Empleos y el Futuro del Trabajo

La habilidad crucial que falta en nuestro sistema educativo

Belinda Parmar
Chief Executive Officer, The Empathy Business

Desde Blade Runner hasta Yo, Robot, las grandes pantallas de Hollywood han pronosticado el surgimiento de las máquinas. Las inteligencias automatizadas servirán nuestras mesas y conducirán nuestros taxis. Nos servirán para realizar tareas domésticas. Pero ahora los hechos están superando la ficción. La automatización ha traspasado la línea de montaje de las fábricas, mientras que las computadoras diagnostican enfermedades, proporcionan consejo legal, y toman decisiones financieras y políticas. Y si la inteligencia artificial es realmente más rápida, más inteligente y más confiable, ¿qué queda para nosotros?

La respuesta es precisamente ese elemento que nos hace menos eficientes y más lentos. Nuestra humanidad. Pero en lugar de verse como una debilidad, esta es realmente nuestra mayor fortaleza. Es lo que debemos potenciar, porque los estudios muestran que a medida que el mundo se vuelve cada vez más automatizado, computarizado y digitalizado, estamos perdiendo las mismas habilidades que nos definen como humanos. Justo cuando más las necesitamos.

Los más afortunados serán los que puedan combinar el conocimiento tecnológico con la inteligencia emocional.

Nuestra empatía es algo que las computadoras siempre lucharán por emular. Tenemos que celebrar lo que nos diferencia, incluso de la más inteligente de las máquinas. Mientras que el futuro pertenece a quienes son capaces de navegar por este mundo cada vez más digitalizado, los más afortunados serán los que puedan combinar el conocimiento tecnológico con la inteligencia emocional.

El preocupante declive de la empatía

En la Cuarta Revolución Industrial, los humanos no están aprovechando esta ventaja potencial. Satya Nadella, CEO de Microsoft, dijo en Davos este año que en un mundo con exceso de IA y aprendizaje de máquinas, "los valores humanos como el sentido común y la empatía serán escasos". Un hallazgo de Sara Konrath en la Universidad de Michigan muestra que los jóvenes están menos comprensivos que nunca; los estudiantes del American College mostraron una disminución del 48 % en su preocupación empática y del 34 % en su capacidad de ver las cosas con la perspectiva de otras personas.

Las cifras indican que precisamente ahora, cuando nuestros poderes para comprometernos con otros podrían hacer la diferencia entre nosotros y nuestros homólogos automatizados, estamos dejando que los músculos de nuestra empatía se atrofien. Estamos, por decirlo con simplicidad, desconectándonos.

Así que en un momento en el que deberíamos fortalecer los músculos de la empatía y desarrollar la inteligencia emocional estamos, en realidad, bajando sus niveles. Hemos abandonado nuestros sentimientos de empatía y este es un problema que debemos abordar. El MIT es una de las pocas instituciones que entiende la importancia de perfeccionar la inteligencia emocional de sus estudiantes, así como sus habilidades técnicas. Sus estudiantes, que pronto serán la élite de la tecnología en el mundo, pueden asistir a una "Charm School", un programa de larga duración cargado de ironía que incluye consejos sobre todo, como cuándo hacer contacto visual y cómo dar malas noticias con amabilidad.

El MIT ha acertado en un tema invaluable, dándose cuenta de la necesidad de llenar una brecha crucial en la educación de sus estudiantes. Pero cuando los jóvenes llegan a la educación terciaria ya puede ser demasiado tarde. Necesitamos crear empatía en todo nuestro sistema educativo y entornos corporativos que valoren las habilidades que previamente han sido etiquetadas como complementos "blandos".

El problema de las tres R

De muchas formas, el problema es histórico. Nuestro sistema educativo sigue arraigado en los valores de la era industrial. Las llamadas 3 R, lectura, escritura y aritmética, que preparaban a los estudiantes para trabajar en fábricas y oficinas, se concentraban en las llamadas habilidades "duras" a expensas de la creatividad, la imaginación o la inteligencia emocional. Si bien los sistemas educativos fomentan la empatía a través de materias como idiomas extranjeros, literatura y artes, estas no siempre se consideran fundamentales.

En las palabras de Teresa Cremin, una profesora de educación en la Universidad Abierta del Reino Unido, al no desarrollar la resiliencia, la imaginación (ligada a la empatía), la creatividad y la inventiva, el programa de estudios nacional británico es "educar para el pasado, no para el futuro desconocido que cambia con rapidez". Otros países se enfrentan a una desconexión similar.

Las habilidades asociadas con la empatía deben convertirse en valores fundamentales en nuestros hogares, nuestras escuelas y el lugar de trabajo. Deben estar integradas en todos los niveles de la sociedad. Este no es un ejercicio donde solo se marcan las casillas que corresponden. Estas no son habilidades blandas, son las habilidades del futuro, porque mientras que la tecnología es fundamental, será mucho más poderosa cuando esté en manos de genios en alfabetización emocional. Y para proporcionar a una futura generación con altos niveles de alfabetización emocional necesitamos institucionalizar la empatía, sistematizándola, haciéndola parte de los fundamentos de nuestra educación tanto en el trabajo como en la escuela.

El MIT no es la única institución que se ha percatado de esto: SAP cuenta ahora con un ‘Empatía en acción’ programa para sus equipos de ventas, Facebook tiene un Laboratorio de empatía, Johnson & Johnson tiene una nueva dirección empresarial que considera a la empatía un valor fundamental. Estas iniciativas reconocen los cambios cruciales que están atravesando la sociedad y la necesidad de prepararse para los cambios que aún están por venir.

Es un lugar común en la ciencia ficción que, a medida que avanza la IA, las computadoras se vuelven más humanizadas hasta que es casi imposible distinguirnos de ellas. Por lo tanto, es una ironía monumental que en el mundo real, el avance de la IA haya dado lugar a una raza humana cada vez más automatizada, digitalizada e informatizada. Siempre pensamos que la amenaza de las máquinas era que nos emularían tan bien que nos reemplazarían. Nunca pensamos que iría en la dirección contraria.

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