Literatura útil para directivos
Enric R. Bartlett Castellà
Profesor de Derecho Público, ESADE Business & Law School (Universidad Ramón Llull).Emma Woodhouse (Jane Austen, 1815) es una joven de familia distinguida y adinerada en la Inglaterra de la Regencia que, con veinte años y escasa experiencia de la vida, intenta arreglar noviazgos para sus amigas. Sus lógicos fracasos sirven a la autora para, con afectuosa comicidad, alertar de los riesgos de dar consejos que requieren vivencias de las que se carece. Leer Emma es, al tiempo que una agradable recreación de una época pasada elegantemente escrita, un aviso a navegantes de no dar lecciones que no se han aprobado.
Como mi experiencia en el mundo del management es limitada, cumplo el encargo recibido de recomendar literatura útil para directivos empezando con esta advertencia previa.
Leer nos permite degustar los sinsabores del fracaso o el elixir del éxito, sin la resaca de la pesadumbre, ni el peligro de devenir arrogantes
”La función didáctica de la literatura permite vivir situaciones, incluso extremas, sin riesgo alguno. Leer nos permite degustar los sinsabores del fracaso o el elixir del éxito, sin la resaca de la pesadumbre, ni el peligro de devenir arrogantes. Al mismo tiempo, el ritmo de los fonemas, nos proporciona placer estético sin más desgaste que el de nuestras pupilas persiguiendo esos bichitos que, en la casa en el árbol, son las letras que descubre el niño John Clayton III en Tarzán de los monos (Edgar Rice Burroughs, 1912).
Dicen que es conveniente que los directivos lean ficción para despejar sus mentes. Si en verdad lo es, ya tienen dos sugerencias para este verano, con la ventaja de que nadie podrá acusarles de querer ir a la última, pues doscientos y cien años nos separan, respectivamente, de cada uno de esos títulos.
Si el tesón nos ayuda a afrontar los embates de acontecimientos que no controlamos, la paciencia y la imaginación son activos que conviene encontrar en el balance de un directivo, Sólo a través del Atlántico (Alain Gerbault, 1925) es un buen compañero de viaje. La narración, por su mismo protagonista, de la primera travesía en solitario de ese océano nos enfrentará con temporales inclementes, soledad, vías de agua y cambios de rumbo. Grandes dificultades y respuestas decididas que jalonan la estela de una gesta.
Los mismos ingredientes que encontramos en Momentos estelares de la Humanidad (Stefan Zweig, 1927), donde fracasos y éxitos, épica, lírica y drama, se suceden. Nos emociona la tenacidad de Händel (1685- 1759) que le permitió sobreponerse a una apoplejía y componer El Mesías. Sentimos solidaridad con el mariscal Grouchy que, por cumplir literalmente sus órdenes, propicia la derrota del Emperador en Waterloo. Admiramos el valor y la entereza de Cyrus W. Field, que convence a los accionistas para arriesgar, tras varios fracasos y éxitos parciales que se tornan enormes decepciones, hasta el último céntimo del capital suscrito para tender el cable telegráfico que en 1858 por unos días unirá el Viejo y el Nuevo continente (en 1866 lo hará definitivamente).
Asociamos el éxito de un directivo al logro de los objetivos de la empresa para la que trabaja, con o sin ánimo de lucro, pública o privada. En La conquista de la riqueza (Richard Lewinsohn, 1929 -Sí, el año del ‘crack’) sus protagonistas, los Rothschild, los Krupp, John D. Rockefeller, John P. Morgan, Thomas A. Edisson, Alfred Nobel, Henry Ford, entre otros, sin duda alcanzaron ese éxito. Los componentes de la fórmula no fueron siempre los mismos; los encontramos halagüeños, como el trabajo esforzado, casi obsesivo; la intuición, un punto de genialidad a veces; pero también menos lisonjeros, como la falta de escrúpulos de no devolver durante años el capital que alguien confió en depósito; o a vender armas inservibles, bien limpias, como si fueran nuevas y que no protegerán la vida de los soldados a quienes se entregan.
Los dilemas éticos, precisamente, son el hilo conductor de Arlequín (Morris West, 1974), narración trepidante premonitoria de la crisis de 2008, a caballo de Ginebra y Nueva York, en donde la lucha por el control de una empresa obliga a responder, como Ulises en su viaje de regreso de la guerra de Troya, la incómoda pregunta de: ¿hasta dónde llegarías?
Finalmente, en La Odisea del management (Lluís Pugès, 2012), al paso de Ulises y con la ayuda de los clásicos, – mi madre Dixit – en unas cien páginas deliciosas, nos acompaña en los cómo y los porqué del viaje personal y profesional de un directivo.
Publicado originalmente en Cinco Días, 31 de julio de 2017
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