¿Pueden las escuelas comunitarias garantizar una educación de calidad para todos en América Latina?
Image: REUTERS/Carlos Garcia Rawlins
En septiembre de 2016, el mundo celebrará el primer aniversario de la adopción de la Agenda para el desarrollo sostenible de 2030 en la sede central de las Naciones Unidas de Nueva York. El Sistema de las Naciones Unidas, gobiernos, organizaciones internacionales, empresas, agentes no estatales y particulares se han comprometido a lograr una pobreza cero, garantizar educación de calidad para todos y a eliminar la exclusión a través de 17 objetivos de desarrollo sostenible (SDG, Sustainable Development Goals) y 169 metas. Estos son objetivos ambiciosos si se tiene en cuenta que, a pesar del significativo progreso en el Objetivo 2 de desarrollo del mileno (alcanzar la educación primaria universal), todavía hay 60 millones de niños en edad escolar primaria en todo el mundo que no asisten a la escuela.
El Objetivo 4 de desarrollo sostenible pasa de simplemente intentar garantizar que todos los niños puedan asistir a la escuela a garantizar que todas las personas tengan acceso a educación de calidad inclusiva e igualitaria, además de oportunidades de aprendizaje durante toda su vida. No obstante, ¿cómo determinamos qué constituye "educación de calidad" y cómo fomentamos "oportunidades de aprendizaje durante toda la vida"? Más aún, ¿cómo logramos el SDG 4 en la la región más desigual del mundo?
En América Latina, los niños y los jóvenes asisten a la escuela durante 4,5 horas por día en promedio, y prácticamente el 70 % de los jóvenes abandona su educación antes de ingresar a la escuela secundaria. Además, muchos niños y jóvenes que siguen en la escuela terminan sin aprender demasiado. En todo el mundo, un 38 % de los niños termina la escuela primaria sin aprender a leer, escribir y realizar cálculos matemáticos básicos. Además, en América Latina viven aproximadamente 20 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años (prácticamente 1 de cada 5 en la región) que no trabaja ni estudia (conocidos como Ninis, la forma abreviada de la frase en español ni estudian ni trabajan).
En Centroamérica, el problema es incluso más grave, dado que la subregión lleva el poco envidiable título de la zona sin guerra más violenta del mundo. Los países del triángulo del norte (El Salvador, Honduras y Guatemala) enfrentan enormes desafíos en cuanto a pobreza extrema, altos índices de violencia e inseguridad, además de una crisis migratoria. Estos problemas entrecruzados contribuyen claramente a los altos índices de abandono y perpetúan aún más los círculos viciosos de desigualdad y pobreza.
A pesar de esta dura realidad, la educación continúa siendo una de las formas más confiables de garantizar un futuro mejor para los jóvenes y sus familias. El acceso a una educación de calidad que inspire un deseo de aprender de por vida es fundamental para reducir los índices de abandono y garantizar que lo jóvenes se gradúen de la escuela con las habilidades necesarias para incorporarse al mercado laboral y las habilidades socioemocionales requeridas para ser miembros productivos de sus comunidades. Para lograr el SDG 4, todos los sectores de la sociedad deben trabajar en conjunto para garantizar que todos los niños y niñas tengan acceso a oportunidades de educación en la infancia temprana, educación primaria y secundaria de calidad, y al mismo tiempo, priorizar resultados de aprendizaje eficaces. El Objetivo 4 global incluye también la promoción del desarrollo sostenible, que implica educar a todas las personas sobre la igualdad de géneros, promover una cultura de paz y no violencia, además de la ciudadanía mundial, en sus metas.
En Centroamérica, los enfoques orientados a la comunidad en asociación con agentes estatales y no estatales están incorporando nuevas e innovadoras formas de abordar estos difíciles problemas. Para abordar los déficits actuales en la educación y promover una vida de aprendizaje, se están forjando asociaciones multidisciplinarias a través de organizaciones como Glasswing International que tienen el fin de facultar a las personas para participar activamente en las escuelas de las comunidades y crear entornos de aprendizaje eficaces que promuevan el aprendizaje más allá del aula. En América Latina, Glasswing proporciona a más de 20000 niños y jóvenes acceso a educación de calidad todos los años a través del modelo Community Schools, un enfoque en el que múltiples sectores de la comunidad, incluidas empresas, ONG, gobiernos locales y nacionales de la región y otros socios como la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos, colaboran para ofrecer oportunidades a niños y jóvenes, y alejarlos de la violencia para que tengan la posibilidad de prosperar.
Community Schools son escuelas públicas que comparten un compromiso con Glasswing, socios relacionados y las comunidades a su alrededor para ofrecer a los estudiantes un entorno seguro, de contención y estimulante en el que aprendan y al que pertenezcan. Son el centro de orgullo y de actividad de la comunidad, y proporcionan a los jóvenes oportunidades, modelos positivos a seguir, capacidades críticas y, quizás lo más importante, una sensación de esperanza. Este enfoque concibe que la educación de calidad para los niños y sus comunidades puede revertir el impacto de la pobreza y la violencia.
La extensión del día en las escuelas públicas de 4,5 horas permite que el modelo ofrezca oportunidades escolares de tiempo completo para los niños y jóvenes, mayores interacciones con sus pares y modelos positivos de la comunidad. Se alienta a que los estudiantes permanezcan en la escuela y se les proporciona una alternativa positiva a las frecuentes pandillas callejeras que cometen delitos y ejercen violencia en la región. Estos aspectos interrelacionados del modelo han demostrado mejorar las habilidades de vida, incluida la autoestima, la comunicación, el pensamiento crítico, la creatividad y la empatía, además de mejorar el desempeño escolar y enriquecer los vínculos interpersonales y familiares, así como también reducir los riesgos y la vulnerabilidad ante la violencia. De hecho, nuestros estudiantes tienen tres veces menos probabilidades de abandonar la escuela.
En tanto el mundo intenta alcanzar los Objetivos de desarrollo sostenible, es evidente que la educación de calidad prepara el terreno para lograr mejores estudiantes, mejores ciudadanos y, a su vez, mejores comunidades. Las investigaciones, que si bien son limitadas, ya indican que los enfoques similares al modelo Community Schools aumentan las percepciones de entornos seguros, índices de inscripción confiables y otros resultados positivos, que sugieren que este enfoque ofrece una plataforma para la transformación positiva de la comunidad. Si queremos eliminar la pobreza extrema y aliviar la desigualdad en el mundo para el año 2030, debemos invertir en educación, no solo asegurándonos de que los niños asistan a la escuela, sino también de que aprendan, adquieran habilidades de vida y tengan lo necesario para contribuir a su comunidad, a su país y al mundo. Es posible lograr una educación de calidad para todos, pero para hacerlo, primero debemos facultar a los jóvenes, a nuestra gente y a nuestras comunidades.
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