La educación inclusiva aporta más a la persona sin discapacidad que a quienes la tienen
Image: REUTERS/Suhaib Salem
Doctora en Pedagogía por la Universidad de Jaén, España, Marta Medina acaba de ver reconocido su trabajo: “La educación inclusiva como mecanismo de garantía de igualdad de oportunidades y no discriminación de las personas con discapacidad. Una propuesta de estrategias pedagógicas inclusivas” con el VI Premio CERMI Derechos Humanos y Discapacidad. A sus investigaciones, esta doctora añade el trabajo diario “en el tránsito de estudiantes con discapacidad desde el Bachillerato o la formación profesional hasta la universidad”, donde, asegura, hay “un gran vacío” en este momento. Medina cree que la sociedad española mejora en su aproximación a la diversidad y la inclusión, pero que aún falta camino por recorrer, en lo social y también específicamente en lo educativo, especialmente en la formación de los maestros.
¿Qué es para usted la educación inclusiva?
Para mí es el derecho a la educación de todas las personas. Va más allá de un derecho, es un proceso pedagógico y ético. Una persona que se dedica al mundo educativo está de algún modo obligado a creer en la educación inclusiva, porque no se educa para unas pocas personas, se educa para todas. El objetivo de la educación inclusiva es generar una estructura social justa, y esto significa ofrecer a todas las personas, con sus necesidades y características, un tratamiento educativo equitativo.
¿Cuáles son los principales problemas que existen a la hora de hacer efectiva la inclusión educativa?
Los principales problemas que he rescatado: la ley LOMCE -en España- en sí misma constituye un obstáculo para conseguir la educación inclusiva, porque se promulga sin contemplar las medidas que contempla la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad de la ONU, de 2006, y de obligado cumplimiento. El contenido de la ley no se ajusta e, incluso, va en contra a veces, no garantiza el derecho a la educación inclusiva. La ley habla de “mejora” de la calidad educativa, pero habla de resultados, categorización, medir.
Otro de los problemas es una especie de incoherencia entre las medidas para atender a la diversidad y lo que supone la inclusión. Por ejemplo, la evaluación psicopedagógica está desnaturalizada. Tuvo una razón de ser muy buena y loable -garantizar la equidad-, pero luego dista mucho de eso.
La escolarización: tener dos sistemas paralelos (centro ordinario y especial) contraviene también la convención.
Podríamos hablar también de la escasa formación del profesorado. Muchas veces el desconocimiento o desinformación hace que tengan prejuicios sobre las personas con discapacidad en torno al modelo de inclusión y hay que dar herramientas al docente.
Falta una definición que establezca una línea de actuación clara sobre qué es la educación inclusiva. Existe mucha literatura, autores que van por una línea, otros por otra, hay una amalgama de definiciones, teorías, supuestos, hay quien habla de que ni siquiera haya que definirla y eso hace que llevemos a la prácticas actuaciones erróneas o contradictorias a la educación inclusiva. También creo que a la Pedagogía le falta Derecho, conocer la norma, hasta qué punto estamos obligados; estamos vulnerando derechos. A la Pedagogía le falta conocer más del Derecho y al Derecho más de la Pedagogía a la hora de legislar. Creemos que es importante más unión entre ambas ramas.
Si su trabajo es con jóvenes con discapacidad en el tránsito a la Universidad, no debe trabajar con muchos jóvenes. Ahí justo (o incluso antes) es donde está el cuello de botella educativa de este sector.
Son pocos. La criba está sobre todo en la educación secundaria. Intentamos rescatar a esos pocos que llegan a Bachillerato y acompañarlos a la universidad. Trabajamos desde la información y los recursos que tiene la Universidad hasta eliminar miedos sobre una institución tan elevada, porque muchas personas jóvenes piensan que si el instituto ha sido complicado, la universidad será más. Es cierto que trabajamos con pocas, pero también es cierto que a esas pocas las animamos, les damos la información y el apoyo para que lleguen a la universidad. Cada año son más, afortunadamente. La mayoría de las y los estudiantes con discapacidad en años preuniversitarios deciden continuar su formación académica en la universidad a distancia, porque piensan que la universidad presencial no va a tener los apoyos y recursos que necesitan.
