Cómo fortalecer la resiliencia de las comunidades más susceptibles al cambio climático

Los fenómenos climáticos extremos no son nuevos, pero su frecuencia y niveles de destrucción se han acelerado. A lo largo de la historia nos hemos adaptado a ellos con mayor o menor éxito. Sin embargo, a menudo nos damos cuenta demasiado tarde de que nuestros esfuerzos son reactivos cuando deberían ser proactivos.

Mientras los responsables políticos siguen negociando y prometiendo condiciones que mitiguen el impacto producido por el ser humano en el medio ambiente, debemos comprometernos a defender y crear comunidades resilientes que estén preparadas para afrontar los retos derivados del cambio climático. Cuando adoptamos medidas proactivas para que nuestras comunidades sean más resilientes, multiplicamos nuestras oportunidades no sólo de mitigar las consecuencias del cambio climático, sino de prevenirlas por completo.

Todos merecemos el derecho a vivir en un entorno seguro y saludable. Cuando se produce una catástrofe, las consecuencias van mucho más allá de la zona de impacto. La salud, la seguridad y la estabilidad de millones de personas pueden estar en juego, ya se trate de los cimientos físicos de sus viviendas, del acceso al agua potable o de infraestructuras duraderas que puedan transportar los bienes y servicios necesarios desde y hacia la zona del desastre. Las comunidades marginadas son siempre las más perjudicadas y soportan una carga desigual en su lucha por la reconstrucción.

El cambio climático está agravando las crisis ambientales, económicas y de salud pública a nivel micro y macroeconómico, amenazando la estabilidad económica a escala mundial. En 2022, unos 8,7 millones de personas se vieron desplazadas por fenómenos meteorológicos extremos, lo que supone un aumento del 45% respecto a 2021, y 258 millones de personas de 58 países se enfrentaron a la inseguridad alimentaria. Aproximadamente mil millones de personas corren el riesgo de verse desplazadas de aquí a 2050 debido al "cambio medioambiental, los conflictos y los disturbios civiles". No podemos subestimar la relación entre estos fenómenos.

Aunque el panorama sea sombrío, se nos presentan múltiples oportunidades para cambiar de rumbo y forjar nuevos caminos. Nuestros vecinos cuentan con nosotros y la estabilidad y las posibilidades ofrecidas a las generaciones futuras dependen de nuestras acciones -o inacciones. En el centro de un plan de acción exitoso debe estar nuestra determinación de desmantelar las barreras que han creado profundas desigualdades y sociedades altamente estratificadas y de mejorar la salud, la educación y la movilidad económica para todos.

Al elegir proactivamente apoyar a las comunidades hoy, sentamos las bases para una mayor resiliencia mañana. He aquí cómo podemos hacerlo de la manera más eficaz:

- La resiliencia proactiva requiere que seamos previsores, aprendamos de las experiencias pasadas e innovemos nuevas formas de colaboración para los agentes a nivel macro y micro.

- Debemos sentar las bases para ampliar las oportunidades y la participación en la comunidad.

- Las inversiones en sanidad, infraestructuras, innovación, formación para el empleo y otros recursos que ayudan a las personas a llevar una vida más sana, segura y contributiva deben estar en el centro de nuestros esfuerzos.

- Es imperativo que colaboremos con las comunidades. Al contemplar soluciones a la crisis climática, debemos asegurarnos de obtener las voces y perspectivas de personas de todos los niveles de la comunidad. Los esfuerzos por mejorar el trabajo centrado en la comunidad no pueden tener éxito si se descartan o ignoran las voces. Como observó críticamente Magis (2010), "Una perspectiva comunitaria hace hincapié en que los actores de la comunidad desarrollen y comprometan recursos para que la comunidad prospere ante el cambio."

A lo largo de nuestras vidas, hemos sido testigos de las profundas disparidades inherentes a la forma en que las crisis climáticas se manifiestan sobre y dentro de las comunidades. Colwell (2015) afirma: "Las comunidades resilientes tienen cohesión social y la capacidad de adaptarse y trabajar colectivamente para responder a desastres y crisis."

En Estados Unidos, los centros de atención telefónica 211 de United Way funcionan como una línea de ayuda comunitaria confidencial 24 horas al día, 7 días a la semana, para personas y familias que buscan asistencia inmediata en toda una serie de servicios, como alojamiento y comidas, asistencia sanitaria y ayuda en caso de catástrofe. La red 211 recibe unas 50 000 llamadas al día y, lo que es más importante, las personas que responden a las llamadas están conectadas con las propias comunidades a las que sirven. El objetivo de la red es ayudar a nuestros vecinos cuando más lo necesitan.

Aunque la ayuda entre vecinos es un activo inestimable de las comunidades resilientes, también se necesitan agentes externos para ampliar los productos y servicios disponibles necesarios para prepararse para el mañana. En tiempos de importantes retos mundiales, es primordial el compromiso de colaboración entre los agentes públicos, privados y de la sociedad civil. Las asociaciones nos permiten ser una fuerza unificada para el bien, con instituciones reconocidas e influyentes mundialmente para facilitar un cambio transformador.

Las asociaciones público-privadas ofrecen oportunidades de colaboración para defender y aplicar políticas que apoyen infraestructuras comunitarias resilientes y el acceso equitativo a recursos que promuevan la sostenibilidad ambiental. La filantropía es nuestra herramienta colectiva para promover el bien común y ayudar a crear un futuro más brillante y equitativo para quienes más lo necesitan. Las donaciones generosas, especialmente aquellas "sin restricciones", confían en la comunidad beneficiaria y facultan a sus miembros para utilizar el dinero de la manera más eficaz para esa comunidad. Es una idea sencilla pero radical en la práctica.

A medida que nos levantamos de los retos y turbulencias que hemos experimentado en los últimos años, debemos dotar a las comunidades de las herramientas que necesitan para ser más fuertes, seguras y equitativas. Un cambio comunitario impactante es un proceso largo, que requiere apoyo y compromiso a largo plazo.

Comprometámonos a cambiar el debate sobre la respuesta a las catástrofes. En lugar de limitarnos a reconstruir y volver a la normalidad, cultivemos una nueva era y una nueva sociedad que dé cabida a las personas históricamente marginadas, fomente la movilidad económica y las oportunidades, reduzca las disparidades sanitarias y garantice que todos los miembros de la comunidad tengan las herramientas que necesitan para prosperar.

Para aumentar la resiliencia de nuestras comunidades de forma proactiva, rechacemos la autocomplacencia y comprometámonos a largo plazo, colaborando con los miembros de la comunidad sobre el terreno y asegurándonos de que disponen de los recursos que necesitan para que todos puedan salir adelante.