¿Qué plan tiene China para Latinoamérica?
Image: REUTERS/Mariana Bazo - RTSSHXA
Si bien China superó a EE.UU. como la mayor economía mundial desde 2014, nunca antes había tenido una mejor coyuntura internacional para fortalecer su liderazgo global. El efecto acumulado de las políticas de Trump, incluyendo la salida del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) o el retiro de EE.UU. del Acuerdo de París sobre cambio climático fue la abdicación de un liderazgo mundial que el gigante asiático está listo para tomar.
A principios de este año, en el marco de la Reunión Anual Foro Económico Mundial en Davos, el presidente de China, Xi Jinping, realizó una rotunda defensa del libre comercio y la globalización, a tan solo unos días de la llegada de Trump a la Casa Blanca. Además de asumir liderazgo en defensa del libre comercio, China se ha convertido en el líder en la lucha contra el calentamiento global, ratificando su compromiso con el Acuerdo de París y es desde el 2015 el tercer inversionista mundial, sumando $183 mil millones de dólares (mmdd) de Inversión Extranjera Directa (IED), según el último informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).
Con estos antecedentes alrededor del comercio, la inversión y el financiamiento, vale la pena preguntarse, ¿qué estrategia tiene China para Latinoamérica?; ¿cuáles son sus prioridades y acciones? Y, ¿cómo debe interpretar Latinoamérica el contexto actual y qué oportunidades puede encontrar?
La participación china en Latinoamérica va en aumento. Actualmente, China es el primer socio comercial de Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay, y el segundo de México. El comercio bilateral entre China y Latinoamérica se ha multiplicado por 26 veces del año 2000 al 2016 y ha invertido más de $110 mmdd en la región desde 2003, la mayoría en los últimos cinco años. El 65% de las inversiones chinas desde 2001 fueron destinadas al sector de las materias primas, en el que también se creó la mitad del empleo por inversión china.
Tal como ha documentado el Monitor de la OFDI de China en ALC, Brasil ha sido el destino preferido de las inversiones chinas. El país del dragón no ha dejado de invertir, ni siquiera en medio de la turbulencia política brasileña o ante el debilitamiento de la izquierda latinoamericana. Al contrario: ha aumentado su apuesta en México, Argentina, Perú, entre otros.
La misma fuente documenta el número de transacciones por país en los últimos 15 años, que superan las trescientas:
Igualmente existe un recuento del número de empleos que han generado las inversiones chinas en la región, que suman más de 254.000.
La necesidad de inversiones en el extranjero por parte de China no venía principalmente de su ahínco por incrementar su influencia global, sino por su propio modelo económico. Con crecimientos permanentes del orden de dos dígitos por más de tres décadas, China tuvo la necesidad de encontrar fuentes que le dieran seguridad energética y acceso a recursos naturales en el menor rango de costos posibles. Las inversiones en el exterior, aunadas a las ventajas comerciales, le han permitido a China mantener una estabilidad política y social.
Con estos antecedentes, la potencia asiática se decantó por invertir en actividades primarias como las materias primas (combustibles fósiles, agricultura, metales y otros recursos naturales), teniendo preferencia por aquellas que complementaran o potenciaran su modelo, ya sea por disponibilidad, precio o localización. Así fue como se llegó a la siguiente distribución de inversión:
Conforme ha evolucionado la economía china hacia actividades más sofisticadas, el enfoque por parte de los sectores privado y público del país del dragón ha cambiado hacia países y regiones del mundo con un sector servicios en pleno desarrollo y clase media ascendente –ambas características de la China actual. Esto para facilitar compatibilidad económica y de mercado entre las partes, tomando en cuenta que muchas empresas chinas dependen en demasía de su mercado doméstico y requieren colocar inventario en los mercados internacionales.
Así, China ha cambiado sus prioridades de minas y metales a ensambladoras automotrices, fábricas de electrodomésticos, maquinaria, plantas de baterías y paneles solares, entre otros. Por su parte, la región latinoamericana ha estado interesada en China dadas las promesas de inversión, la posibilidad de diversificación y que China ha ofrecido una agenda orientada a alcanzar objetivos nacionales, sin imponer cambios drásticos al manejo de las finanzas nacionales… hasta ahora.
Un nuevo proyecto, que se ha mencionado en medios como “Cooperación práctica 1+3+6” prioriza una sola planificación de cooperación entre China, Latinoamérica y el Caribe; tres motores dados por la trifecta del comercio, la inversión y el financiamiento; así como seis áreas prioritarias dadas por infraestructura, tecnología informática, cultura, industria manufacturera, energía y recursos, así como innovación científica y tecnológica.