“Piensan que no tienen apoyos”. ¿Los tienen, realmente?
Es un prejuicio. Si piensan que pelear por más tiempo en un examen en el instituto es complicado, ¿quién le garantiza que les hagan las adaptaciones en la universidad? Es un prejuicio, porque la universidad cada vez más se configura como un entorno educativo inclusivo, se están poniendo las pilas para atender a la diversidad. Eso hacemos en este programa que coordino, explicarles que la universidad garantiza los apoyos y les va a dar las medidas acorde a sus necesidades, aunque aún queda mucho que hacer.
Dice un estudio suyo que la mitad de los profesores (50%) se muestra “indiferente” ante la atención a la diversidad y que uno de cada seis (16%) está en desacuerdo. Parece complicado incluir con estos mimbres.
Es real, pero creo que ocurre porque el profesorado está desboradado con la formación, con los cursos. Aprender sobre inclusión es añadir más cosas, quitarles más tiempo. Creo que lo que hay que hacer es darle herramientas al profesorado y hacerle ver que no es tan difícil, que es sencillo y que es poner en práctica una pedagogía para todos. No es un trabajo que vas a rentabilizar con unos pocos, le viene bien a todos. Hay que hacerle llegar al profesorado que la inclusión es un plus a su formación y que le va a venir bien. Ahí cambiaría esa imagen de indiferencia. Presentarles el contenido de forma atractiva es clave, que vean la utilidad, lo práctico. Y argumentar con las leyes, es un derecho reconocido en la legislación, en la Convención. Hay que ponerla en marcha, creamos o no hay que trabajar en esta línea. Más allá de cualquier cosa es un imperativo legal.
Es complicado, uno de las grandes problemas es la actitud del profesorado. Pero con cariño, presentando las cosas de forma sencilla, sin imponer o desbordar. Hay que hacerles ver que estamos obligados por la normativa, igual que están obligados a otras cosas.
Formación del profesorado. Dice que “llama la atención el desconocimiento y confusión en materia de discapacidad”. Suena como un problema grande.
Desconozco un poco en las enseñanzas medias si las administraciones ofrecen planes para trabajar. Creo que se propone formación relacionada con metodologías que va relacionada con la inclusión. En la universidad, cada vez más, el profesorado está más interesado en formarse en estos temas, quieren saber cómo atender a la diversidad, cómo atender a un chico con asperger o la accesibilidad de un chico con poca visión. En la universidad cada vez más se demanda la formación en atención a la diversidad.
Habría que darle una vuelta a los planes de formación inicial, renovar algunos conceptos. Falta. En la formación inicial sería fundamental incidir en estos temas, creo que existen algunas carencias, sobre todo cuando hablamos de los másteres de formación secundaria; hay que enseñarle al especialista en biología o matemáticas, hay que darle las herramientas para que sepan trabajar en un grupo de clase diverso y atender a cada estudiante. La formación debe ir desde la inicial a la continua y la permanente. Aún es poco lo que se está trabajando en esta materia. Hay una iniciativa de la CRUE y Fundación ONCE para implantar en los grados temas de discapacidad, diseño curricular para todas las personas. Trabajan para que en todos los grados hablen de discapacidad y un arquitecto o un farmacéutico sepa trabajar en esto.
En los últimos meses han salido varias sentencias condenando a las administraciones por derivar a alumnos con necesidades educativas especiales a centros de educación especial… ¿Está cambiando algo?
Creo que las personas con discapacidad y sus familias, el movimiento social alrededor, ha cambiado mucho, y eso hace que la gente cada vez más reivindique sus derechos. No sé si ahora ocurre más que antes, pero sí es cierto que ahora se habla de ello porque el movimiento asociativo cada vez es más beligerante y lucha más por ver reconocidos sus derechos. Creo que se ayuda mucho haciendo público este tipo de sentencias, ayuda mucho a conseguir el modelo de educación inclusiva.
