El hombre que descifró el genoma humano busca una forma de engañar a la muerte
Image: REUTERS/Mike Blake
A finales de la década de los 90, cansado del lento progreso del Human Genome Project (financiado por el gobierno), J. Craig Venter inició una competencia que lo llevó a secuenciar el ADN humano, dos años antes de lo previsto (el suyo fue, por supuesto, el primer ADN humano en ser secuenciado). No ha parado, desde entonces. Navegó alrededor del mundo, inspirado por el libro El viaje del Beagle, de Charles Darwin, donde el naturalista relató el descubrimiento de miles de especies nuevas durante su viaje. Ha creado vida sintética y también tres compañías, y casi fue multimillonario, antes de ser despedido de su empresa de alto potencial, Celera Genomics.
Ahora, 17 años después de su gran logro histórico, está de vuelta con el proyecto más ambicioso de su carrera. Cuenta con un fondo de 300 millones de dólares de inversionistas, entre ellos Celgene y GE Ventures, para conformar una nueva empresa, Human Longevity, que intenta utilizar la información del ADN, que él ayudó a secuenciar hace años, para descubrir cómo engañar a la muerte por años o, incluso, décadas.
Para lograr este objetivo, es necesario realizar un examen médico de 25,000 dólares, que realiza la compañía Health Nucleus. Es, sin duda, muy extenso y detallado y, para muchos médicos, se realiza bajo un enfoque equivocado debido a los falsos positivos que ha registrado. “Es un proceso de estudio tras estudio, con varias medidas de detección, que ha demostrado ser más dañino que benéfico”, afirma Steven Nissen, director de Cardiología de la Cleveland Clinic. “Haces una resonancia magnética del cuerpo completo y tienes suerte si no detectas algo. No creo que ésa sea la mejor medicina”.
Venter se burla. “Estamos analizando a gente sana, y eso a muchos médicos les molesta”, reconoce. “Mi respuesta a esa inconformidad es: ‘¿Cómo sabes que están sanos?’ Aún utilizamos una definición de salud de la Edad Media: si te ves bien y te sientes bien, entonces estás sano. Nosotros lo vemos de manera muy distinta”.
Venter, de 70 años, cita su propio caso. El año pasado, se sometió al mismo examen médico y descubrió que tenía cáncer de próstata, el cual fue removido en noviembre del año pasado. Al realizar el mismo examen al hombre, que él llama su “musa”, el científico y ganador del premio Nobel, Hamilton Smith, de 85 años, le encontró un linfoma maligno en un pulmón. También recibió tratamiento, y Smith dice que su pronóstico es bueno.
Famoso por su rudeza, Venter desafía por completo los paradigmas, sin importar cuáles sean, y el sentimiento es mutuo. Su secuenciación del ADN fue uno de los logros científicos más importantes del siglo XX, y aun así no lo hizo acreedor del Premio Nobel. Los académicos lo consideran como alguien que está más interesado en las ganancias que en la ciencia. “Es una persona muy insegura, que compensa su personalidad con arrogancia y agresividad”, cuenta uno de sus ex colaboradores. Del mismo modo, algunos descubrimientos de Venter han afectado a varias industrias y, de todos modos, su trayectoria en los negocios (incluyendo el casi codearse con la comunidad de multimillonarios) ha tenido sus altibajos, como en los casos en que sus vínculos con antiguos patrocinadores y jefes se han destruido. “Ha hecho enfadar a mucha gente”, dice George Church, profesor de Genética de Harvard, seguidor de Venter. “Es una lástima”.
Por consiguiente, Human Longevity ofrece a Venter una última oportunidad de enmendar su legado, asombrar a los científicos y hacer miles de millones de dólares en el proceso, mientras sacude las bases de un tema que a todos nos interesa: cómo y cuándo vamos a morir.
