Cambio climático: la cuenta atrás ya ha comenzado
Image: REUTERS/Issei Kato
La Organización de Naciones Unidas (ONU) ha lanzado un mensaje claro y definitivo: tenemos 11 años para limitar la catástrofe del cambio climático.
Ya tenemos plazo para superar los límites admisibles de temperatura en el planeta que, una vez sobrepasados, nos llevan a un cambio en el clima de la Tierra sin precedentes. La Organización de Naciones Unidas (ONU) ha lanzado un mensaje claro y definitivo: tenemos 11 años para limitar la catástrofe del cambio climático. Pero, ¿deberíamos estar preocupados? Para saberlo necesitamos entender el porqué de los 11 años de plazo para que las consecuencias del cambio climático sean irreversibles.
Lo primero es tener claro que el planeta ha sufrido cambios en el clima a lo largo de su historia, lo que se ve nítidamente en el registro geológico. Sin embargo, a partir de la Revolución Industrial basada en el consumo de energías fósiles y de las emisiones de gases que llamamos de efecto invernadero (GEI), este proceso está inducido por el hombre más que por fenómenos naturales. El efecto que producen los GEI es el mismo que permite que dentro de un invernadero se acumule radiación infrarroja y se caliente su interior.
La principal consecuencia, que ya predijo el químico sueco Svante Arrhenius (1859-1927) a principios del siglo XX, es que las temperaturas están aumentando en todo el planeta, convertido en un gigantesco invernadero. Si ha habido siempre cambio climático en la Tierra, ¿cuál es el problema? En este caso, el problema es la rápida velocidad y la magnitud del cambio climático.
Si la temperatura sube más de 1,5ºC con respecto a los niveles anteriores a la industrialización la situación empeorará significativamente, multiplicándose las sequías, inundaciones y olas de calor extremo.
Otra cuestión que debemos entender es que tenemos la tendencia a usar como sinónimos los términos de calentamiento global y cambio climático. El calentamiento global se refiere al aumento de las temperaturas globales debido principalmente al aumento de las concentraciones de GEI en la atmósfera. Sin embargo, el cambio climático se refiere a los cambios en los fenómenos meteorológicos que definen el clima durante un largo período. Por tanto, uno es origen y otro, consecuencia.
La frecuencia e intensidad de las sequías van en aumento.
Los efectos que apreciamos son sequías cada vez más largas y extremas en todo el mundo, tormentas tropicales más severas debido a las temperaturas más cálidas del agua del océano, disminución de la presencia de nieve en las cordilleras, desaparición de glaciares y del hielo y la nieve en zonas polares.
Si cambia el clima, cambia nuestro medio ambiente y nuestra economía, nuestra manera de vivir. Y con este cambio, todos los organismos vivos deben adaptarse a unas nuevas condiciones o están destinados a desaparecer. La comunidad científica ha observado cambios en los sistemas físicos y biológicos que no ofrecen lugar a dudas sobre este proceso.
En un informe publicado el año pasado, prestigiosos científicos de todo el mundo, englobados en el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), advirtieron que solo restaban una docena de años (y ya casi ha transcurrido uno) para que el calentamiento global no pueda ser mitigado, es decir, para que el incremento de temperatura de la Tierra respecto de los niveles preindustriales alcance un máximo de 1,5℃. Por encima de este valor, incluso aumentando solamente medio grado más la temperatura, hasta 2℃, la situación empeorará significativamente, multiplicándose las sequías, inundaciones y olas de calor extremo. Con ello, aumentando el riesgo de pobreza para cientos de millones de personas.
¿Qué queremos decir con ese aumento de 1,5℃? Sencillamente que, tomando como referencia la temperatura media de la Tierra en el período 1850–1900 (de 15℃) y basándonos en el Informe de síntesis AR5: cambio climático 2014, este valor medio pasaría a ser de 16,5℃. Se considera catastrófico si llega a 17℃ o supera este valor.
Si hacemos unos cálculos sencillos, sabiendo que el calentamiento inducido por el hombre era de 1℃ por encima de la media de 1900 en el año 2017 y que se prevé un aumento de 0,2℃ por década, nos plantaremos en el umbral límite de 1,5℃ de incremento medio de las temperaturas dentro de 11 años, aproximadamente. Ya tenemos fecha, ya estamos advertidos.
Para evitarlo, desde el IPCC señalan que se necesitan cambios urgentes y sin precedentes en la economía y la forma de producir bienes y servicios para alcanzar el objetivo de mantener el incremento de las temperaturas entre 1,5℃ y 2℃, como máximo. Por tanto, si nos centramos en los mensajes que se emiten a la sociedad de lucha contra el cambio climático, mitigación de los efectos del cambio climático y de adaptación al cambio climático, realmente deberíamos considerar solo los dos últimos escenarios: la mitigación y la adaptación.
La desertificación y la erosión de suelos son dos consecuencias del cambio climático.
Todos los cálculos realizados señalan que un incremento de 1,5℃ podría ser asumible para mitigar los efectos y adaptarnos, ya que la proporción de la población mundial expuesta sería un 50 % menor que en el caso de alcanzar los 2℃. Si no se frena este rápido cambio del clima, cientos de millones de personas, especialmente en países en desarrollo, estarán en riesgo de pobreza relacionada con el clima.
El cambio climático condiciona los principales factores sociales y ambientales que influyen en la salud: aire limpio, agua potable, suelos sanos, alimentos suficientes y refugio seguro. Entre 2030 y 2050, se espera que el cambio climático cause aproximadamente 250 000 muertes adicionales por año, como consecuencia de la desnutrición, la malaria, las enfermedades intestinales y el estrés por calor.
No llegar a 2℃ de aumento de las temperaturas aliviaría la presión sobre el deshielo del Ártico. Los científicos del IPCC han predicho que los efectos a largo plazo del cambio climático incluirán una disminución en el hielo marino y un aumento en el deshielo del permafrost, liberándose de los suelos congelados del planeta toda su carga biológica (bacterias y virus que causarán, tal vez, enfermedades desconocidas) y produciéndose un aumento de la frecuencia e intensidad de las olas de calor y las precipitaciones y una disminución de los recursos hídricos en las regiones semiáridas.
Las soluciones para mitigar los efectos pasan por la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a través de mejores opciones de transporte, de producción de bienes y de uso de alimentos, del suelo, del agua y de la energía. Todo esto puede resultar en una mejor salud, particularmente a través de una menor contaminación del aire. En definitiva, el único camino posible consiste en mejorar el medio ambiente en el que vivimos y del que dependemos.
Jose Navarro Pedreño es profesor de Ciencias Ambientales, Universidad Miguel Hernández.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el original aquí.
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