El bilingüismo, clave para escapar de la precariedad laboral
Image: REUTERS/Susana Vera
Pese a su notable mejora durante los últimos años, España no es uno de los países europeos donde el dominio del inglés como segunda lengua sea el más alto. De ahí que durante los últimos años las administraciones públicas hayan tratado de incorporar la enseñanza del inglés de forma más intensa en las aulas. El proceso, hoy, ha vuelto a la actualidad mediática gracias a un tuit de Izquierda Unida, fuerza parlamentaria, en el que criticaba el bilingüismo educativo por servir de herramienta al "precariado".
La idea de que la enseñanza del inglés sólo ha impulsado una economía al servicio del turismo o a la emigración de las generaciones más jóvenes ha generado fuertes críticas y una importante controversia en Twitter. ¿Pero cuánto hay de cierto en ello y hasta qué punto el bilingüismo puede representar un problema educativo?
Ponerse a la altura de Europa en materia idiomática, en un contexto de competitividad laboral internacional donde el dominio de la lingua franca moderna que es el inglés es clave, ha provocado que el bilingüismo en España, al contrario que en otros estados de nuestro entorno enclaustrados en comunidades lingüísticas más pequeñas, se impulse de forma reciente y rápida. El mejor ejemplo es el de la Comunidad de Madrid.
Desde mediados de la pasada década, las autoridades autonómicas en materia educativa impulsaron un ambicioso proyecto bilingüe en una gran parte de las escuelas madrileñas. Como resultado, la mayoría de colegios públicos (cifras totales aquí) dedicados a la enseñanza primaria y casi un tercio de los institutos públicos implantaron currículos bilingües.
La experiencia, la más ambiciosa y la de mayor largo recorrido en España, ha permitido que una década después se puedan analizar sus resultados. Y eso es lo que hicieron Brindusa Anghel, Antonio Cabrales y Jesús M. Carro en el estudio sobre la materia más profundo hasta la fecha, publicado originalmente en 2012 (aquí la versión en español) posteriormente publicado de nuevo en el journal Economic Inquiry el año pasado.
La investigación, la misma en la que se basa parcialmente este artículo publicado por el Observatorio por la Educación Pública, organismo cercano a Izquierda Unida, muestra resultados agridulces. Por un lado, el menor desarrollo de competencias en aquellas asignaturas impartidas íntegramente en inglés, como Conocimiento del Medio. Según analiza Carro aquí, alumnos y profesores necesitan enseñar y aprender materias complejas en un idioma que no dominan a la perfección, por lo que tienen que dedicar tiempo específico al aprendizaje de inglés, frustrando el aprendizaje de contenidos de la asignatura en sí.
Por otro, y consecuencia directa de lo anterior, el desigual impacto que el bilingüismo ha tenido en los alumnos que provienen de familias con menor renta y recursos. Según el trabajo, el efecto problemático se da, especialmente, en familias de estrato bajo, ya sea porque reciben menos ayuda en casa a la hora de reforzar el trabajo del aula (los padres tienen menos nivel educativo) o porque no disfrutan de entornos bilingües en su día a día como los niños de clases más altas (que acuden a caras clases particulares de refuerzo).
El impacto redundaría en desigualdad y segregación en una etapa tan delicada como la educación primaria, lo que impediría a los alumnos que provienen de familias más pobres competir en igualdad de condiciones con otros alumnos. Algo que puede lastrar su rendimiento académico en el futuro.
Lejos del ámbito académico, otros textos han circulado por la red criticando los problemas del modelo bilingüe. En este artículo de El País, Ángel Santamaría, autor de Heducación se escribe sin hache, critica a su vez los criterios de evaluación implantados por la comunidad, exámenes organizados por la Universidad de Cambridge que serían requisitos básicos para acreditar el nivel de los alumnos, pero que tendrían una utilidad limitada y, además, supondrían una gran carga para las familias más pobres (son caros).
Por su parte, también se viralizó parcialmente hace dos años este artículo de una madre madrileña en Hay Derecho, en el que explicaba cómo sus hijos pequeños tenían que aprender la fotosíntesis o la cadena alimenticia en inglés en sus clases de Conocimiento del Medio, utilizando un vocabulario complejo, mientras en sus clases de la asignatura de inglés aprendían a presentarse y estructuras gramaticales básicas, generando nuevos problemas.
Si bien el punto de partida de la argumentación de Izquierda Unida puede ser correcto (hay aspectos criticables en el modelo bilingüe español y consecuencias distributivas que no se han tenido en cuenta), la correlación de ideas (el bilingüismo es una herramienta para mantener el modelo "precariado" entre la juventud) sí es discutible.
El inglés sirve para escapar de la precariedad antes que para verse esclavo de ella: es la carencia de dominio del idioma la que obliga a aceptar puestos precarios en el extranjero
Aprender una lengua extranjera, en una economía cada vez más atada a los nodos del comercio internacional y de los mercados ajenos a los locales (la Unión Europea, sin ir más lejos, que favorece la libre circulación de trabajadores a lo largo de todo el continente, y también su competencia) es, antes que una condena a la "precariedad" un indicador de mejor posición laboral. Estudios como este han encontrado una alta correlación (con matices, eso sí) entre hablar inglés (u otra lengua extranjera) y obtener mejores rendimientos salariales.
El impacto varía en función del país y de la lengua, como es lógico. Por ejemplo, como recopila The Economist aquí, algunos estudios calculan que aprender un idioma extranjero a un anglosajón sólo le reporta alrededor del 2% más de su salario extra (lo que, a largo plazo, sin embargo, sí es mucho dinero). Además, los idiomas contribuirían a la economía nacional: que la población de un país sepa otros idiomas permitiría establecer más negocios, realizar más intercambios o trabajar en países mejor pagados, enviando divisas a casa.
Estudiar un idioma tiene un coste (variable) pero, para el caso hispanohablante, permite acceder a mercados laborales mejor remunerados (el alemán o el británico) y a encontrar buenas salidas laborales en sectores agotados (enfermeros o ingenieros, por ejemplo). El inglés, por tanto, serviría para escapar de la precariedad antes que para verse esclavo de ella: es la carencia de dominio del idioma la que obliga a aceptar puestos precarios en el extranjero (a menudo con el objetivo de aprender, precisamente, inglés).
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