¿Cómo crear una infraestructura de servicios que habilite la industrialización inteligente?
Image: REUTERS/Murad Sezer
El mundo actual está sujeto a constantes innovaciones que aceleran la capacidad de reacción y adaptación de los países a procesos de cambio. La rapidez de las transformaciones y su impacto se acentúa de forma más directa en los modelos de desarrollo económico adoptados por los países. Una de las tendencias más importantes actualmente es la reducción de la contribución de la industrialización tradicional a los procesos desarrollo – entre las principales regiones afectadas se encuentran África Subsahariana o Latinoamérica.
El caso de Centroamérica es un buen ejemplo, ya que a pesar que de la región no ha finalizado su consolidación industrial, ha incursionado en el sector de servicios y apalancado el comercio de servicios como motor de crecimiento. En este contexto cambiante y dinámico, países no industrializados deben tomar las oportunidades para potenciar los sectores productivos y mejorar el desempeño económico del país y adaptarlas a las circunstancias propias.
Por largo tiempo la consecución del desarrollo económico, se basó en la premisa de la transición progresiva y sistémica del sector primario al secundario y posteriormente al terciario. La lógica que sustentaba esta idea descansaba en la necesidad de finalizar la consolidación de un estadio para avanzar a otro –el fortalecimiento de la agricultura debía ser el primer eslabón antes de pasar a la industria, por ejemplo, y de la misma manera era un proceso linear hacer la transición hacia los servicios. Tener un sector económico maduro garantizaba estar lo suficientemente preparados para dar un paso firme hacia el siguiente.
Por tanto, no es sorpresa que economías avanzadas, como Estados Unidos o Europa, han dejado de depender en su manufactura y han incrementado sustancialmente su participación en el sector de servicios, reportando una reducción sostenida en los trabajos generados por la manufactura en las últimas décadas. Esta transición es conocida como desindustrialización y un ejemplo es el Reino Unido: en 1970 reportaba que sus empleos provenientes de las manufacturas ascendían a 1/3 de los empleos totales y para el 2015, éstos solamente representaban al 10%.
Economías en vías de desarrollo como Centroamérica, no obstante, desafían hoy esta visión. A pesar de no ser una región industrializada, las fuerzas del mercado la han llevado a incursionar en otros sectores para promover su desarrollo. Este fenómeno es conocido como la desindustrialización prematura. En el caso centroamericano, los ingresos generados por la industria son menores que los provenientes de los servicios – en Costa Rica y Panamá representan más del 75% de los ingresos del Producto Interno Bruto (PIB) – y este patrón sigue robusteciéndose.
La apuesta global al sector de servicios se explica por su desempeño – contribuye al 63.5% del PIB mundial, y este porcentaje es aún más alto en economías avanzadas. Además, los servicios hacen frente a las crisis económicas de una forma más contundente, amortiguando y reduciendo los daños a la economía.
La resiliencia del sector, que ha sido probada más de una vez, combinada con el dinamismo que éste inyecta a las economías, es también la razón por la que economías en vías de desarrollo buscan tener una mayor participación en el mismo. No obstante, el desafío regional es que la riqueza de un país se expanda horizontalmente, llegando a más personas. Para que esto suceda no basta con tener un sector de servicios dinámico, sino que se necesita una política de desarrollo económico multisectorial a nivel regional. Contar con un plan para fortalecer sectores productivos, como las Cadenas Regionales de Valor (CRV) – que se han desarrollado en la región de forma espontánea, por la ubicación estratégica y por la cercanía a la primera economía mundial – puede llevar a una inserción más estratégica de eslabonamientos clave en la economía internacional, incrementando la capacidad productiva y la diversificación de la región.
Apostar por la consolidación de más de un sector económico es una estrategia clave para alcanzar la diversificación estratégica de la región, que obligatoriamente necesita de una inversión de recursos significativa. Es precisamente aquí donde se encuentra una oportunidad para Centroamérica, aprovechar las ganancias que ya genera el sector de servicios en el istmo y destinarlas a la inversión en industrias inteligentes. Esto resultaría en la orientación de los recursos hacia la transformación digital de sectores productivos tradicionales, a través del uso de tecnología, análisis y procesos de producción.
La única forma de alcanzar este proceso es con la implementación de una política regional que guíe a las fuerzas productivas de cada país hacia el mismo objetivo. El flujo virtuoso del capital generado por los servicios para utilizarlo en segmentos industriales inteligentes, resultaría en industrias más productivas, cadenas regionales que se vinculen con cadenas globales de valor y favorezcan un incremento en la demanda de servicios, como consecuencia natural de suplir necesidades creadas por las nuevas industrias. La oportunidad para beneficiarnos de la Cuarta Revolución Industrial está a nuestro alcance, dependerá de la visión estratégica regional y de la capacidad de trabajar integradamente el sacar provecho de ella.
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Samir Saran
11 de noviembre de 2024