La eco-ansiedad perjudica la salud mental de los jóvenes. Pero no tiene por qué hacerlo

Durante la pandemia de COVID-19, las comunidades de todo el mundo experimentaron un fuerte aumento del estrés, la ansiedad, la depresión y el suicidio. Surgieron deficiencias sistémicas en el acceso a los servicios de salud mental, y se asignaron miles de millones de fondos para mejorar las soluciones.

Pero esas soluciones deben apoyarse en una comprensión profunda de cómo ciertos factores afectan a la salud mental, entre ellos el cambio climático.

La relación de los huracanes, los incendios forestales y las inundaciones con la salud física es clara: causan lesiones, hospitalizaciones y muertes y dañan la infraestructura utilizada para el suministro de alimentos, agua, alcantarillado, tecnología y suministros médicos.

Lo que no se conoce tan bien es el impacto de los fenómenos meteorológicos extremos en la salud mental, especialmente cuando se trata de niños.

El trauma y el shock pueden producirse tras presenciar las lesiones o la muerte de seres queridos, o los daños a los bienes personales o la pérdida de los medios de vida, como la destrucción de pequeñas empresas. Los estudios de los supervivientes adultos indican una prevalencia del TEPT de entre el 30 y el 60% en el primer año después de una catástrofe. Incluso si el TEPT no se desarrolla, los supervivientes corren el riesgo de sufrir ansiedad o depresión.

Históricamente, los fenómenos meteorológicos extremos se consideraban catástrofes naturales puntuales en las que los supervivientes podían recuperarse y reconstruirse. Con la aceleración del cambio climático, las comunidades están experimentando catástrofes recurrentes de las que es difícil recuperarse.

A medida que aumentan los fenómenos meteorológicos extremos, el público es más consciente del cambio climático. Según la Asociación Americana de Psicología, el 75% de los estadounidenses están preocupados por el cambio climático y el 25% están alarmados, una cifra que se ha duplicado desde 2017.

El empeoramiento del cambio climático y la creciente concienciación sobre el mismo hacen que ya no sean solo los supervivientes los que experimentan efectos en la salud mental. Documentado inicialmente en 2007, está surgiendo un nuevo fenómeno llamado eco-ansiedad.

La eco-ansiedad es una preocupación por el futuro que puede provocar miedo, ira, impotencia, agotamiento, estrés o tristeza. Aunque en la comunidad médica se ha debatido la definición exacta, hay consenso en que la incertidumbre y el descontrol alimentan la ecoansiedad.

Y la eco-ansiedad es más frecuente entre los jóvenes.

Esto podría deberse a que los jóvenes tienen un futuro más incierto y, por lo tanto, ven el cambio climático como una amenaza mayor que las generaciones mayores. También influyen otros factores: identificarse como mujer, no poder actuar y tener una fuerte conexión con la tierra pueden empeorar la eco-ansiedad.

Las redes sociales también influyen. La gente, especialmente los niños, aprende ahora sobre el cambio climático a través de las redes sociales. Ser testigo de catástrofes naturales en Internet, aunque sea diferente a vivirlas, puede catalizar el desarrollo de la eco-ansiedad. Los adultos pueden tranquilizar a los niños adoptando un comportamiento que combata activamente el cambio climático. Los factores de protección contra la eco-ansiedad incluyen la participación en el activismo, la confianza en la tecnología y el desarrollo de un sentido de agencia sobre el cambio climático.

Dado que se destinan miles de millones de fondos a la salud mental tras la pandemia del COVID-19, es importante que las soluciones propuestas abarquen problemas emergentes como la eco-ansiedad. De lo contrario, corremos el riesgo de gastar en soluciones que no abordan todo el espectro de problemas de salud mental.

Esto es especialmente importante en el campo de la salud mental de los jóvenes, donde los receptores de la atención tienen una mayor conciencia de la intersección entre estos campos: El 67% de los estadounidenses de entre 18 y 23 años están algo o muy preocupados por el impacto del cambio climático en su salud mental.

A la hora de desarrollar soluciones de salud mental que aborden la eco-ansiedad, incluso para los jóvenes, los proveedores de soluciones deben tener en cuenta varios tipos de comportamientos de afrontamiento y sus resultados asociados, entre ellos

Afrontamiento centrado en el problema: dar pasos activos para abordar el cambio climático.

Afrontamiento centrado en las emociones: gestionar las emociones negativas relacionadas con el cambio climático.

Afrontamiento centrado en el significado: gestionar las emociones negativas relacionadas con el cambio climático, al tiempo que se promueven emociones positivas como la esperanza al combatir el cambio climático.

Aunque el afrontamiento centrado en la emoción ha sido la estrategia más utilizada por los adolescentes y los jóvenes adultos hasta la fecha, la investigación ha descubierto que el afrontamiento centrado en el significado es el más eficaz en lo que respecta a la la eco-ansiedad. Cuando se hace correctamente, el afrontamiento centrado en el significado, como involucrarse en la lucha contra el cambio climático a través del voluntariado o la campaña, facilita las emociones positivas como la esperanza sin ignorar las negativas como la ira o la ansiedad.

El resultado final es procesar, en lugar de quedarse atascado, la ansiedad y sentirse motivado para participar en el activismo y otros comportamientos proambientales.

Esto no sólo mejorará la salud mental de quienes se preocupan por el cambio climático, sino que también contribuirá al movimiento de base para proteger nuestro planeta.