Japón estuvo a la vanguardia de la innovación tecnológica. Así es como puede recuperar su posición global

Este año, en Davos ha nevado menos de lo esperado. Pero en el interior del recinto de la 55.ª Reunión Anual del Foro Económico Mundial, debates acalorados y animadas discusiones llenaban cada sala, subrayando la urgencia e intensidad de los problemas globales. Dentro del tema general, "Colaboración para la Era Inteligente" se establecieron cinco áreas distintas pero muy interconectadas como prioridades temáticas: Reimaginar el crecimiento, Industrias en la Era Inteligente, Invertir en las personas, Salvaguardar el planeta y Reconstruir la confianza.

Como debutante en esta cumbre, una semana en Davos me proporcionó perspectivas valiosas que son muy relevantes para la comunidad empresarial japonesa, especialmente en lo que respecta a las industrias en la Era Inteligente.

Durante décadas, Japón estuvo a la vanguardia de la innovación tecnológica, liderando el desarrollo de la electrónica de consumo y el hardware. Sin embargo, con el auge de Internet, el panorama tecnológico mundial ha evolucionado hacia modelos de negocio basados en software, datos y plataformas, dominados por un puñado de actores clave. Este cambio ha puesto de manifiesto los retos estructurales del enfoque japonés de innovación—que van desde las prioridades educativas y la escasez de talento, hasta la falta de estrategias de desarrollo de productos con estándares globales.

Estos desafíos también fueron mencionados durante la Reunión Anual, en la sesión "Japón navega en la incertidumbre", que exploró estrategias para que las empresas japonesas se adapten a un panorama en evolución. Los debates hicieron hincapié en la necesidad de diversificar las relaciones comerciales, invertir en semiconductores, fomentar la innovación, apoyar a las startups y ampliar la participación de la fuerza laboral. Estos son pasos críticos no solo para mejorar la resiliencia económica, sino también para fortalecer la influencia de Japón en la gobernanza tecnológica global.

Un factor crítico que puede resolverse de inmediato es la participación de Japón en las incipientes discusiones globales sobre gobernanza tecnológica y establecimiento de estándares.

La industria tecnológica de Japón se ha desarrollado a menudo de forma independiente, lo que ha dado lugar a lo que a veces se denomina síndrome de las Galápagos; es decir, la creación de tecnologías excelentes que no consiguen ganar terreno a nivel internacional debido a la falta de estandarización global. Tradicionalmente, los estándares tecnológicos no se acuerdan únicamente en el seno de instituciones formales, sino más bien a través del consenso entre los principales líderes y partes interesadas de la industria, lo que deja a Japón sin una presencia institucional lo suficientemente fuerte como para influir en estos estándares.

Otro desafío fundamental radica en la diferencia de mentalidad empresarial entre las distintas regiones. En Estados Unidos, las nuevas tecnologías van acompañadas de una oleada de startups —a veces cientos— que compiten por desarrollar aplicaciones y comercializar innovaciones. Esta rápida iteración es posible gracias a un entorno legal y regulatorio que permite la experimentación, incluso cuando las nuevas tecnologías caen inicialmente en zonas grises regulatorias. Empresas como Amazon y Airbnb, por ejemplo, se enfrentaron a un escrutinio legal en sus fases iniciales, pero pudieron crecer significativamente antes de que los marcos regulatorios los alcanzaran.

Por el contrario, Japón y gran parte de Europa tienden a adoptar un enfoque más cauteloso, poniendo énfasis en la claridad legislativa antes de permitir el despliegue tecnológico a escala. Este enfoque, aunque garantiza la protección del consumidor y el cumplimiento de la normativa, a veces puede ralentizar la innovación. La diferencia puede atribuirse en parte a las tradiciones jurídicas: los sistemas de derecho consuetudinario, como los de Estados Unidos y el Reino Unido, se basan en la jurisprudencia y los precedentes judiciales, mientras que los sistemas de derecho civil, predominantes en Japón y Europa continental, dan prioridad a las leyes codificadas. Esta distinción determina la forma en que surgen y crecen las nuevas industrias, influyendo en el ritmo de adopción de la tecnología.

La innovación y el crecimiento también pueden contribuir a abordar los desafíos globales, como la sostenibilidad y el cambio climático. Sony, por ejemplo, ha hecho importantes progresos en la reducción de su huella de carbono y en el desarrollo de productos ecológicos. Al promover tecnologías energéticamente eficientes e integrar la inteligencia artificial y las energías renovables en los productos electrónicos de consumo, Sony demuestra cómo la alineación de los objetivos empresariales con la responsabilidad ambiental puede crear nuevas oportunidades de crecimiento.

Abordar estos desafíos estructurales requiere un enfoque multifacético: aumentar la participación en los debates sobre gobernanza global, fomentar un entorno regulatorio que permita la agilidad en la innovación y alentar un cambio de mentalidad que implique asumir riesgos. Como se destacó en el panel de Davos, la capacidad de Japón para impulsar la resiliencia económica a través de la innovación y la diversificación será clave para su éxito en la era digital.

Las plataformas globales como el Foro Económico Mundial ofrecen una oportunidad única para participar.

Aunque el Foro no establece estándares propiamente dichos, juega un papel fundamental en la configuración de los marcos de gobernanza, las aplicaciones industriales y el diálogo intersectorial. Participar activamente en estas plataformas globales permite a las partes interesadas japonesas obtener conocimientos estratégicos y contribuir a configurar la dirección del desarrollo tecnológico.