La inteligencia artificial puede optimizar grandes infraestructuras y fomentar una economía azul sostenible

Los océanos del mundo son el corazón vital de nuestro planeta: albergan una biodiversidad inmensa y regulan el clima global. Pero también son un motor fundamental de la economía global, ya que sustentan los medios de vida y posibilitan el comercio internacional a través de una vasta red de "activos pesados": desde plataformas energéticas offshore y oleoductos hasta flotas navieras colosales e infraestructuras portuarias en expansión.

Durante décadas, el relato en torno a estas industrias ha estado marcado por una tensión entre impacto y necesidad. Pero ¿y si pudiéramos reformularlo? ¿Y si la innovación tecnológica —en particular, la inteligencia artificial (IA)— nos ayudara a avanzar hacia un futuro en el que el dinamismo económico y el cuidado del entorno marino no fueran fuerzas opuestas, sino socios complementarios?

La huella de nuestra presencia industrial en el ambiente marino es innegable. Las operaciones de petróleo y gas en el mar han impulsado el desarrollo de muchos países, pero también han dejado marcas en el ecosistema. La flota global de barcos, columna vertebral del comercio internacional, es una fuente importante de emisiones. Los puertos, esenciales para el movimiento de mercancías, históricamente se han expandido con un impacto considerable en las zonas costeras. Reconocer estos impactos no se trata de buscar culpables, sino de asumir un punto de partida para una evolución necesaria.

Estas industrias no son bloques monolíticos ajenos a las preocupaciones ambientales: son ecosistemas complejos de trabajo humano, que representan billones en inversiones, décadas de experiencia operativa acumulada y el sustento de millones de personas en todo el mundo.

Un futuro sostenible para nuestros océanos no puede implicar simplemente cerrar estos sectores esenciales. Por el contrario, exige un enfoque más inteligente y equilibrado: uno que aproveche la innovación para transformar las infraestructuras y prácticas existentes, y que promueva un cambio económicamente viable que beneficie tanto a los océanos como a quienes dependen de ellos.

Aquí es donde entra en juego el potencial transformador de la co-innovación impulsada por inteligencia artificial. La IA no es solo una herramienta más: puede tender un puente entre las operaciones industriales tradicionales y la creciente economía azul sostenible. Ofrece la capacidad de repensar el ciclo de vida y el uso de las grandes infraestructuras existentes, convirtiendo posibles pasivos en plataformas para el crecimiento verde.

Tomemos como ejemplo la vasta red de plataformas de petróleo y gas en alta mar que están envejeciendo. El desmantelamiento tradicional de estas estructuras es un proceso costoso y muchas veces disruptivo. Pero la IA ofrece un camino alternativo. Algoritmos sofisticados y tecnologías como los “gemelos digitales” permiten evaluar la integridad estructural de estas plataformas con un nivel de precisión sin precedentes, modelando su viabilidad para usos completamente nuevos.

Podemos imaginar a estos gigantes de acero reconvertidos en cimientos para turbinas eólicas marinas, centros de producción de hidrógeno verde, instalaciones para la captura y almacenamiento de carbono o incluso en polos de acuicultura sostenible. Iniciativas como el proyecto ROICE (Repurposing Offshore Infrastructure for Continued Energy) de la Universidad de Houston, que modela la transformación de plataformas en el Golfo de México para su uso en industrias de energía limpia, ya están demostrando este potencial.

Esto no es solo una victoria ambiental. Es una estrategia económica inteligente aprovechar el capital invertido y la infraestructura existente para acelerar la transición energética y generar nuevas fuentes de ingresos a partir de la infraestructura obsoleta.

La industria del transporte marítimo, presionada para reducir sus emisiones, también está encontrando en la IA una aliada poderosa. Sistemas inteligentes de optimización de rutas ya están trazando trayectos más eficientes en consumo de combustible, lo que reduce tanto las emisiones como los costos operativos. El mantenimiento predictivo, impulsado por IA, mantiene los motores funcionando a máxima eficiencia, y la IA generativa incluso está ayudando a diseñar una nueva generación de embarcaciones optimizadas para combustibles alternativos y tecnologías de ahorro energético.

Los puertos también se están volviendo más inteligentes. La IA puede coordinar el tráfico de buques, automatizar la carga y descarga y optimizar el consumo de energía. Esto reduce la congestión, baja las emisiones y mejora la eficiencia del comercio global. No se trata de restringir el comercio, sino de hacerlo más sostenible y resiliente.

Décadas de operaciones en entornos marítimos hostiles han dotado a estas industrias oceánicas de una experiencia única en ingeniería, logística y seguridad. La IA —en particular, a través del procesamiento de lenguaje natural— puede aprovechar esta riqueza de conocimiento extraída de informes técnicos, registros de mantenimiento y datos operativos, y convertirla en información útil para sectores emergentes como las energías renovables en el mar.

Esto podría acelerar los procesos de aprendizaje, reducir riesgos y asegurar que las inversiones pasadas en capital humano sigan rindiendo frutos en un futuro sostenible. Se trata de asegurar que las habilidades y la experiencia de la fuerza laboral actual se conviertan en el pilar de los empleos verdes del mañana en el ámbito marítimo.

Esta transformación impulsada por la inteligencia artificial apunta, en esencia, a construir una economía azul más circular y simbiótica. Se trata de diseñar nuevas infraestructuras marinas con una mirada puesta en su desmontaje y reutilización de materiales, guiados por evaluaciones de ciclo de vida asistidas por IA. También se trata del potencial de la IA agente —es decir, IA con capacidad de tomar decisiones y realizar transacciones— para coordinar operaciones complejas y simultáneas en plataformas marítimas de uso múltiple.

Imaginemos una estructura reutilizada que albergue un parque eólico, una planta de hidrógeno y una instalación de acuicultura, todas gestionadas por agentes inteligentes que optimicen el uso compartido de recursos y minimicen el impacto ambiental. Esto es la “simbiosis industrial azul” en acción: los residuos o subproductos de una actividad se convierten en insumos para otra, fomentando una eficiencia sin precedentes y una mayor armonía ecológica.

Claro que este camino requiere más que tecnología. Hace falta un marco normativo que facilite la reconversión de infraestructuras y la operación conjunta de actividades, establezca mecanismos claros para la transferencia de responsabilidades legales y cree incentivos que promuevan la colaboración entre sectores.

También se necesita inversión estratégica, tanto pública como privada, para financiar la investigación, el desarrollo y la implementación de estas soluciones basadas en IA. Pero, por sobre todo, hace falta un cambio de mentalidad: una aceptación colectiva de que el crecimiento económico y la protección ambiental no solo pueden, sino que deben avanzar juntos.

El futuro de nuestros océanos —y de las industrias que operan en ellos— depende de nuestra capacidad para innovar y adaptarnos. La inteligencia artificial ofrece el ancla inteligente que necesitamos: una herramienta que permite conservar el aporte económico de las grandes infraestructuras marinas, al tiempo que las orienta hacia un horizonte más sostenible y próspero.

Al fomentar la co-innovación, podemos lograr que estas industrias no solo sigan satisfaciendo necesidades globales y generando empleo, sino que se conviertan en aliadas activas en la preservación y revitalización del entorno marino. Es una travesía desafiante, pero con la IA como guía, promete océanos más saludables y una economía azul más resiliente para las futuras generaciones.