En materia de comercio, China busca ejercer su experiencia como la gran fábrica del mundo en las últimas décadas, especialmente tocando nuevas puertas y abriendo mercados para que sus empresas se expandan. En este sentido, además de las exportaciones tradicionales, el comercio electrónico jugará un papel muy importante. Como ejemplo más importante están las recientes reuniones de Jack Ma, fundador de Aligroup, con los presidentes de México, Argentina e inclusive EE.UU., a quienes les transmitió su deseo de invertir en Latam y comercializar sus productos en China.
Con respecto al financiamiento, China también se ha convertido en el principal acreedor de Latam, al prestar más de $29 mmdd en 2015, casi el doble de los créditos ofrecidos por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en el mismo periodo. Pero el gigante asiático seguirá teniendo iniciativas, como el reciente paquete de arreglos financieros por $35 mmdd presentado en la reunión con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC. A este fondo le seguiría otro por $30 mmdd para mejora de la capacidad productiva regional, y otro de $3 mmdd para países caribeños que se administraría con el BID.
A propósito de la IED, hoy China ya está invirtiendo más recursos de los que recibe. Esta inversión es hecha generalmente por empresas paraestatales, y que en la mayoría de los casos participan en industrias extractivas. De hecho, casi la mitad de toda la inversión china ha estado concentrada en empresas del Estado: Sinopec, CNPC, Sinochem, China Three Gorges, MMG, State Grid Corporation of China, Wisco, China National Offshore Oil Corporation (CNOOC) y BCEG.
Con la implementación de su estrategia regional, China ha pasado en pocos años de ser un actor secundario a ser un jugador fundamental para definir las prioridades y desarrollar los países de América Latina. Pero su estrategia aún no está completa, pues espera duplicar sus inversiones en la próxima década, destinando dichos recursos para hacerse de cadenas de valor en las seis industrias consideradas como estratégicas, además de empresas clave que le puedan aportar conocimiento tecnológico, activos estratégicos o valor de marca.
Con este enfoque, la presencia china se puede describir según el país en cuestión:
- En Brasil, China ha invertido más de la mitad de la IED que ha colocado en la región. Se ha enfocado en proyectos como la fábrica del autobús eléctrico y paneles solares “Build Your Dreams”, o BYD, y en diferentes proyectos con Petrobras.
- En Argentina, China tiene una participación relevante en la red ferroviaria en el área suburbana de Buenos Aires. Además, Congqing Grain Group, Sany, el Banco Industrial y Comercial de China y Chery han hecho inversiones relevantes.
- En Perú, empresas como China Minmetals (MMG), CNPC y Chinalco han comprado minas, compañías energéticas y fábricas de aluminio, respectivamente.
- En México, ganó dos bloques para extracción petrolera en la frontera marítima con EE.UU. y firmó un convenio para ensamblaje de automóviles JAC Motors. Con México ha firmado más de 40 acuerdos de $4 mdd o más, según el reporte “IDE china en Latinoamérica: tendencias nuevas e implicaciones mundiales” de la OCDE.
- En Venezuela, estableció la fábricas de celulares ZTE.
- En Bolivia, tiene inversiones importantes de Shengli International Drilling Co y un proyecto conjunto de la china Sinosteel con la paraestatal YPFB.
Sobra decir que países como Brasil y Venezuela están muy interesados en seguir recibiendo fondos chinos, que les podría ayudar a mejorar su situación económica.
De acuerdo con el Consejo del Atlántico, hay beneficios estratégicos al invertir en un país, más allá de los evidentes como “creación de empleo, transferencia de conocimientos, transferencia tecnológica e incremento en el comercio.” Así, otros efectos incluyen “mejorar su imagen en el exterior, persuadir a otros a que se unan a ciertas organizaciones internacionales y formular políticas amistosas con otros países.”
En el caso chino, los volúmenes de inversión y la participación de las paraestatales crean un marco natural para que el gigante asiático gane influencia al alinear el contexto y los objetivos económicos con las prioridades gubernamentales. A diferencia del sector privado, la generación de utilidades no es el principal criterio de inversión, sino las prioridades de desarrollo del gobierno chino.
Como parte de estas prioridades, China fundó en 2015 el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), al que invitó a diferentes “países amigos”. Coincidentemente, las funciones de este banco de desarrollo son prácticamente las mismas que las del Banco Mundial (BM) –en términos de financiamiento de infraestructura- y el Fondo Monetario Internacional (FMI) –para intervenir en caso de que haya problemas de liquidez o de afectación de la balanza de pagos-.
