Christine Lagarde: ¿Un mundo valiente para el sector financiero?
Image: REUTERS/Ina Fassbender
Desde teléfonos inteligentes hasta computación en la nube, la tecnología está cambiando rápidamente casi todas las facetas de la sociedad, incluidas las comunicaciones, los negocios y los gobiernos. El mundo financiero no es la excepción.
En consecuencia, se halla en un momento crítico. No cabe duda de que la adopción generalizada de tecnologías nuevas, como los sistemas basados en cadenas de bloques, ofrece muchas ventajas, pero también crea riesgos, concretamente, para la estabilidad financiera. Ello plantea retos para los reguladores financieros, tema que abordé en la Cumbre de Gobierno Mundial de Dubai de 2017.
Es menester, por ejemplo, definir la situación jurídica de las monedas virtuales, o fichas digitales. Debemos luchar contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo estableciendo mecanismos óptimos para someter las transferencias virtuales a una diligencia debida. Las tecnofinanzas tienen, además, repercusiones macroeconómicas que debemos comprender mejor a efectos de poder formular políticas que ayuden a los países miembros del Fondo a navegar este entorno en rápida evolución.
Auge de la inversión
Las tecnofinanzas —término que abarca los productos, diseñadores y explotadores de sistemas financieros no tradicionales— están poniendo a prueba los viejos modelos de negocio. Y están avanzando rápidamente. Según una estimación reciente, entre 2010 y 2015 la inversión anual en estas tecnologías se cuadruplicó, alcanzando US$19.000 millones anuales.
La innovación en este sector ha adoptado numerosas formas y modalidades, desde los préstamos entre particulares y las operaciones bursátiles de alta frecuencia hasta los datos masivos y la robótica. Los éxitos han sido numerosos. Pensemos, por ejemplo, en los servicios bancarios por telefonía móvil en Kenya y China, que integran a millones de personas hasta entonces marginadas del sistema bancario y financiero tradicional. Pensemos en los servicios virtuales de compraventa de divisas que permiten a personas de los países en desarrollo realizar transacciones transfronterizas en forma rápida y a bajo costo.
Todo esto exige pensar en forma más creativa. ¿Qué cambios efectivos producirán estas tecnologías en el mundo financiero? ¿Lo transformarán por completo? ¿Se verán desplazados los bancos por transacciones de cadenas de bloques entre particulares? ¿Reducirá la inteligencia artificial la necesidad de servicios de profesionales? Y en caso afirmativo, ¿obtendrán los inversionistas asesoramiento más acertado de máquinas inteligentes?
A decir verdad, todavía no sabemos. Aunque los recursos que se están invirtiendo en las tecnofinanzas son sustanciales, en la práctica la mayor parte de estas aplicaciones aún son experimentales.
Retos reglamentarios
En el ámbito reglamentario estamos recién observando los retos que están surgiendo. Con criptomonedas como el bitcóin, por ejemplo, pueden realizarse transacciones transfronterizas en forma anónima, lo cual incrementa el riesgo de lavado de dinero y financiamiento del terrorismo.
A mediano plazo, otro riesgo es el efecto que podría tener en la estabilidad financiera el ingreso en el mercado de nuevos tipos de proveedores de servicios financieros.
Abundan preguntas. ¿Debemos reglamentar de alguna forma los algoritmos en que se apoyan estas nuevas tecnologías? ¿O más bien debemos esperar —al menos por ahora— que estas nuevas tecnologías se desarrollen y así permitir que las fuerzas de la innovación reduzcan los riesgos y maximicen las ventajas?
Algunas jurisdicciones están adoptado un enfoque reglamentario creativo y perspicaz mediante iniciativas como los “laboratorios experimentales” creados por Abu Dhabi y Hong Kong.
Estas iniciativas tienen por objetivo promover la innovación de modo que nuevas tecnologías puedan desarrollarse y probarse en un entorno de estrecha supervisión.
Aquí en el FMI, estamos siguiendo esta evolución muy de cerca. El año pasado, publicamos un estudio sobre las monedas virtuales en que centramos la atención en sus repercusiones reglamentarias, financieras y monetarias. Desde entonces, hemos ampliado nuestro análisis para incluir las aplicaciones de cadenas de bloques en general. Asimismo, hemos establecido recientemente un panel de asesores de alto nivel para ayudarnos a comprender cómo el sector está evolucionando. En mayo prevemos publicar un nuevo estudio sobre las tecnofinanzas.
A mi juicio, se trata de un “mundo valiente” en el sector financiero. Para algunos, ello evoca una aterradora visión del futuro como la que describe Aldous Huxley en su célebre novela.
Pero también recuerda la descripción de Shakespeare en La Tempestad: “¡Oh, maravilla! ¡Cuantas nobles criaturas se juntan aquí! ¡Qué hermosa es la humanidad! ¡Oh, bravo nuevo mundo, que tiene personas tales en él!”
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