Desde su nacimiento, Venter dio muestras de su potencial, tanto en logros alcanzados como en no realizados. Al crecer en Millbrae, California (muy cerca del emergente Silicon Valley), obtuvo tan malas notas en la preparatoria que su madre, preocupada, revisaba sus brazos en busca de marcas de inyecciones. El primer destello de grandeza apareció al practicar natación. Al principio era mediocre, pero cuando su entrenador lo mandó a casa con consejos para poner en práctica en el verano, su lado competitivo se reveló. Esperó su revancha, entrenando por tres meses, furioso, y jamás volvió a perder una competencia. “Si hubiera competido para las Olimpiadas, las cosas serían muy diferentes”, dijo Venter. “Pero Lyndon Johnson cambió mi suerte durante el draft”.
La natación desató su potencial, pero Vietnam lo hizo ser quien es. A sus 20 años, sirvió como ayudante médico de la Marina, haciendo labor de triage de las tropas que regresaban de batalla, incluyendo a la Tet Offensive. Decidir quién viviría y quién no fue tan traumático para él que admitió haber considerado suicidarse, y nadó mar adentro con la intención de ahogarse. Pero dice que cambió de opinión cuando un tiburón lo rozó. Si pudiera, estaría en Vietnam de nuevo. “Si tuviera que elegir de nuevo, me obligaría a hacerlo otra vez, porque sé lo que hizo por mi crecimiento personal,” admitió.
Tras regresar a Estados Unidos, asistió a una universidad pública y después a la Universidad de California en San Diego, donde inicialmente quiso ser médico… pero descubrió la ciencia. Eventualmente, terminó su doctorado en Fisiología y Farmacología; en 1976 se convirtió en profesor de la Universidad Estatal en Buffalo y, en 1984, se hizo miembro del National Institutes of Health (NIH).
En el NIH, los temas que definieron su carrera empezaron a encajar: productividad, avaricia, conflictos entre la ciencia pura y la industria del dinero. Usando una nueva tecnología, descubrió miles de genes humanos. El NIH tomó la decisión sin precedentes de patentar esto con su nombre, por lo que sus colegas lo calificaron de avaricioso. El premio Nobel James Watson dijo que estaba “horrorizado” con esta decisión. Por su parte, Venter señaló que siempre se opuso a las patentes, pero el NIH lo hizo de todas formas.
En 1992, frustrado, fundó un instituto sin fines de lucro, con un modelo único. Recolectó dinero de capitales de riesgo, con la condición de que compartiría toda la información, antes de publicarse, con una compañía lucrativa, Human Genome Sciences. La relación terminó abruptamente en 1997, por discusiones sobre la transparencia de la información, con Venter abandonando el fondo de capital de riesgo de 40 millones de dólares en inversión científica. “Pagué muchísimo dinero para deshacerme de ellos [Human Genome Sciences]”, explicó Venter.
Pero fue hasta 1995 cuando su instituto hizo un gran descubrimiento: el primer genoma, o secuencia del código genético de un organismo, en este caso, de un tipo de bacteria. Sugerencia de Ham Smith. En 1993, se conocieron en un congreso científico en España, y habían salido por unos tragos; empezaron así una colaboración de poco más de dos décadas.
Presagiando lo que sería su futura competencia contra Human Genome Project, la secuencia del genoma bacteriano de Venter y Smith les ganó a otros grandes proyectos académicos por varios meses.
Eso llevó a una unidad de California del fabricante de equipos de laboratorio PerkinElmer, que hizo secuenciadores de ADN, a acercarse a Venter. Si él podía secuenciar el genoma bacteriano, ¿por qué no usar las nuevas máquinas de la compañía para secuenciar el genoma humano?
