Las repercusiones de la automatización en la educación
¿Los trabajadores contarán con las aptitudes para manejar la nueva tecnología? La educación puede facilitar este proceso. Image: REUTERS/Jose Manuel Ribeiro
La automatización está anunciando una nueva “carrera” entre la educación y la tecnología. Sin embargo, la capacidad de los trabajadores para competir con la automatización se ve limitada por el desempeño deficiente de los sistemas educativos de la mayoría de los países en desarrollo. Esto impedirá que muchos cosechen los cuantiosos beneficios que otorga la escolarización.
La calidad de la escolarización no sigue el ritmo de otros avances, lo que en definitiva pone freno al potencial del “capital humano” (las aptitudes, los conocimientos y la capacidad de innovación que acumulan las personas). Mientras los países continúan esforzándose por transmitir a los estudiantes las aptitudes cognitivas básicas —las habilidades elementales que el cerebro utiliza para pensar, leer, aprender, recordar y razonar—, se van presentando nuevas demandas.
De hecho, las aptitudes requeridas por el mercado laboral están cambiando. Los empleadores buscan trabajadores más flexibles, que sean capaces de demostrar un alto nivel de desempeño. También quieren personas que puedan realizar tareas cognitivas no rutinarias, (PDF, en inglés) y se observa una creciente demanda por las aptitudes sociales. (PDF, en inglés) Cada vez es mayor el número de empleos en la fuerza laboral en que se requieren altos niveles de interacción social.
En Asia oriental, hemos alcanzado los límites del modelo industrial. Lo que en su momento dio resultado para los países desarrollados de la región podría no funcionar para los países en desarrollo de la región. De hecho, la revolución tecnológica —o la Cuarta Revolución Industrial (#4IR)— y la automatización traen aparejado el desaprovechamiento de capacidades (deskilling) en el caso de muchos trabajadores y la necesidad de adquirir nuevas habilidades en el caso de muchos otros.
Dos elementos esenciales de la historia del crecimiento de Asia oriental son la reforma del comercio y el capital humano. Las políticas que incentivaron las exportaciones o liberalizaron el comercio de hecho generaron una ventaja comparativa en términos de mano de obra de bajo costo y fácil de capacitar. La República de Corea, por ejemplo, en 1962 tenía un producto interno bruto (PIB) que era equivalente al de muchos países de África al sur del Sahara. Pero después de una década de uso intensivo de mano de obra y crecimiento impulsado por las exportaciones, el PIB real per cápita se duplicó.
Se prevé que la reducción del costo de las tecnologías de automatización y la variedad de tareas que ahora pueden automatizarse provoquen alteraciones importantes en los mercados laborales en las próximas décadas. Esto plantea desafíos considerables para los países en desarrollo.
Los países de ingreso mediano suelen tener las proporciones más elevadas de trabajadores en puestos propensos a la automatización (por ejemplo, contadores, carteros, cajeros, y otros). Para los países de ingreso bajo, contar con mano de obra barata y poco calificada podría dejar de ser una ventaja comparativa que puedan aprovechar para alcanzar un rápido crecimiento económico, tal como lo hicieron en su momento los países de ingreso mediano de Asia oriental.
Jan Tinbergen, economista ganador del Premio Nobel, señaló en 1974 que los avances tecnológicos estaban sesgados por el grado de calificación de los trabajadores y que esto causaba desigualdad de ingresos. También destacó la función clave de la educación como mediador en esta relación.
Durante el siglo xx, la adquisición de capital humano potenció los ingresos e hizo disminuir la desigualdad. Sin embargo, aproximadamente a partir de 1980, comenzó a ocurrir lo contrario. La desaceleración educativa posterior vino acompañada de un aumento de la desigualdad. ¿Significa acaso que la educación estaba perdiendo su efecto de mediación?
Esto tiene profundas repercusiones en los sistemas educativos, que se encuentran en una lucha constante o, de hecho, en una carrera —término acuñado por Tinbergen— para seguir el ritmo de la demanda de aptitudes y un cambio cada vez mayor en los tipos de habilidades requeridas.
La educación puede ser de ayuda, pero es probable que los países la necesiten en mucha más cantidad y calidad, además de que deben facilitar el acceso a las nuevas aptitudes.
Los graduados de la educación terciaria y universitaria son los que corren menos riesgo de ser afectados por la automatización. Las personas que poseen niveles elevados de educación tienen menos probabilidades de ocupar puestos propensos a la automatización. Quienes tienen mayor nivel de alfabetización también están más resguardados ante la posibilidad de perder sus empleos por este mismo motivo.
Los economistas que estudian los efectos de la automatización hacen hincapié en la importancia de las “competencias sociales de orden superior”, como la creatividad y las aptitudes interpersonales. Sin embargo, creemos que la mayoría de los países aún debe centrarse en hacer bien las cosas básicas.
Las tres prioridades de política más relevantes que los Gobiernos, los inversionistas y la comunidad del desarrollo deberían impulsar para prepararse para el futuro son:
1. Centrar la atención en las aptitudes básicas, el desarrollo en la primera infancia, y la medición y el mejoramiento de la capacidad de lectura temprana.
2. Brindar oportunidades para que los trabajadores inviertan en las aptitudes requeridas por el mercado laboral, de modo de beneficiarse —y, a la vez, protegerse— de la automatización.
3. Utilizar los datos empíricos sobre la influencia de la educación en el rendimiento del mercado laboral para implementar innovaciones financieras y utilizar las ganancias futuras para financiar la educación superior.
La automatización podría tener un impacto mayor en los países en desarrollo. La alteración causada por la tecnología es un tema de amplio debate en los países industrializados de ingreso alto. Es hora de que las autoridades encargadas de las políticas de los países en desarrollo comiencen a preocuparse por el impacto de la automatización en sus sistemas. Los beneficios de la escolarización son elevados, pero la calidad de estos sistemas actualmente es baja.
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