¿Está la sociedad preparada para la inclusión?
Creo que por eso hay que trabajar desde la base, desde la educación. Es la pescadilla que muerde la cola. Para que la sociedad está preparada necesitamos formar personas que normalicen, que entiendan la diferencia, la diversidad, y las necesidades de las personas como una riqueza, como lo normal que es. Ese es el objetivo de la educación, ahí hay que poner el punto de mira. Estamos obligados a conseguir sociedades más justas. El desconocimiento hace que las personas tengan prejuicios y crean que un chico, por ejemplo, con asperger, ralentiza el crecimiento de sus hijos. Para que la sociedad esté preparada tienen que estar en la misma aula. Quizá ahora mismo la sociedad no esté preparada, pero por eso hay que preparar a las sociedades futuras, para conseguir un modelo social de derechos humanos.
¿Se cumple en España la Convención Internacional sobre los derechos de personas con discapacidad?
Se debería cumplir más. A pesar de que forma parte del ordenamiento jurídico español, todavía queda un poco.
¿A qué lo achaca?
Creo que es una cuestión de desconocimiento. También es verdad que somos un país que legisla mucho y si a las órdenes, decretos, reales decretos, le sumamos una norma internacional como la Convención, queda para lo último. Aunque sea un texto de cabecera para las personas con discapacidad o que trabajan con personas con discapacidad. Cualquiera que trabaje con chicos con discapacidad debería conocer la Convención. También por lo que traslada, habla de un modelo social, deja caer una concepción de las personas con discapacidad que deja muy atrás el modelo de asistencialismo, es un texto muy interesante de leer para quienes trabajamos con personas con discapacidad.
Las aulas específicas dentro de centros ordinarios, ¿son inclusión u otra forma de exclusión?
Es un camino hacia la inclusión. Me resulta insuficiente. Es un gran paso, pero desearía que se diese un paso más.
¿Y los centros de educación especial?
Eso me parece un retroceso. Esos centros deben utilizarse como centros de recursos. Los profesionales que allí trabajan saben mucho de atención a personas con discapacidad, pero creo que los chicos con y sin discapacidad tienen derecho a educarse y convivir en un entorno único. Si no conviven, si el chico sin discapacidad no sabe que existen chicos con otras necesidades, estamos muy lejos de conseguir el modelo social al que aspiramos. La educación tiene un papel importantísimo en conseguir este modelo. Esa es la magia de la educación inclusiva, aporta más a los chicos sin discapacidad que a los que la tienen. Si conviven con la diferencia no van a tener prejuicios, no les va a parecer raro ver a alguien en silla de ruedas, no van a tener problemas en contratar a alguien ciego. La campaña de la Fundación ONCE “No seas mi límite” deja claro ese mensaje. La inclusión hace que no tengamos prejuicios. Los centros de educación especial no ayudan a los chicos con discapacidad, pero menos aún a construir una sociedad justa. Eso solo se va a conseguir desde la educación como agente principal de socialización, con lo que las y los estudiantes tienen que estar juntos.
¿Es posible la inclusión real en España con los medios que hay?
La educación inclusiva no necesita de más medios. Es ordenar lo que hay. Tenemos personal muy cualificado, tenemos el movimiento asociativo, el CERMI como comité representante con un equipo de personas muy formada que puede asesorar, están los centros de educación especial con recursos. Hay que organizarlo y tener voluntad política.
¿No hay?
Sería necesaria voluntad política. Con los medios que tenemos sí podríamos implementar un modelo de educación inclusivo. Más sería mejor, siempre. Pero con lo que tenemos podríamos implementarlo. Hace falta quererlo.
Entrevista a Marta Medina, doctora en Pedagogía VI Premio CERMI Derechos Humanos y Discapacidad.
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