¿Por qué Dinamarca creará la primera embajada digital del mundo para lidiar con Google, Facebook y otros gigantes tecnológicos?
Image: REUTERS/Robert Galbraith
La compleja y delicada red de las relaciones internacionales ya no solo se teje y desteje en recepciones, encuentros oficiales y cumbres internacionales. Facebook, Twitter, Google y el resto de plataformas digitales son, cada vez más, terreno de juego ineludible para el antiguo arte de la diplomacia.
Pero, ¿cómo deben relacionarse los gobiernos con este inabarcable territorio virtual?
La respuesta de Dinamarca a esta cuestión es la creación de la primera embajada tecnológica del mundo.
Su responsable, según anunció recientemente el Ministerio de Exteriores de ese país, tendrá rango de embajador y su ámbito de actuación será el mundo digital y las grandes empresas que lo sustentan.
"Es importante establecer relaciones con actores tecnológicos como Google, Facebook, Apple y Alibaba, con startups y con epicentros como Silicon Valley, Shenzhen y otros lugares", le responde a BBC Mundo a través de email el canciller danés, Anders Samuelsen.
Pero esta medida pionera de Copenhague plantea cuestiones de fondo: ¿a qué razones responde? ¿Es realmente necesario crear un puesto con categoría de embajador para tratar con empresas privadas? ¿Qué consecuencias puede tener este movimiento en el desarrollo de las relaciones internacionales?
"La base de esto no es algo nuevo. Los diplomáticos de Dinamarca y de otros países lo hacen todos los días, pero necesitamos hacer más. Y necesitamos tener un enfoque más sistemático sobre la tecnología y la digitalización", afirma el ministro.
"Al igual que en nuestras discusiones bilaterales con gobiernos extranjeros, habrá cuestiones en las que estaremos de acuerdo y otras en las que no. Ambas son buenas razones para el diálogo", agrega.
La existencia de personal diplomático especializado en ciencia puede verse como un antecedente directo de esta medida.
Ya después de la II Guerra Mundial, el Departamento de Estado de Estados Unidos creó el programa del "adjunto de ciencias" para algunas de sus embajadas.
En aquella época, la principal razón de ser de esta figura fue el desarrollo de la tecnología nuclear y su impacto en las relaciones internacionales.
"Su misión era identificar posibles tecnologías interesantes y aconsejar a los embajadores y a los políticos sobre este tipo de adelantos. Esto puede verse como un antecedente. Pero la creación de un embajador digital lleva esta cuestión a otro nivel, a otra escala", le dice a BBC Mundo Corneliu Bjiola, profesor asociado de Estudios Diplomáticos de la Universidad de Oxford.
"No se trata ya de aconsejar al embajador, sino al gobierno directamente", agrega.
De acuerdo con el gobierno danés, el nuevo embajador tecnológico se encargará de "asegurar el diálogo y la cooperación con actores internacionales importantes en el sector digital".
Una función amplia -aún por concretarse en términos prácticos- que, sugiere Bjiola, responde al menos a dos motivaciones: una económica y comercial y otra política.
Compañías como Apple o Google tienen un peso económico comparable al de muchos estados. Por citar un ejemplo, la valoración de mercado de Google, más de US$800.000 millones, supera el producto interno bruto de un país como Argentina que, según el Banco Mundial, ronda los US$600.000 millones.
"El ministro de Exteriores danés mencionó que existe una competición para atraer a Google, Facebook y otras empresas digitales para que se establezcan en los diferentes países. Por tanto existe una razón comercial", apunta Bjiola.
Pero no es la única. El uso de las herramientas digitales para el desempeño de la política exterior de un país está cada vez más extendido y algunos estados pusieron en marcha sus propias estrategias de diplomacia digital.
"La diplomacia tiene cuatro objetivos principales (representar, negociar, proteger y promover los intereses de un Estado ante terceros) que siguen vigentes, pero la emergencia de internet y los nuevos medios invitan a pensar cómo defender esos intereses en el entorno digital", apunta Juan Luis Manfredi, profesor de la Universidad de Castilla La Mancha, en España, en un informe para el centro de estudios Real Instituto Elcano.
En este terreno, la relación de los gobiernos con los gigantes tecnológicos adquiere una nueva dimensión: a diferencia de las vías diplomáticas tradicionales, la diplomacia digital actúa en "espacios virtuales" ofrecidos por compañías privadas.
"Un factor para crear este puesto es que los ministerios de Exteriores operan mucho en plataformas que, sin embargo, no están controladas por ellos. Colaborar con esas compañías es útil. Y cuanto más inmerso te encuentres en esta diplomacia digital, más querrás tener una relación positiva y constructiva con la empresa que crea este tipo de plataformas", señala Bjiola.
No obstante, otorgar el rango de diplomacia a ese nuevo vínculo entre empresas y gobiernos puede suscitar dudas.
"Mientras que nombrar a un alto funcionario encargado de negociar con las compañías tecnológicas tiene mucho sentido, equiparar esas empresas con países sienta un precedente bastante preocupante", escribió en la revista Forbes Emma Woolacott, periodista especializada en tecnología.
Aún está por verse si el movimiento de Dinamarca es tomado como ejemplo a seguir por más países. La diplomacia es una institución con siglos de antigüedad y sus movimientos son, a menudo, lentos. Pero, de acuerdo con Cornelius Bjiola, otros gobiernos observan con interés el paso dado por Copenhague.
"Lo interesante es ver qué sucede. Si muchos actores establecieran este tipo de puestos, el surgimiento de actores internacionales no estatales con capacidades diplomáticas -algo que se vaticinó hace tiempo- podría estar a la vuelta de la esquina", concluye el experto en diplomacia digital.
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