Vivimos en una era posverdad. Las empresas necesitan restaurar la confianza
Resulta cada vez más evidente que el ritmo acelerado del cambio tecnológico y social es uno de los principales desafíos de nuestro tiempo. El Informe Global de Riesgos 2018 (Global Risks Report, GRR), un informe anual publicado por el Foro Económico Mundial (WEF) en colaboración con expertos en riesgos, incluido Zurich, señaló que se trata de "evaluar las capacidades de absorción de las instituciones, las comunidades y las personas".
El GRR pone de relieve cómo los desafíos globales cada vez más interconectados —como el cambio climático, el envejecimiento y el crecimiento de la población, los macrodatos, la inteligencia artificial, la automatización, el cambio de poder geopolítico, la inmigración y el aumento del nacionalismo— plantean riesgos sistémicos que encierran el potencial de un "colapso fuera de control" o una abrupta transición a un nuevo status quo deficiente".
Estos riesgos sistémicos exigen una respuesta global coordinada impulsada por un liderazgo sólido y un enfoque firme en la generación de valor a largo plazo sobre la ganancia a corto plazo. Es necesario que reforcemos las instituciones y los mecanismos globales para la cooperación y superemos la diferencia de valores, tanto para proteger nuestro patrimonio mundial como para ofrecer un futuro sostenible y próspero para las próximas generaciones. Según las palabras del arquitecto, autor e inventor estadounidense Richard Buckminster Fuller: "Estamos llamados a ser arquitectos del futuro, no sus víctimas".
Sin embargo, lograr esta respuesta parece cada vez más difícil ya que la confianza en nuestras instituciones continúa deteriorándose. Ahora vivimos en una era de "posverdad", en la que nuestra percepción colectiva de la realidad a menudo parece estar impulsada por la emoción más que por los hechos. El Edelman Trust Barometer 2018 (Barómetro de confianza de la consultora Edelman) —que encuestó a más de 33 000 personas en 28 países— reveló que menos de la mitad de los encuestados en 20 de esos países dijeron confiar en los gobiernos, las empresas, los medios o las ONG para hacer lo correcto. Eso representa un leve deterioro con respecto al 2017, en el que 19 países mostraron " falta de confianza".
El informe indicó: "A comienzos de 2018, hallamos el mundo en una nueva fase en la pérdida de confianza: la falta de voluntad para creer en la información, incluso de aquellos más cercanos a nosotros. La pérdida de confianza en los canales y fuentes de información es la cuarta ola del tsunami de la confianza. La estabilidad de las instituciones ya han sido peligrosamente cuestionadas por las tres olas anteriores: miedo a la pérdida de empleo debido a la globalización y la automatización; la Gran Recesión, que generó una crisis de confianza en las figuras e instituciones de autoridad tradicionales y al mismo tiempo debilitó a la clase media; y los efectos de la enorme migración internacional. Ahora, en esta cuarta ola, tenemos un mundo sin hechos comunes ni verdad objetiva, que debilita la confianza incluso cuando la economía mundial se está recuperando".
En América Latina, la última Encuesta de Opinión Ejecutiva del Foro Económico Mundial, que publica el Informe Global de Riesgos (GRR), una vez más llegó a la conclusión de que el fracaso del gobierno nacional fue el mayor riesgo identificado por los líderes empresariales, seguido por el desempleo y la inestabilidad social.
Parece evidente que si persiste esta caída en la confianza, perjudicará de manera permanente la cohesión social, y le abrirá paso aún más a la política ideológica y al nacionalismo, lo que desvalorizará nuestras instituciones sociales.
Es necesario que los líderes actúen con determinación para restablecer la confianza pública y un sentido de responsabilidad colectiva compartida. En un mundo de creciente desconfianza social, los directivos de empresas, en especial, deben considerar nuevas formas de hacer las cosas, comenzando con la forma de manejar las relaciones más cercanas con clientes y empleados, lo que incluye:
⦁ Asignar un propósito a las empresas que vaya más allá de las ganancias para hacer una contribución positiva a la sociedad.
⦁ Implementar objetivos ambientales y de sostenibilidad creíbles dentro de sus organizaciones.
⦁ Entablar relación con las generaciones más jóvenes para ganar su apoyo y entender mejor cómo la interconectividad, la comunicación virtual y las tecnologías emergentes de la cuarta revolución industrial están cambiando los comportamientos y los atributos de marca necesarios.
⦁ Respetar la diversidad con un enfoque que trascienda el género, la etnia o la orientación sexual. El desafío es generar un entorno que aliente opiniones e ideologías diversas, y promueva un debate sin prejuicios e intelectualmente honesto para construir una confianza auténtica.
⦁ Para ello, será necesario un cambio del liderazgo tradicional a un enfoque más inclusivo, menos directivo y más colaborativo que promueva un entorno flexible y menos formal para los empleados más jóvenes.
⦁ Ajustar las metas y los incentivos con objetivos a largo plazo en lugar de ganancias a corto plazo.
⦁ Invertir en capacitación y desarrollo profesional para aprovechar la experiencia de una población de edad avanzada y, al mismo tiempo, captar la energía y la innovación de generaciones más jóvenes con mayor conocimiento de las nuevas tecnologías.
Nada de lo mencionado anteriormente se puede llevar a cabo sin un cambio auténtico en nuestras mentalidades. Para poder modificar el comportamiento e impulsar el cambio con un propósito a largo plazo, primero debemos reconsiderar nuestra propia línea de pensamiento y nuestro conjunto de valores. Luego, si nos atrevemos a dar los pasos necesarios, seguir adelante firmemente. Es simple, no existe otra alternativa. O impulsamos nuestra propia evolución o lo hará por nosotros el contexto de constante cambio. Y a eso, no lo podemos manejar.
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Andrea Willige
20 de septiembre de 2024