Venter no pudo negarse y fundó Celera Genomics, en 1998. No sólo tuvo éxito en superar a Human Genome Project, consorcio internacional de 3,000 millones de dólares financiado por el gobierno, sino que también secuenció los genomas de la mosca de la fruta y el ratón, animales importantes en las pruebas de laboratorio. En el proceso, Venter hizo enojar a científicos de todo el mundo, indignados por pensar que tal investigación estaba motivada por las ganancias y no por el conocimiento. Para ese momento, se dice que James Watson estaba tan enfurecido que incluso comparó a Venter con Hitler, preguntándole a sus colegas si ellos serían Chamberlain o Churchill.
Al final, la presión de la empresa privada impulsó los resultados, tanto en Celera como en el grupo público, que mejoró sus métodos y aceleró su investigación. Como resultado, el 26 de junio del año 2000, ambos grupos anunciaron, conjuntamente, en la Casa Blanca, que habían secuenciado todo el genoma humano, un logro que algún día nuestros nietos estudiarán en los libros de texto.
En la época del boom de la era digital, Celera se convirtió en una empresa ambiciosa, captando, en febrero de 2000, cerca de 855 millones de dólares (mdd) en una oferta pública de acciones, alcanzado así una capitalización bursátil de 14,000 mdd, justo antes de que el mercado financiero colapsara en marzo. La apuesta de Venter superó por poco los 700 mdd. Él afirmó haber dado la mitad de sus acciones a su instituto sin fines de lucro, que posteriormente vendió, el 50%, facturando así más de 150 mdd, capital que ha financiado, desde entonces, todos sus proyectos científicos.
Era necesario contar con un fondo de reserva para tales investigaciones científicas. Celera se vio en dificultades para desarrollar medicamentos y pruebas de diagnóstico basadas en su investigación precursora, y Venter empezó a enfrentar varias discusiones con la mesa directiva. Querían convertir a Celera en un emporio farmacéutico dedicado a la creación de medicinas. Venter sólo quería dedicarse a la ciencia y vender a otras compañías sus investigaciones y descubrimientos. Fue despedido en enero de 2002, días antes de que un cuarto de sus acciones se concediese. “Me despidieron de la manera más lamentable posible”. Celera se debilitó hasta que, en 2011, fue vendida a Quest Diagnostics por 344 mdd (Forbes estima que el patrimonio neto de Venter, basado en las acciones de sus dos startups, asciende a 300 mdd). El proyecto inicial de Venter se había vendido en
Venter espera resolver el problema que al final limitó la eficacia de Celera y de Human Project Genome. Estos dos grupos produjeron una secuencia “promedio” del ADN. Eso es muy importante para un libro de texto científico, pero no para los individuos; esencialmente, es la diferencia entre cómo los genes de una persona son diferentes a los de otra, lo que provoca que tengan una nariz distinta, color de ojos y, sí, enfermedades; eso, en última instancia, importa… y mucho.
Venter dice que, gracias a la nueva tecnología, puede generar más información que determine las diferencias anteriormente citadas. En Celera, Venter amaba presumir sus cuartos de 2,300 m2 llenos de máquinas secuenciadoras de ADN. Pero ahora, sólo una moderna secuenciadora de ADN, de escritorio, es tan poderosa como un millar de esos cuartos, y puede secuenciar el genoma humano en pocos días, por sólo 1,000 dólares. El original Human Genome Project tardó más de una década y se gastó por lo menos 500 mdd para lograr exactamente lo mismo. (Illumina, la firma de San Diego que hace secuenciadoras de ADN de escritorio, es una de las inversionistas de Human Longevity).
Human Longevity secuenció, inicialmente, el ADN de 40,000 personas, quienes participaron en las pruebas clínicas de las compañías farmacéuticas Roche y AstraZeneca. Venter dice que, con estas pruebas, ha descubierto variaciones genéticas presentes en las personas jóvenes, pero no en las mayores. Eso significa que los jóvenes tienen genes incompatibles para sobrevivir a la vejez. El descubrimiento de estos genes podría significar el progreso inminente de la secuenciación del genoma como un salvavidas.
