Cómo construir un Mediterráneo con seguridad hídrica

La región del Mediterráneo alberga al 60% de la población mundial con escasez de agua (con menos de 1,000m³ por habitante al año). Son 20 millones de personas, especialmente en los países del sur y este de la región, que carecen de acceso a agua potable.

A medida que la escasez de agua aprieta su control, se hace evidente que una serie de desafíos puede estar ocultando otro: la falta de transparencia en la gestión del agua puede generar desconfianza a nivel local e internacional, ocultando posibles tensiones sociales y conflictos.

En medio de esta crisis inminente, el llamado a la transparencia para reconstruir la confianza resuena como una nota de esperanza, encontrando su fortaleza a través del poder transformador de la tecnología.

La situación de escasez de agua en el Mediterráneo es alarmante y está destinada a empeorar en el futuro. Los patrones de precipitación están cambiando constantemente, reduciendo aún más los ya escasos recursos hídricos en la región del Mediterráneo. A pesar de estos cambios, la demanda sigue aumentando constantemente debido al crecimiento poblacional y al uso industrial.

Este precario desequilibrio entre la oferta y la demanda inevitablemente conducirá a una escalada de la escasez de agua, creando un futuro en el cual los recursos hídricos en la región del Mediterráneo podrían no ser capaces de satisfacer las crecientes demandas de sus habitantes e industrias.

El sur del Mediterráneo, especialmente la región MENA, está en el epicentro de esta crisis de escasez de agua, ya que alberga a 15 de los 20 países más afectados por la escasez de agua en el mundo.

Por otro lado, la eficiencia del recurso es muy baja. De hecho, las pérdidas e ineficiencias del agua, incluidas las de transporte e irrigación, ascienden a más de 100 km³ por año, lo que representa aproximadamente el 45% de la demanda total de agua de la región.

Esta creciente escasez de agua no solo amenaza la estabilidad ambiental de la región, sino que también tiene profundas implicaciones sociales. A medida que los recursos disminuyen, la competencia por el agua puede exacerbar las tensiones sociales existentes e incluso provocar nuevos conflictos. Esta situación subraya la necesidad crítica de confianza y cooperación en las estrategias de gestión del agua.

La transparencia juega un papel fundamental en la reconstrucción de la confianza. La falta de transparencia en la gestión del agua conduce a una asignación ineficiente de los recursos hídricos. El suministro de agua puede no distribuirse según las necesidades reales, o prioridades, sino más bien basado en prácticas arbitrarias, por ejemplo.

La ausencia de políticas claras y accesibles conduce a una asignación y distribución ineficientes de los recursos hídricos. La falta de transparencia en estas pautas cruciales obstaculiza los procesos efectivos de toma de decisiones y perpetúa la incertidumbre entre los interesados. De hecho, la escasez de datos e información sobre la disponibilidad, uso y necesidades del agua resulta en una planificación e implementación inadecuadas de estrategias.

En un nivel macro, muchos recursos hídricos son transfronterizos, requiriendo una gestión conjunta y cooperación entre los países por los cuales fluyen. La falta de transparencia puede resultar en conflictos, complicando la situación de escasez de agua. Para evitar estos conflictos, los países deberían compartir abiertamente información sobre sus prácticas de gestión del agua construyendo una base de confianza.

Abordar la escasez de agua de manera efectiva requiere una estrategia unificada que combine transparencia digital, percepciones conductuales e infraestructura robusta, elementos críticos para construir la resiliencia en la región del Mediterráneo.

La tecnología puede reconstruir la confianza, mejorando la transparencia en la gestión del agua. La recopilación y análisis de datos ofrecen información sobre los patrones de consumo de agua, lo que ayuda a prever las necesidades de agua y optimiza la asignación de recursos hídricos. Comprender los comportamientos de consumo de agua es crucial para dar forma a estrategias que fomenten cambios positivos en los hábitos de uso del agua.

La infraestructura hídrica robusta también juega un papel crucial en mitigar el impacto de los cambios en los patrones de precipitación. Es importante crear una infraestructura que almacene agua durante los períodos de lluvias excesivas para su uso durante las sequías.

WaterSec, una start-up tunecina, fue creada en respuesta a la amenaza de escasez de agua en la región. Su objetivo es moldear comportamientos sostenibles de consumo de agua mediante tecnología innovadora y ha desarrollado sensores de Internet de las cosas conectados a un panel de control, que permiten a los usuarios rastrear su consumo de agua en tiempo real, detectar comportamientos anómalos como fugas y generar informes dinámicos. También ofrece recomendaciones personalizadas.

En WaterSec, abrazamos el principio de "solo gestionamos lo que medimos". Como dice el cofundador Slim Bouakez: "El cambio racional en el comportamiento de nuestros usuarios destaca una creciente responsabilidad hacia el consumo de agua".

WaterSec comparte abiertamente datos con actores locales del agua para ayudar en sus actividades, fomentando un enfoque colaborativo en la gestión del agua. Esta transparencia no solo empodera a los usuarios, sino que también proporciona información valiosa para los responsables de políticas, impulsando un enfoque integral y sostenible para el uso del agua en la región del Mediterráneo.

Al enfrentarnos a la creciente crisis de escasez de agua en el Mediterráneo, es evidente que no solo estamos lidiando con una escasez física, sino también con problemas de confianza y cooperación. Esta situación exige un cambio que vaya más allá de las estrategias tradicionales de gestión del agua, demandando un enfoque holístico que abarque la transparencia, la responsabilidad compartida y la integración tecnológica.

La transparencia, en particular, emerge como un elemento crítico. Se trata de abrir los canales de comunicación y compartir datos, no solo dentro de las naciones, sino también entre fronteras. Cuando los países y las comunidades comienzan a tratar los datos de agua como un activo compartido, se allana el camino para soluciones colaborativas y se mitiga el riesgo de conflictos por recursos.

Este enfoque abierto podría transformar la gestión del agua de un punto de conflicto a una plataforma para la cooperación y la construcción de confianza.