Al presentar esta iniciativa, varios países latinoamericanos que tuvieron dificultades con el BM o el FMI abrazaron a la nueva institución, a la que ven como buen complemento al orden financiero internacional. Por lo pronto, Brasil, Perú, Venezuela, Chile, Bolivia y Argentina están listos para trabajar con la institución, especialmente para pasar página de la significativa caída en los precios de las materias primas.
El último éxito de Pekín fue la reciente ruptura de relaciones entre Taiwán y Panamá, pues en un giro radical a la política exterior del país del canal interoceánico, el presidente Varela reconoció la política de una sola China y procedió a establecer relaciones diplomáticas con el país del dragón. El éxito fue doble, pues sumó un aliado político-económico de la más alta importancia y logró debilitar al “rebelde” Taiwán.
Según la lectura de diversos analistas, a EE.UU. dejó de importarle América Latina desde el fin de la Guerra Fría, y la Administración Trump se ha encargado de volver deficientes las relaciones con algunos gobiernos latinoamericanos —notablemente México. Este panorama ha ofrecido oportunidades a la expansión política y comercial china; no obstante América Latina se encuentra lejos de ser un socio prioritario de la potencia asiática.
Los latinoamericanos no deben esperar grandes concesiones en las mesas de negociación, al menos no sin antes preparar una estrategia integral, que entienda los diversos intereses de sus contrapartes y los ponga sobre la mesa. Esto se debe a dos razones principales. En primera instancia, EE.UU. prevalece como socio principal de la región y, de manera más relevante, ha desarrollado desde el siglo XIX un entramado de instituciones formales e informales que le permiten proyectarse como potencia regional hegemónica en Latinoamérica.
Actualmente, esta condición difícilmente puede ser retada por una China que aún carece de las ventajas estadounidenses y que, además, busca se respete su propia zona de influencia en el este de Asia.
Este último punto nos lleva a la segunda instancia: las prioridades chinas se mantienen focalizadas en su propia región, donde se encuentran sus principales inversiones y donde se ubican las principales amenazas a su soberanía. Como ya se observó, la Administración Trump también ha dejado un vacío en el este de Asia, que China aprovechó de inmediato para lanzar diversas iniciativas que ya venía preparando desde tiempos de Obama.
Las tres iniciativas más destacadas son:
a) La iniciativa “Un Cinturón, Una Ruta” (OBOR, por sus siglas en inglés y también conocido como la Ruta de la Seda del Siglo XXI.
b) La Asociación Regional Económica Integral (RCEP, por sus siglas en inglés), entendido como el Mega TLC chino.
c) El Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AAIB, por sus siglas en inglés), descrito anteriormente y que ya agrupa a 56 países miembros y 24 prospectos.
Estas tres iniciativas proyectan a la República Popular China como líder regional en Asia (desde el Bósforo y Suez, hasta Seúl y Singapur), e incluyen a socios fuera de región que tradicionalmente ha tenido importantes relaciones comerciales con EE.UU.: Australia, algunos países de Europa Occidental y Chile, entre otros.
América Latina debe aprovechar la creciente multipolaridad para diversificar sus relaciones y los beneficios que puede obtener del comercio. Esta extensión debe ir más allá de comerciar con muchos socios de distintos orígenes. Diversificar implica modificar la manera de relacionarse con el exterior, preparando profesionales capaces de interactuar de nuevas formas y capaces de crear estrategias de persuasión originales, más allá del dominio comercial.
Latinoamérica ha aceptado gustosa el dinero chino, pero no ha impuesto muchas condiciones en las negociaciones, por lo que China tiene una posición dominante en la relación y se encuentra mejor preparada para tomar ventaja del comercio con la región. Invariablemente y con objetivos de diversificación, la República Popular de China ofrece cada vez mejores oportunidades para Latam, ya que su transición económica ha empujado a que sus inversiones en la región superen la tradicional barrera de los modelos agroexportador y extractivo.
En cuanto a las manufacturas chinas, queda en manos de los gobiernos latinoamericanos decidir en qué condiciones se dará la competencia, pues en este rubro es donde generalmente surgen conflictos derivados de la desregulación. De hecho, la calidad de las inversiones de China en la región ha atraído la atención internacional dadas las implicaciones ambientales, laborales y otros estándares comerciales.
Pero aún quedarán tres temas que al día de hoy son una incógnita: ¿Cuál será la estrategia de unos EE.UU. comandados por Trump? ¿Cuándo abrirá China su mercado doméstico a Latinoamérica? Y, ¿seremos capaces de aprovechar esa oportunidad?
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