Debemos regenerar el futuro para una segunda oportunidad en la Tierra

El presente está lleno de miedo. Guerras, pandemias, calentamiento climático, desastres ecológicos, recesión económica, agitación social y política: No nos faltan motivos para tener miedo. En los países privilegiados, donde durante décadas el futuro siempre parecía mejor que el presente, cada vez más personas se sienten abrumadas. Se enfrentan a una situación de vida que lleva mucho tiempo estancada, solo para descubrir que ha llegado el momento de asumir nuevas pérdidas, con una de ellas verdaderamente dolorosa: la pérdida del futuro.

Y reaccionamos al miedo con más miedo. Percibimos cada cambio como una amenaza, y respondemos a la guerra con más guerra y a la desconfianza de las instituciones con más vigilancia y control, reforzando la desconfianza. Es urgente reabrir el espacio de las posibilidades: "No está en las estrellas sostener nuestro destino, sino en nosotros mismos", como decía Shakespeare. Creamos las fuentes de nuestros miedos, así que también podríamos crear fuentes de esperanza.

Sin duda, nos enfrentamos a un dilema civilizatorio: o aprendemos lo necesario para construir una prosperidad sostenible e integradora, o seguiremos descendiendo a niveles de tragedia sin precedentes. Al mismo tiempo, sabemos que las sociedades pueden cambiar mediante el aprendizaje de nuevos patrones en situaciones críticas propicias para la transformación sistémica. La reciente conferencia Beyond Growth 2023 en el Parlamento Europeo es un paso en esa dirección.

¿Qué hace falta para aprender lo que necesitamos aprender en esta etapa? Para vislumbrar una nueva síntesis de bienestar humano equitativo dentro de una biosfera sana, la regeneración tiene que convertirse en norma social. Y la regeneración empieza por reconocer las tragedias que creamos y por tomar como existencial para nosotros mismos lo que es existencial para la humanidad: menos hablar de los retos y más vivirlos para explorar nuevas respuestas.

Esto no debe confundirse con la promesa tecnológica de la novedad. Apostamos por la humanidad y la capacidad de todos y por que la tecnología ayude a frenar y permita una reconexión más profunda entre los seres humanos y con la naturaleza. El futuro necesita ser liberado, rehumanizado y regenerado para una segunda oportunidad de la humanidad en la Tierra.

Liberar el potencial regenerativo de las organizaciones humanas requiere algo más que enfoques técnicos e inversiones financieras. Necesitamos indagar en las condiciones necesarias para que los modelos regenerativos sean posibles, viables y generalizados. La indagación comienza con la movilización de los corazones y las mentes, pasando de las muchas disonancias actuales a la creatividad colectiva hasta que lo que parece imposible se convierta en inevitable.

Esta es la esencia del trabajo en curso del programa Quinto Elemento del Club de Roma, apoyado por InTent y en cooperación con Weidenfeld-Hoffmann Trust. Ese ambicioso objetivo no puede alcanzarse sin comprometerse con humildad en el aprendizaje mutuo entre generaciones. No tenemos las respuestas adecuadas para transmitirlas a las generaciones más jóvenes y futuras; más que nunca, nuestra tarea exploratoria tiene que hacerse junto con ellas. Por eso hemos estado trabajando con el Simposio de San Gall en el concepto de un Nuevo Contrato Generacional, que fue el eje central de la exitosa 52ª edición del Simposio en mayo. Y esperamos seguir avanzando por el bien de la humanidad.

Las organizaciones regenerativas dirigidas por líderes regenerativos son el medio para esta transformación de las empresas y la sociedad. Y si la cultura es el camino para cambiar nuestra economía, entonces el aprendizaje y la educación son los medios para lograrlo. Su papel en una economía regenerativa es más importante que la regulación. Y el aprendizaje viene de vivir y explorar los retos y abrazar la complejidad de la vida.

Las competencias regenerativas abarcarían todas las alfabetizaciones: Tanto el potencial de aprendizaje como la experiencia, tanto las visiones indígenas del mundo como la investigación de vanguardia, tanto las artes, las humanidades y el conocimiento social como las ciencias naturales. Las escuelas y universidades podrían convertirse en lugares donde se cultiven líderes competentes y regenerativos que sean jardineros de nuestros ecosistemas, no gestores arrogantes indiferentes a las consecuencias de sus actos.

El futuro es profundamente desconocido. De nosotros depende que su exploración sea perspicaz y creativa, o ciega y trágica. Existen los ingredientes para que el futuro sea humano, integrador y próspero, siempre que colaboremos en una convivencia regenerativa.