Educación y habilidades

Una lección en la importancia de las universidades privadas

Teachers protest to demand better working conditions, in Bogota, Colombia, May 16, 2017. REUTERS/Jaime Saldarriaga - RTX364SJ

Image: REUTERS/Jaime Saldarriaga

Philippe Le Houérou

Recientemente, durante una visita a Colombia tuve una experiencia extraordinaria en este país que está poniendo fin a cinco décadas de conflicto. Pasé un par de horas en una sala de clases de una universidad escuchando a estudiantes con grandes objetivos, a graduados que iniciaron negocios exitosos y a representantes de grandes empresas que están contratando a cientos de egresados de esta universidad.

Me sentí lleno de energía. ¿Por qué? En primer lugar, porque casi todos los alumnos provenían de familias de bajos ingresos. Muchos de ellos habían escapado de la guerra, y ahora se sienten muy afortunados de tener las oportunidades que les abre una educación universitaria.

En segundo lugar, porque la universidad es privada. La universidad Uniminuto no solo ha desarrollado un modelo de educación superior que, a decir de muchos, ha formado profesionales de primer nivel, sino que también ha encontrado una fórmula para tener un impacto altamente positivo en Colombia y, al mismo tiempo, ser rentable.

Hace ocho años, la institución que dirijo —la Corporación Financiera Internacional (IFC), una entidad del Grupo Banco Mundial que se dedica al sector privado— invirtió 8 millones de dólares en Uniminuto. Esa cifra es pequeña si se considera la magnitud de nuestras líneas de actividades, ya que nosotros proporcionamos miles de millones de dólares en financiamiento todos los años para fomentar la inversión privada en los países en desarrollo.

Pero esa inversión es quizás una de las mejores inversiones por un monto de 8 millones de dólares que hemos hecho hasta ahora. Los fondos ayudaron a ampliar la infraestructura, modernizar la tecnología y mejorar la estrategia financiera de largo plazo de la universidad. Cuando hicimos nuestra inversión, Uniminuto tenía 30 000 estudiantes solo en Bogotá; hoy en día hay más de 130 000 alumnos que cursan estudios en 20 departamentos del país.

Eso significa 130 000 posibles historias de éxito. El rápido crecimiento de Uniminuto, y que es cada vez mayor, constituye una gran noticia para Colombia. Y también es una muy buena noticia para muchos otros países en todo el mundo que están muy poco desarrollados, que sufren aún los efectos secundarios de conflictos, o que necesitan mayores inversiones en educación superior a fin de preparar a los jóvenes para el mercado laboral del futuro.

De la población mundial de 1200 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años de edad, un asombroso 90 % vive en países en desarrollo. Y un tercio de estos jóvenes se encuentra desempleado o no está matriculado en centros educacionales o de formación profesional. En pocas palabras, estamos desperdiciando un recurso precioso.
Mientras los encargados de formular políticas e instituciones multilaterales se esfuerzan por mejorar las perspectivas económicas y reducir la pobreza en los mercados emergentes, son pocas las inversiones que resultarían en mayores beneficios que la expansión del acceso a educación de calidad y formación profesional.

La falta de inversión en educación superior en el mundo constituye una tragedia para estos jóvenes, la mayoría de los cuales tendrá que lidiar con bajos ingresos, inseguridad y malas condiciones de salud a lo largo de su vida. Se trata también de un obstáculo significativo para el crecimiento económico en los mercados emergentes, donde los empleadores informan de manera generalizada que la escasez de trabajadores cualificados no les permite contratar al personal necesario en la economía del siglo XXI.

Colombia está trabajando arduamente en poner en práctica un enfoque que combina la educación pública con la educación privada con el fin de dar acceso a más de 3 millones de jóvenes que tienen la oportunidad aquí de recibir educación superior. El país ha logrado grandes avances, pero aún queda mucho por hacer.

En Colombia, las tasas de matrícula en la educación superior casi se duplicaron entre 2004 y 2015, aumentando de 27 % a 50 %, pero continúan estando rezagadas en comparación con otros países latinoamericanos. De los estudiantes matriculados, solo el 4 % asiste a institutos técnicos y, en encuestas empresariales realizadas en el país, el 45 % de las compañías opina que una fuerza laboral sin la capacitación adecuada es la principal limitación para la actividad comercial.

¿Qué es lo próximo que tiene que ocurrir?

Las universidades privadas han cumplido una función esencial en el crecimiento del sistema educativo de Colombia, y en la actualidad alrededor de la mitad de todos los estudiantes asiste a centros de estudios privados. En IFC estamos trabajando en aumentar nuestras inversiones en universidades e institutos de formación profesional administrados por el sector privado en Colombia y en otros países en desarrollo.

De hecho, el año pasado IFC apoyó la expansión y modernización de la Universidad Javeriana, una de las principales instituciones universitarias del país y una de las más antiguas de América Latina, con un préstamo de 30 millones de dólares. Hemos aprendido de la experiencia que las instituciones privadas complementan el rol central de las instituciones públicas, y que las primeras lideran los esfuerzos por impulsar la calidad. Estas instituciones, además, representan dos tercios de las universidades acreditadas por el gobierno colombiano.

En Colombia, no se trata solo de aumentar la matrícula de estudiantes. Se necesita también brindar una educación de mejor calidad. Al tener un mayor acceso a capital privado, las universidades pueden agilizar los planes de mejoramiento de la calidad, y aumentar la capacidad y la inversión en investigación y desarrollo, requisitos para obtener la acreditación y llegar a convertirse en centros de estudios de nivel internacional.

Además, los programas y planes de estudio tienen que ser más relevantes para el mundo del trabajo de manera que tengan un mayor valor para los estudiantes, y las instituciones necesitan establecer lazos más sólidos con los distintos sectores de la economía así como ofrecer oportunidades de aprendizaje en el lugar de trabajo.

El gobierno de Colombia estableció el objetivo de convertir a Colombia en “el país más educado” antes de fines de 2025. Aplaudo a los líderes que pusieron esa meta. Solo tendremos grandes logros cuando nuestras aspiraciones se ajusten a las aspiraciones de los pobres. En el ámbito de la educación superior, eso implica tener un sistema público sólido complementado con instituciones privadas sólidas a fin de poder preparar a nuestro recurso más valioso —los jóvenes— para el futuro.

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