Las ciudades del Sur Global deben colaborar en materia de movilidad. Esta es la razón.

Cuando Janvier Twagirimana se adentró el mes pasado en las ajetreadas calles del centro de Bogotá, comentó lo mucho que se parecía y se sentía a su casa, a diferencia de lo que ocurre en Europa, donde este tipo de visitas son frecuentes.

Puede que su Kigali natal no sea exactamente como la capital colombiana, pero a Janvier, Coordinador de Enlaces Externos de Transporte y Donantes del Ministerio de Infraestructuras de Ruanda, le resonó algo en el reciente intercambio de movilidad con bajas emisiones de carbono para ciudades africanas y latinoamericanas convocado con ONU-Hábitat en Bogotá.

Con una delegación de funcionarios de gobiernos locales de cinco ciudades africanas y latinoamericanas -Dar es Salaam, Kigali, Belo Horizonte, Montevideo y Quito-, el intercambio pretendía abordar cuestiones de electrificación y movilidad activa.

Se trata de dos componentes clave para todas las ciudades que planifican un sistema de transporte respetuoso con el clima y resistente. En el Sur Global, ambos son críticos para responder a los desafíos climáticos, y pueden tener efectos en cadena que respondan a otras presiones urbanas cruciales.

Durante el intercambio, el grupo visitó un impresionante depósito de autobuses que alberga la mayor flota eléctrica del mundo fuera de China. El depósito contaba con 400 autobuses y 192 estaciones de carga; elementos de gestión del agua y los residuos para crear un sistema circular, y un equipo que nos recibió a todos con entusiasmo y orgullo.

La delegación se marchó con información tanto técnica como financiera para transmitirla a sus ciudades, ya que están negociando proyectos similares.

Además de esta intervención a gran escala, la delegación visitó la sede de una empresa privada local que trabaja con una pequeña empresa llamada Lola te Mueve y con organizaciones no gubernamentales para probar bicicletas y triciclos eléctricos para distribuir sus mercancías por la ciudad, como forma de resolver lo que se conoce como el reto de la "última milla".

De hecho, el transporte de mercancías a los clientes finales en una ciudad contribuye a aumentar la congestión, las emisiones de carbono y el espacio público disputado.

Estos bienes van desde productos frescos a productos manufacturados; y a menudo, la última etapa de una entrega urbana es la más difícil debido a la infraestructura inadecuada, los flujos de tráfico impredecibles, así como la coordinación humana. En las ciudades del Sur Global, estos retos se ven exacerbados por la falta de una regulación que acoja las nuevas tecnologías y la innovación.

El proyecto piloto que visitamos ilustra cómo los vehículos ligeros eléctricos pueden ayudar a facilitar el transporte y mostrar el camino para que las nuevas empresas entren en el mercado. De este modo, tanto las grandes como las pequeñas empresas pueden reducir sus costes de transporte, al tiempo que contribuyen a reducir la congestión y a mejorar las condiciones tanto de sus trabajadores como de la ciudad en su conjunto.

Durante nuestra visita al primer sistema de transporte público por cable de Bogotá, Eveline Trevisan, Coordinadora de Sostenibilidad y Medio Ambiente del Departamento de Transporte de Belo Horizonte, en Brasil, comentó que, más que la infraestructura, le había conmovido el imperativo social del proyecto.

Situado en Ciudad Bolívar, una de las zonas más pobres de Bogotá, el Transmicable, que funciona con energía solar, no sólo ha reducido el tiempo de viaje de dos horas a 15 minutos, sino que se ha convertido en una fuente de propiedad y orgullo para muchos residentes.

El museo local, situado en la última y más alta estación del teleférico, establece perfectamente ese vínculo y cuenta la historia de Ciudad Bolívar, donde decenas de desplazados internos han hecho de su hogar una comunidad "autoconstruida".

El contraste de una obra de ingeniería tan impresionante en una comunidad tan vulnerable subraya cómo el transporte no es sólo movimiento, sino también dignidad y calidad de vida.

Del mismo modo, el programa semanal Ciclovía, que convierte más de 100 km de calles de Bogotá en un gigantesco patio de recreo, ilustra el poder de repensar las arterias de transporte en lugares que pueden contribuir a la sociedad de otras maneras.

Gisel Paredes, Jefa de Transporte de la ciudad ecuatoriana de Quito, que también participó en el intercambio, destacó la magnitud del programa y la interacción de la gente en la calle, sobre todo porque personas de todas las edades compartían el espacio sin esfuerzo en una ciudad en la que a menudo la gente evita cualquier interacción por miedo a su propia seguridad.

No se puede exagerar el valor de crear oportunidades para experimentar realidades similares. Ilustra las posibilidades de resolver problemas aparentemente insolubles. Muestra el potencial de la innovación, la colaboración y la puesta a prueba de nuevas ideas en condiciones que no son perfectas.

Además, ofrece la oportunidad de compartir experiencias y lecciones para evitar errores. En América Latina, por ejemplo, además de la electrificación de las flotas de autobuses, hay una nueva oleada de sistemas de bicicletas compartidas que sin duda pueden aprender unos de otros. Del mismo modo, el sistema de teleférico que está estudiando Kigali puede sin duda beneficiarse de la experiencia y los conocimientos del de Bogotá.

La creación de vías de conversación, intercambio e interacción Sur-Sur puede servir de apoyo a los funcionarios locales, no sólo en el aspecto técnico, sino también, como demostró este intercambio, para poner de relieve las repercusiones adicionales que puede tener la movilidad en las ciudades del Sur Global, donde el transporte es sólo una pequeña parte de las complejas y difíciles realidades.