El futuro del trabajo podría pasar por ser todos autónomos
Mucho se está hablando en estos tiempos del futuro del trabajo. La Cuarta Revolución Industrial ya está en marcha y podría cambiar completamente la forma de relacionarnos con el trabajo. Pero incluso si las máquinas no logran destruir la mayoría de los empleos actuales y sigue siendo necesaria la creatividad o la habilidad manipulativa de los humanos, vamos a ver profundos cambios en nuestra forma de trabajar.
Es algo natural. El trabajo ha ido cambiando mucho a lo largo de la historia. Los incrementos de productividad han hecho que la humanidad cada vez se dedique a tareas más creativas que mecánicas, de hecho por eso ahora apenas gente trabaja en agricultura y existen trabajos como estilistas que hace no tantas décadas parecerían imposibles. Y la tendencia sigue imparable.
Lo primero que deberíamos plantearnos es por qué las empresas se organizan como lo hacen. Y la respuesta es natural: lo hacen así porque la empresa busca el mínimo coste para realizar su producto o servicio. Si hubiera una forma más barata de hacer las cosas llegaría un competidor y les borraría del mapa. Es cuestión de tiempo que algo así suceda.
La organización más habitual que vemos en la actualidad es que las empresas tengan una relación estable con sus trabajadores. Independientemente de que estos trabajadores sean indefinidos o temporales, la empresa quiere que estos trabajadores dediquen todo su tiempo a la empresa. Y es que en el pasado esta era la forma de minimizar los costes: realizar cualquier tarea necesitaba muchas personas y era necesario que hubiera una relación formal entre ellas, que estuvieran sentadas en la misma sala y dedicaran un tiempo razonable a realizar las tareas.
Esto cada vez es menos así. La productividad no ha parado de aumentar y no es necesaria tanta gente para realizar las mismas tareas que antes. Y la comunicación no tiene que ser presencial, la tecnología ha creado herramientas para hacer la comunicación más sencilla.
Al necesitar cada vez menos empleados para realizar las tareas podemos llegar a la conclusión que para ciertas cosas ni siquiera se necesita un empleado, sino una fracción del mismo. Y llegados a este punto la relación tradicional empresa-empleado deja de ser la solución de menor coste para la empresa.
Es entonces cuando las empresas empiezan a subcontratar ciertas tareas a empresas especializadas o a tener trabajadores independientes o autónomos. Ojo, no estoy hablando de falsos autónomos que dedican el 100% de su tiempo a una empresa y tienen una relación laboral distinta simplemente para eludir el pago de impuestos, sino cuando realmente una empresa necesita un servicio puntual.
Veamos un ejemplo. Antes, en una gran empresa se podía necesitar un departamento entero para realizar las nóminas. Ahora mismo una única persona con un software potente puede realizarlas y no necesita dedicar una gran cantidad de tiempo a lo largo del mes para hacerlo. Si ese empleado no puede encargarse de otras tareas lo que tiene más sentido es que la empresa subcontrate esa gestión a otra empresa o a un autónomo (que dedicará su tiempo a realizar esta tarea para varias empresas). No es nada raro ver hoy en día que la elaboración de nóminas se externaliza, por ejemplo.
Hace unas décadas esto hubiera sido imposible. El tiempo requerido para recopilar la información necesaria para pagar las nóminas, las visitas a los bancos, la infraestructura necesaria para generarlas (papel, cartas, etc.) hacía necesaria dedicación exclusiva de varias personas y con recursos proporcionados por las empresas.
Hoy en día, en cambio, cualquiera tiene un ordenador en casa con suficiente potencia para realizar todo el papeleo, los bancos nos facilitan la gestión de forma no presencial y la información necesaria y los recibos se envían por correo electrónico. El aumento de productividad es tal que una tarea que antes requería recursos exclusivos y coordinados (cuya mejor organización a nivel de costes es mediante empleados) ahora ya no necesita dicha organización.
La realidad es tozuda, y por mucho que pretendamos proteger legalmente a los trabajadores cada vez va a haber más puestos de trabajo que desaparecerán, no solo porque se automaticen, sino porque las empresas no encontrarán valor en tener empleados dedicados en exclusiva a tareas que no requieren el 100% del tiempo.
Una solución es, por supuesto, que las empresas se especialicen más en determinadas tareas y se presten servicios entre ellas, teniendo empleados haciendo dichas funciones pero para varias empresas. Pero también está el caso de tener más trabajadores independientes, autónomos de verdad, trabajando para varias empresas.
Podría llegar el caso de tener empresas sin trabajadores, solo un director o grupo de directores que contraten determinados servicios de distintos trabajadores independientes para ofrecer un servicio.
¿Podría esto pasar? Bueno, de hecho ya tenemos algún ejemplo. Empresas como Airbnb tienen una oferta de alojamiento superior al de muchas cadenas de hoteles como mucho menos personal y sin tantos activos, ya que reúnen la oferta de personas independientes (personas o empresas) para ofrecerla a sus clientes.
Y también tenemos a Uber, un caso más polémico. Uber ofrece un servicio de alquiler de vehículo con conductor similar al taxi, pero no tiene ningún conductor en plantilla. Todos son autónomos. Uber argumenta que no exige exclusividad a los mismos, que pueden trabajar en otros sitios si quieren. Lo cierto es que algunos hacen 40-60 hora a la semana con ellos y esto es una relación más profunda que un autónomo prestando un servicio a una empresa, tal y como han dicho algunos tribunales.
Y empresas menos tecnológicas subcontratan servicios que antes no haría, como tareas administrativas, ya que el coste de realizar esas tareas de forma interna es comparable o incluso mayor al de tenerlas fuera de la empresa.
Como decíamos al principio, además tenemos en ciernes una nueva revolución industrial, la de la tecnología aumentando en forma exponencial e inteligencia artificial. Esto podría aumentar aún más la productividad y destruir muchos puestos de trabajo.
La salida no violenta a una situación así sería el establecimiento de una renta básica universal financiada con impuestos a las empresas (aunque algunos dicen a los robots; al final es lo mismo) y esto sería todavía mayor incentivo para trabajadores autónomos: la gente recibiría un mínimo para poder sobrevivir y trabajaría de forma esporádica e independiente para tener un sobresueldo. Y estas tareas serían en su mayor parte creativas (desde poner vídeos en YouTube hasta confeccionar ropa a medida y especial, por ejemplo).
Como siempre digo en estos casos, el futuro no está escrito, pero las tendencias dan pistas de lo que podría pasar. Lo que más dudas genera es si la humanidad sabrá gestionar bien estos cambios tan bruscos que habrá en la sociedad. En el pasado sí lo logramos, pero con convulsiones transitorias que no fueron, ni mucho menos, agradables.
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