El calor nos vuelve más irascibles, menos brillantes y más violentos
Image: REUTERS/Stringer CHINA OUT.
Se acabó el verano, pero quizás no el calor. Si la llegada del otoño nos suele provocar un poco de tristeza, en realidad nuestro estado de ánimo debería mejorar. Al menos desde el punto de vista estrictamente químico. Sin pensar en la playa y la oficina, claro. Las hormonas del estrés, de hecho, aumentan con la subida de las temperaturas. Un fenómeno que ha sido llamado ‘blues de verano’.
Las personas acaloradas se molestan fácilmente y las consecuencias para las relaciones sociales pueden ser nefastas. No en vano, durante el verano los casos de agresión, suicidios y violencia aumentan considerablemente. La evidencia científica de esta experiencia cotidiana proviene de un equipo de investigadores polacos. Según ellos, los niveles de la hormona cortisol son más bajos en invierno que en verano. Y el cortisol es llamado la ‘hormona del estrés’, porque se libera en la sangre en situaciones difíciles o perturbadoras.
La presencia de cortisol en el cuerpo generalmente es más alta por la mañana y disminuye gradualmente durante el día. Por la noche, los niveles se reducen para mantener patrones de sueño saludables. La enfermedad, la falta de sueño y algunos medicamentos pueden afectar a la producción de la hormona, que, sin embargo, depende de la temperatura y no de la temporada en sí.
Además de empeorar el estado de ánimo, el calor también puede volvernos un poco más tontos. En este caso, es la concusión de un estudio recientemente publicado por ‘Plos Medicine’ y desarrollado por un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard.
Al llegar los primeros calores, los medios de comunicación empiezan a alertar sobre los peligros para las personas mayores, los niños o los enfermos. Hasta ahora, sin embargo, pocos se habían centrado en los efectos del calor en personas jóvenes y sanas. “Por lo general, cuando se estudian los efectos del calor, se consideran las categorías de mayor riesgo. En cambio, nuestro enfoque se centra en los veinteañeros sanos. Además, se suelen estudiar los efectos del calor en el exterior. Pero el 90% de los adultos estadounidenses pasa su tiempo en el interior y necesitamos comprender lo que sucede en el hogar y en la oficina”, explica José Guillermo Cedeño-Laurent, el coordinador del proyecto de Harvard.
El verano de 2016 es recordado como uno de los más tórridos de todos los tiempos. Precisamente en julio de ese año, los investigadores llevaron a cabo su experimento. Dividieron en dos grupos a 44 jóvenes estudiantes de Boston. El primer conjunto fue colocado en un dormitorio moderno con aire acondicionado. El segundo, en un edificio construido en 1930 y sin refrigeración. Durante los 12 días de análisis, se les pidió que realizaran dos simples pruebas por la mañana a través de su móvil. En una, lo estudiantes tenían que identificar rápidamente el color de las palabras que aparecían en la pantalla. La otra consistía en resolver problemas matemáticos básicos.
Los jóvenes sin aire acondicionado tardaron un 13,4% más de tiempo en la prueba del color. También cometieron más errores en los tests de matemáticas. En promedio, su puntuación fue un 13,3% más baja. Los académicos afirman que hay un claro declive en la función cognitiva cuando las personas están expuestas a altas temperaturas.
El estudio podría hacer sonreír. En realidad, debe insertarse en un contexto más amplio. Los investigadores están convencidos de que estos resultados pueden transmitir un mensaje importante. El cambio climático tiene repercusiones en la población en general y no solo en los segmentos más débiles. Los déficits de la función cognitiva pueden tener implicaciones significativas en el nivel de educación, productividad económica y seguridad en el trabajo.
De hecho, el calor es dañino no solo para la salud, sino también para la economía. La hipótesis ha sido confirmada por una investigación llevada a cabo por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y publicada por el ‘American Economic Journal’. El resultado del estudio muestra que por cada grado de aumento en la temperatura media, el PIB se reduce en un 1,3%.
No es el viejo estereotipo del Sur menos trabajador. La relación entre los dos factores, temperatura y PIB, procede de un análisis de los datos relativos a todos los países del mundo, en el período entre 1950 y 2003. Los efectos negativos detectados no conciernen solo a campos como la agricultura, donde la conexión sea tal vez más evidente, sino también a todas las demás actividades. De los comercios a la productividad industrial.
El calor, según los autores del estudio, jugaría un papel clave también en otro aspecto: la estabilidad política de los estados. En los países más pobres, por cada grado más de temperatura, se registra un aumento del 3,1% de posibilidades de que se produzca un golpe de estado.
Las olas de calor son cada vez más violentas y frecuentes. Estudios como estos resaltan el enorme riesgo para la especie humana. ¿Vamos hacia un mundo poblado por gente bloqueada e incapaz de razonar? ¿Necesitaremos una habitación con aire acondicionado con su consecuente enorme consumo de energía? Tal vez. Aunque, a juzgar por la propagación del reguetón, puede que ya sea demasiado tarde.
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