Del Brexit a Donald Trump: ¿fue 2016 un mal año para la democracia?
Image: REUTERS/Stefan Wermuth
Si por algo será recordado 2016 es porque, en varios países de Occidente, votantes descontentos u olvidados por el "establishment" le dieron un contundente puntapié al tablero político.
Fue un año que sorprendió a numerosos observadores, pero no a muchos votantes alienados que se sintieron reivindicados en procesos democráticos tradicionales como elecciones y referendos, que anteriormente los decepcionaban o no les interesaban.
Y con una particularidad: "El descontento y la incertidumbre en un sector la población fue aprovechado por la derecha", le explica a BBC Mundo David Held, profesor de política y relaciones internacionales de la Universidad de Durham, en Reino Unido.
Dirigentes atípicos que antes hubieran sido considerados "políticamente incorrectos", como Donald Trump en EE.UU., Nigel Farage en Reino Unido y Beppe Grillo en Italia, se volvieron voces triunfantes de ese electorado.
"Claramente, estamos ante el inicio de una nueva era", asegura Held, autor de numerosos artículos y libros sobre democracia y globalización.
"Es una era marcada por el triunfo del miedo y de la ira, una descarada falta de respeto por la verdad, la xenofobia, el debilitamiento de las ideas liberales y el rechazo a los logros de la globalización económica".
Al punto que 2016 dejó una serie de preguntas de fondo y hasta incómodas: ¿está en crisis la democracia tal como la conocemos?, ¿dejó de funcionar esta forma de gobierno antiquísima? y, en último término, ¿debería ser replanteada en su forma actual?
"La democracia ha tenido una mala década", le dice a BBC Mundo el profesor Brian Klaas, experto en políticas comparadas y democracia global de la London School of Economics, en Reino Unido.
Según él, desde 2006 múltiples indicadores han mostrado que, año tras año, el mundo se ha vuelto menos democrático; los regímenes autoritarios se han propagado y han echado raíces en sitios considerados democráticos, como en el caso de Filipinas con el presidente Rodrigo Duterte.
Y sobre este año que acaba, Klaas concluye sin dudar: "En la última década, 2016 fue claramente el peor año para la democracia en el mundo".
"Y no sólo por resultados individuales de elecciones y referendos, sino también porque un número cada vez mayor de personas está cuestionando a la democracia como la forma ideal de gobierno", precisa.
El primer gran hecho que dejó perplejos a muchos en 2016 fue el referendo celebrado en Reino Unido el 23 de junio.
Al contrario de lo que habían pronosticado encuestas y analistas, la mayoría de los británicos votó a favor de abandonar la Unión Europea (UE), el llamado Brexit.
Hay consenso entre los analistas en que la victoria del "No" se debió a que la consulta se convirtió, más que en un referendo sobre la UE, en uno sobre inmigración, los temores de la gente por su futuro y la utopía de que Reino Unido sería más próspero de manera independiente.
"Lo increíble del referendo en Reino Unido es que muchos no respondieron a la pregunta que se hizo", dice David Held, de la Universidad de Durham.
"Lo que pone de relieve el problema fundamental de este tipo de consultas: no son aptas para definir problemas complejos que son cruciales para el destino de un país".
Klaas coincide y añade: "La sencilla pregunta del referendo, si quedarse o abandonar la UE, implicaba toda una gama de cuestiones complicadas e interrelacionadas, y difícilmente podía decidirse sobre ellas con la información disponible en aquel momento y en un plazo tan limitado".
Y ambos académicos llaman la atención sobre el hecho de que muchos votantes decidieron su voto en base a una mentira: la promesa de la campaña por el "No" (reconocida a posteriori como falsa por sus promotores) de que se inyectarían unos US$430 millones extra al servicio nacional de salud.
También en 2016 se vieron los problemas en la democracia de España, que tuvo serios inconvenientes para formar mayorías y un nuevo gobierno.
Fuimos testigos, por otra parte, de la humillante derrota (y renuncia) del primer ministro de Italia Matteo Renzi en un referendo para reformar el sistema político.
En él -de manera similar que en Reino Unido- la derecha encabezada por Beppe Grillo sacó provecho de un discurso antisistema y de rechazo a la UE y sus "imposiciones" económicas y políticas.
Y en Francia y Alemania los movimientos de extrema derecha populista de Marine Le Pen y Alternativa por Alemania (AfD) ampliaron su base de apoyo, igualmente con un programa anti-establishment y de rechazo a lo foráneo, y podrían consolidarse en las elecciones que se celebrarán el año próximo.
En Austria perdió al candidato presidencial de esa misma tendencia política, Norbert Hofer, pero dejó en claro que representa a una fuerza en ascenso.
Allí el magnate Donald Trump no sólo impresionó al ganar las primarias republicanas, sino también al lograr una cómoda victoria en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre.
Pero quizás lo más llamativo del año fue lo que ocurrió en EE.UU., la democracia más poderosa del mundo.
Y lo hizo protagonizando una campaña que años antes no hubiera llegado muy lejos.
Bajo el lema "Hacer a EE.UU. grande otra vez", atacó frontalmente al establishment de Washington, al que acusó de corrupto y alejado de las necesidades del electorado.
Presentó a los inmigrantes como criminales (los mexicanos "son violadores") y como una amenaza para la seguridad del país, e incluso prometió construir un muro entre EE.UU. y México.
Calificó el cambio climático como un "engaño chino" y prometió anular grandes tratados comerciales de su país con otras regiones del mundo, favoreciendo el proteccionismo, mientras elogiaba a un líder cada vez más señalado por su autoritarismo, el presidente ruso Vladimir Putin.
Ello en medio de acusaciones de abuso sexual que él negó, comentarios misóginos, insultos directos a su rival demócrata Hillary Clinton ("Qué mujer desagradable") y su resistencia a hacer pública su declaración de impuestos al tiempo que definía como "listos" a los que eludían el pago de tributos.
Además, las constantes idas y vueltas de sus afirmaciones.
"El caso de Trump significó la consolidación de una nueva tendencia en la política", afirma el académico británico David Held. "Demostró que se podía decir cualquier cosa en público sin sufrir consecuencias".
Pero no sólo eso: en su ascenso internet estuvo en el centro de la escena: hubo acusaciones -rechazadas por la campaña del magnate- de que noticias falsas diseminadas por Facebook contribuyeron a su triunfo y de que hackers rusos realizaron ciberataques en EE.UU. con ese mismo fin.
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11 de noviembre de 2024