Venter decidió que también necesitaba un examen más amplio, que pudiera reunir aun más datos de los que se pueden obtener de un ensayo clínico. De ahí los 25,000 dólares. Y, al ser pagado por las personas, no es sólo una fuente de información, sino también un generador de ingresos. Por el momento, cerca de 500 personas han realizado dicho examen médico. Venter espera poder efectuar un promedio de 2,000 exámenes anuales, tan pronto como se pueda, lo que generaría 50 millones de dólares en ingresos. Esto no lo cubre Medicare. Por el momento, el mercado de estos exámenes se centra en los ejecutivos de alto nivel (la salud como el máximo artículo de lujo).
Los doctores lo odian. “Soy muy escéptico sobre el asunto”, dice Benjamin Davies, urólogo de la Universidad de Pittsburgh. “Hemos estado en este camino de la investigación de pacientes sanos por años, y ha sido un camino sórdido”. Habla sobre un estudio reciente que utilizó tomografías computarizadas para detectar el cáncer de pulmón: el 60% de los pacientes necesitó pruebas de seguimiento, pero sólo el 1.5% de ellos tenía cáncer. Otis Brawley, jefe médico de la American Cancer Society, dijo que el trabajo de Venter suena como una “ciencia fascinante”, siempre y cuando las personas que tomen el examen médico entiendan que esto es investigación y no medicina.
Venter cree que el problema con las pruebas tempranas de detección es que brindan muy poca información. Él es prueba de ello. Fue la primera persona en obtener el secuenciado de su ADN, y los resultados le hicieron pensar que su nivel de riesgo para la mayoría de los tipos de cáncer era bajo. Cuando se le diagnosticó cáncer de próstata, preguntó a sus investigadores qué había sucedido. Y encontraron lo que él llama “the likely perpretator”.
“The likely perpretator”, o “perpetrador probable”, es un cambio en la forma en que el cuerpo responde a la hormona de la testosterona. La testosterona funciona a través de un receptor celular (hay que imaginarlo como un interruptor). El gen de ese receptor es más eficaz si tiene menos “repeticiones” (bits de código genético repetido e ilegible). La testosterona hace que el cáncer de próstata crezca, por lo que un hombre con 22 repeticiones y un receptor ineficiente tiene un menor riesgo de padecer la enfermedad. El receptor de testosterona de Venter contaba con sólo seis repeticiones.
“Básicamente, tengo un receptor de testosterona supersensible”, dice él. “Todo el mundo pensó que era invencible y, en realidad, sólo tengo seis repeticiones en mi receptor”.
Pero la constante búsqueda de Venter de más información sobre su propia biología también empeoró el problema, poniendo en evidencia uno de los verdaderos riesgos del examen de 25,000 dólares. Años antes, Venter descubrió que sus niveles de testosterona eran bajos y decidió tomar suplementos de testosterona. (La mayoría de los médicos no lo recomienda.) Con certeza, eso hizo que su tumor creciera más rápido.
Alrededor de 40% de los pacientes de Health Nucleus descubrió que tiene un padecimiento grave. Algunos, como Ham Smith, tienen cáncer de pulmón, y es absolutamente necesario que sean tratados. Venter insiste en que el tumor de Smith podría haberlo matado si se hubiera descubierto unas semanas más tarde. Pero para la mayoría de los pacientes de Human Longevity, los resultados no son tan claros. Tengo suerte: mis resultados de resonancia magnética no revelaron nada, salvo que mi hipocampo, una parte del cerebro relacionada con la formación de recuerdos, es de tamaño promedio. (Mi secuencia de ADN aún no está lista.)
He estado pensando mucho en lo que habría hecho si mi examen hubiera revelado un tumor o un aneurisma, y si todo este esfuerzo es una mala idea. Pero tampoco me arrepiento de haberlo hecho. El conocimiento acerca de ti mismo es una oferta muy seductora. Una que, Venter así lo espera, le brinde datos para, finalmente, cumplir con la promesa del genoma.
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