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La Gran Apuesta sigue vigente

A clock is seen in London's Financial centre at Canary Wharf In London, Britain as a minute silence is held at 11.00 for the victims of the Manchester bomb attack May 25, 2017. REUTERS/Russell Boyce - RC1F5EAFE460

Image: REUTERS/Russell Boyce

Luís Torras

Con cada nuevo ciclo olvidamos los errores del pasado; y en cada proceso de gestación de burbujas, solo unos pocos son lo suficientemente inteligentes y valientes para recordárnoslo.

De los muchos libros que se publicaron a raíz de la Gran Crisis Financiera, sin duda uno de los imprescindibles es La Gran Apuesta de Michael Lewis (Debate), uno de los grandes contadores de historias del momento. Como todo libro de Lewis, se puede leer como una novela, éste incluso en forma de cuento, con un marcado acento moral. En él se nos dibujan unos personajes de carne y hueso, gestores de algunos de los hedge funds más relevantes de Estados Unidos que, contraviniendo el grueso de las teorías de la economía conductual, se resistirán a seguir en manada al rebaño de ovejas que invertirá de forma desaforada en hipotecas subprime. Una fiebre alimentada por una política monetaria aviesa y una regulación y supervisión que harán aguas por todos lados y que se llevará por delante la economía global en 2008.

Lewis explica de forma accesible cómo se gestó la última gran crisis financiera y cuáles fueron sus causas a través de cuatro historias entre los muy pocos, en total no fueron más de veinte, que no únicamente se resistieron a la fiebre a la que siempre induce el dinero fácil, sino que tuvieron la inteligencia y el coraje de apostar en contra. Apostaron por el criterio propio, no por las opiniones prestadas, ojo crítico, analizando las cosas desde lo que son y no desde lo que los demás dicen que son. No se subieron a la fiesta de la deuda ni al cinismo de Charles Prints, a la sazón Presidente de Citibank, cuando afirmó aquello de “hemos de seguir bailando hasta que al música pare.”

Cuando se genera una burbuja y los sistemas de incentivos son perversos, es difícil optar por lo correcto. Denunciar que el Rey esta desnudo no resulta tan fácil como explica el cuento infantil, requiere una gran dosis de coraje y conlleva enfrentarse a las masas, a los grandes bancos, a los accionistas y partícipes, a los reguladores, e incluso a la familia y amigos. Requiere de la virtud moral de hacer lo correcto, la principal contribución del maravilloso libro de Lewis (llevado a la pantalla de forma notable por Adam McKay).

La virtud moral de hacer lo correcto es la principal contribución del maravilloso libro de Lewis

Por añaduría, el libro contiene grandes dosis de buena economía. El autor ofrece la que, para mí, es la mejor explicación sobre el buen y mal uso de los productos derivados y otras sofisticaciones financieras durante la gestación y estallido de la crisis. Para el lector lego en finanzas, el libro permite una aproximación a algunos de los entresijos de la regulación financiera y sobre cual es el rol de un gestor de fondos.

El mensaje central del libro es que la crisis fue una crisis, esencialmente, de ideas. El hundimiento de 2008 no fue algo inevitable, tampoco fue una sorpresa –la mejor muestra, los propios protagonistas del libro–; sino el resultado de una incorrecta aproximación a la economía y de una arquitectura financiera disfuncional que favorece situaciones de riesgo moral que acaban por incrementar de forma dramática la magnitud del ciclo. Al margen de la lectura macro, el libro incide en cómo las personas nos dejamos influenciar, la mayoría de veces de forma inevitable, por comportamientos de manada. Fue una crisis más estructural que cíclica: unos mercados financieros hoy convertidos en una gran casino donde unos pocos apuestan con el dinero de todos con la expectativa de que la pérdida la cubrirá el contribuyente.

Esta falla interna fue detectada y denunciada por solo unos pocos valientes como Michael Burry y Steve Eisman. En ambos casos, historias tremendamente humanas, emotivas por su comportamiento honesto, y por su actitud estoica al defender sus convicciones o denunciar las tropelías, abusos o inconsistencias del mundo de Wall Street. Supieron ver lo que los demás se negaban aceptar, y mantuvieron sus posiciones a pesar de las perdidas o la perdida de estatus.

Esta no es una historia nueva. Pasó y volverá a pasar

Esta no es una historia nueva. Pasó y volverá a pasar. De ahí la vigencia y cierto carácter universal de la obra. Meses antes de la gran caída bursátil de 1929, Paul Warburg, preeminente banquero y miembro ilustre del establishment de Wall Street, tuvo la osadía de alertar sobre una inminente caída de la bolsa que pondría en peligro la solvencia del conjunto del sistema y que tendría un impacto fortísimo en términos de crecimiento y empleo. Su voz fue desoída y sus críticas le supusieron cierto abandono social y desprecio por "no saber lo decía". Lo explica muy bien Niall Ferguson en su libro High Financer: The Lifes and Time of Siegmund Warburg.

Con cada nuevo ciclo olvidamos los errores del pasado; y en cada proceso de gestación de burbujas, solo unos pocos son lo suficientemente inteligentes y valientes para recordárnoslo. Lección que conviene recordar en un momento en el que los mercados acumulan rachas al alza al tiempo en que las economías acumulan más y más deuda. Una lectura tan vigente hoy como lo era en 2010.

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