconociendo que las soluciones son más eficaces cuando se diseñan teniendo en cuenta el sistema en su conjunto.
Para apoyar los enfoques sistémicos y lograr un aire más limpio, los investigadores han identificado oportunidades para replantearse los esfuerzos en materia de políticas y ciencia.
Una herramienta de toma de decisiones basada en el pensamiento sistémico se probó recientemente en un estudio piloto sobre contaminación atmosférica. Este estudio reunió a diversas partes interesadas de todo el ecosistema para establecer objetivos conjuntos y evaluar medidas para lograr un aire limpio.
Al considerar el sistema como un todo, se identificaron efectos en cadena y ventajas y desventajas de cada una de las acciones. Por ejemplo, aunque los vehículos eléctricos pueden mejorar el aire en los países de ingresos altos, el aumento de la demanda puede tener impactos negativos en la salud y el medio ambiente de las comunidades africanas donde se extraen los metales para su producción.
En el Reino Unido, se ha utilizado el mapeo participativo de sistemas para crear mapas causales de la relación entre la calidad del aire y el transporte, que ilustran las consecuencias no deseadas de las políticas para los vehículos eléctricos en la salud y el bienestar social.
Se ha demostrado cómo la transformación de la movilidad urbana a través del pensamiento sistémico puede revolucionar el diseño urbano, promover la actividad física y los beneficios para la salud asociados, y reducir el impacto del estrés, el ruido y las muertes relacionadas con el tráfico, todo ello mientras se mejora la calidad del aire.
Imaginemos los beneficios que podríamos obtener si aplicáramos el pensamiento sistémico para abordar todas las fuentes de contaminación en las ciudades; estos beneficios podrían ser inmensos.
A pesar de su gravedad, los problemas relacionados con el agua todavía se tratan de forma aislada —separando la gestión del agua potable, las aguas residuales y las aguas pluviales— cuando, en realidad, están profundamente interconectados.
Al igual que ocurre con la contaminación atmosférica, tenemos la oportunidad de superar esta situación mediante un enfoque sistémico de gobernanza.
Enfoques como la gestión integrada del agua y conceptos emergentes, como la neutralidad hídrica y la gobernanza hídrica neutral, ofrecen formas de reducir el estrés hídrico y, al mismo tiempo, promover beneficios adicionales para el clima, la salud y la equidad.
Aquí es donde el pensamiento sistémico también se vuelve crucial para avanzar en innovación hídrica. Las nuevas herramientas, plataformas de datos y modelos de gobernanza están ayudando a las ciudades a comprender mejor y responder a los riesgos hídricos.
El conjunto de herramientas Water-BOOST, desarrollado como parte de la Hoffmann Fellowship in Water Innovation, ayuda a los líderes y profesionales de planificación urbana a evaluar los desafíos sistémicos relacionados con el agua e identificar soluciones escalables e intersectoriales que integren los esfuerzos en materia de infraestructura, políticas e innovación.
Soluciones integradas
Aunque cada vez hay más indicadores de que el pensamiento sistémico se está aplicando para abordar los desafíos tanto de la contaminación atmosférica como de los sistemas hídricos, la verdadera oportunidad radica en tender puentes entre estos dos ámbitos e integrar el pensamiento sistémico en el entorno urbano en general.
De este modo, se pueden obtener importantes beneficios adicionales que van más allá del control de la contaminación, como el fortalecimiento de la resiliencia climática, la salud pública, la equidad social y el bienestar general.
Una reciente revisión de las soluciones basadas en la naturaleza ilustra este potencial. Por ejemplo, las cubiertas verdes pueden ayudar a gestionar las aguas pluviales, aliviando la presión sobre los sistemas de drenaje urbano y mejorando la calidad del aire gracias al uso de vegetación.
Estas soluciones también contribuyen a la captura de carbono, crean hábitats urbanos para la biodiversidad y proporcionan áreas públicas que aportan frescura y son estéticamente agradables.
Esto demuestra cómo una única intervención, cuidadosamente diseñada, puede servir a múltiples objetivos.
Al identificar e invertir en estos beneficios complementarios, las ciudades pueden abordar problemas complejos de forma simultánea, alineando las políticas y los esfuerzos de innovación para crear entornos urbanos más eficientes, inclusivos y resilientes.
Es esencial una respuesta intersectorial; las ciudades ya no pueden permitirse tratar el aire, el agua, el clima y la salud de forma aislada.
Para pasar de la teoría a la práctica, es necesario incorporar el pensamiento sistémico. Existen sinergias en las medidas que pueden adoptarse para fomentar el pensamiento sistémico en favor de prácticas más limpias en materia de aire y agua en las ciudades. Las ciudades pueden empezar por:
- Fomentar la colaboración entre múltiples partes interesadas, incluidas las alianzas entre los sectores público, privado y la sociedad civil, utilizando herramientas que permitan una toma de decisiones compartida y la coordinación de acciones entre los diferentes sistemas urbanos.
- Identificar los factores clave y los objetivos comunes, alineando estrategias intersectoriales para impulsar la acción colectiva.
- Reconocer el valor de los beneficios adicionales y el ahorro de costes que se obtiene al evitar consecuencias no deseadas gracias a soluciones mejor integradas y más equitativas.
Cuanto antes las ciudades adopten estas prácticas, antes podrán pasar de la gestión de crisis a la construcción de resiliencia, bienestar y sostenibilidad a largo plazo frente a problemas complejos e intrincados.
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