Por qué la cooperación global es clave para navegar por aguas económicas turbulentas
La cooperación puede contribuir a mejorar la seguridad nacional y económica de las naciones, las regiones y el mundo. Image: Getty Images/iStockphoto
- Los países deben encontrar formas de lograr la cooperación global o correr el riesgo de sufrir los efectos perjudiciales de la fragmentación en tiempos de dificultades económicas.
- La pobreza, la miseria y la desigualdad no respetan fronteras, por lo que garantizar que todos los países crezcan y prosperen beneficia a todos.
- Cooperar para reparar nuestro barco económico global de modo que beneficie a más personas no es un acto de caridad; es una sabia inversión en nuestro futuro común.
Sin pretender simplificar el tema en demasía, los países y sus responsables políticos tienen dos grandes opciones: encontrar formas de lograr la cooperación global o correr el riesgo de sufrir los efectos perjudiciales de la fragmentación.
Es mucho lo que está en juego, pero el camino a seguir es claro. La colaboración a escala regional y global no solo es deseable, sino esencial.
En interés propio de las naciones, hay que garantizar que todos los países crezcan y prosperen, beneficiando equitativamente a todos los ciudadanos. La pobreza, la miseria y la desigualdad no respetan fronteras.
Observamos esto con más nitidez en los países de bajos ingresos, donde los problemas sistémicos a menudo obligan a las personas a asumir grandes riesgos personales –cruzando fronteras arriesgadas y mares tormentosos – en busca de una vida mejor para sus familias o, a veces, de la mera supervivencia.
A medida que estas personas abandonan sus países de origen, esas naciones sufren una pérdida crítica de talento y potencial. Por ejemplo, muchos países del África subsahariana pierden un tercio o más de sus ciudadanos más preparados, que se desplazan a otros países.
Es urgente trabajar juntos para mejorar sus vidas y medios de subsistencia de forma tangible y duradera. Responder con determinación es tanto un imperativo moral como un elemento esencial para la estabilidad y la prosperidad de todas las naciones, no solo de los países con menores ingresos.
Reparar las fisuras de nuestro barco económico mundial
El dinamismo de las economías exige una colaboración dinámica entre la comunidad de naciones y actores económicos, ya que nuestros destinos están estrechamente alineados. Mejorar las perspectivas de las economías emergentes y en desarrollo no es solo un remedio para su población, sino también un beneficio directo para los países de ingresos más elevados.
A medida que aumentan los ingresos en los países emergentes y en desarrollo, sus poblaciones se convierten en consumidores de bienes y servicios de mayor valor, creando mercados adicionales para las naciones más ricas. La integración económica fomenta la estabilidad, ya que las naciones que comercian juntas y comparten cadenas de suministro interdependientes son menos propensas a entrar en conflicto o sufrir disrupciones.
Además, cuando los países emergentes y en desarrollo se vuelven más resilientes ante las crisis económicas, las crisis de salud globales o las amenazas climáticas, es menos probable que sus ciudadanos se sientan obligados a emigrar en busca de oportunidades. En su lugar, pueden contribuir a crear economías y comunidades locales más fuertes, y estas mejoras son bienes públicos mundiales que benefician a todas las naciones, no solo a las más pobres.
La clave para lograr estos resultados es la cooperación. Ya sea mediante acuerdos bilaterales, compromisos multilaterales o alianzas profesionales, las naciones deben unirse para reparar las 'fisuras' de nuestro barco económico mundial.
Ignorar los problemas de los países emergentes y en desarrollo no es una opción. El colapso de los Estados, la inestabilidad económica y las tensiones sociales inevitablemente traspasan las fronteras, convirtiendo las crisis locales en problemas globales.
En resumen, todos estamos en el mismo barco. Es nuestro interés colectivo garantizar que este barco esté en condiciones de navegar y sea capaz de sortear las tormentas que se avecinan.
Adaptar las instituciones a una nueva realidad económica mundial
El equilibrio global de poder económico ha cambiado drásticamente en las últimas décadas. Los países emergentes y en desarrollo representan ahora casi el 60% del PIB mundial, lo que supone un aumento de los ingresos y el bienestar de miles de millones de personas. Las poblaciones de estos países son más jóvenes, sus economías son más adaptables y tienen una participación cada vez mayor en la futura economía global.
Teniendo en cuenta estos nuevos centros de poder, nuestra gobernanza global debe seguir ajustándose con rapidez y decisión para afrontar retos difíciles – como la pobreza, la desigualdad o la seguridad energética – de forma que se respete el cambio de poder económico y las circunstancias nacionales, a menudo diversas.
Instituciones internacionales como la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional (FMI ) y el Banco Mundial deben adaptarse y ayudar a sus Estados miembros a navegar por este entorno nuevo e incierto.
Las finanzas, los mercados y el comercio están más interconectados que nunca, lo que genera nuevas oportunidades y riesgos. Las instituciones financieras internacionales deben prestar más atención al desarrollo de capacidades, para garantizar que el capital que aportan se complemente con protecciones y apoyo adecuados.
También debemos ser prudentes a la hora de abordar los riesgos estructurales, como la deuda soberana, que amenaza con erosionar los avances en materia de desarrollo de los últimos años. En 2023, los países de bajos ingresos gastaron más, por término medio, en el pago del servicio de la deuda que en educación y salud combinadas.
Para los países de bajos ingresos, muchos de los cuales frágiles y en situación de conflicto, estos problemas de deuda son casi imposibles de gestionar sin apoyo multilateral.
Al mismo tiempo, las naciones deben asumir la responsabilidad de su propio crecimiento. Participar eficazmente en el sistema de comercio mundial, mejorar la competitividad y reforzar la gobernanza son pasos esenciales para cualquier nación que quiera prosperar.
Al tomar estas medidas, los países no solo mejoran sus propias perspectivas, sino que también contribuyen al progreso compartido y al crecimiento mundial.
Nuevas alianzas y foros para la cooperación global
Esta labor requerirá nuevas alianzas y nuevos foros para generar confianza y reforzar los mercados y las instituciones.
Por ejemplo, el FMI y el Reino de Arabia Saudita patrocinarán en febrero de 2025 una conferencia anual de alto nivel en Al-Ula, Arabia Saudita, para explorar soluciones innovadoras para abordar los desafíos de las economías emergentes. Los participantes debatirán políticas y reformas para impulsar una prosperidad inclusiva y reforzar la resiliencia, con el apoyo de una cooperación sólida a escala global.
El camino hacia la prosperidad exige que los países se centren en sus puntos en común con vecinos y socios comerciales, no solo en sus diferencias. Una colaboración inteligente y en interés propio en los casos en que los intereses se entrecruzan puede mejorar la seguridad nacional y económica de las naciones, las regiones y el mundo – no solo ahora sino en las generaciones venideras.
Cooperar para reparar nuestro barco económico global de modo que beneficie a más personas no es un acto de caridad; es una sabia inversión en nuestro futuro común.
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