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Dos años no han sido suficientes: se cierne una prórroga en el Brexit

Anti-Brexit demonstrators protest outside the Houses of Parliament, in Westminster, London, Britain March 4, 2019. REUTERS/Hannah McKay - RC119C32DD50

Image: REUTERS/Hannah McKay

Marc Fortuño

La primera ministra británica, Theresa May, comentó el martes pasado que concederá al Parlamento de Westminster la oportunidad de retrasar el desenlace final del Brexit. El escenario que se dibuja es que si en la próxima segunda votación sobre su acuerdo fracasa, entonces podrían votar para dejar la Unión Europea sin un acuerdo el 29 de marzo o bien una extensión corta y limitada al plazo.

Esto no implica de ninguna manera algún tipo de garantía de que la fecha final de salida quede finalmente retrasada debido a que cualquier prórroga requerirá la aprobación final de la Unión Europea.

La cuenta atrás en el mes de marzo

Theresa May dijo aquello de "Brexit means Brexit", por lo que el primer pasó es volver al Parlamento y permitirle emitir otro "voto significativo" sobre un acuerdo revisado para el 12 de marzo. Esto sería una repetición de la votación Brexit en enero, donde el Parlamento rechazó el plan Brexit de May por un histórico margen de 230 votos.

Si ella puede obtener esta última versión del acuerdo a través del Parlamento -y esto todavía es un gran problema por la frontera de Irlanda del Norte- entonces la historia ha terminado: el Reino Unido tiene un plan para salir de la UE. Pero, si por alguna razón esto no sucede voto en esa fecha o el acuerdo de May se tumba una vez más, el Parlamento votará el día siguiente al de si se quiere salir de la UE sin un acuerdo el 29 de marzo.

Esta votación, que se llevaría a cabo el 14 de marzo, será para decidir si el Reino Unido debe buscar una extensión limitada al Artículo 50, la disposición del tratado de la UE bajo el cual el Reino Unido se retira del bloque.

Esta extensión a corto plazo requiere la aprobación de la UE. Parece posible que la UE se postule a "comprar tiempo" antes que un Brexit sin acuerdo, pero aún no está garantizado del todo, aunque la canciller alemana Angela Merkel dijo el miércoles que si el Reino Unido necesitaba más tiempo para resolver su salida de la Unión Europea, no se negaría.

Esta búsqueda de un mayor plazo se está dando en un entorno en el que el crecimiento de la economía británica fue el más débil en los últimos seis años. Específicamente, en los últimos tres meses la desaceleración ha venido causada por debido a que la fabricación de automóviles y productos de acero experimentó fuertes caídas y la construcción también está cayendo.

Con la posibilidad de que los parlamentarios británicos tengan la oportunidad de votar sobre el retraso de Brexit se alentó a los inversores a a recortar sus pronósticos para un Brexit sin acuerdo y en su lugar esperar un retraso más allá de la fecha oficial de salida del 29 de marzo. En consecuencia, la libra alcanzó su nivel más alto desde septiembre, 1,3351 dolares, el miércoles, y alcanzó máximos de hace 21 meses en 85,295 peniques por euro. En lo que va del año 2019, ha subido más de un 4% frente a ambas monedas.

La frontera de Irlanda del Norte: el problema irresoluble en estos dos años

Irlanda del Norte votó a favor de permanecer en la UE en el referéndum de Brexit de junio de 2016, con el 56% de los votos. Pero Irlanda del Norte constituye una parte muy pequeña de la población del Reino Unido solo el 3% (alrededor de 1,8 millones de personas) y poco hizo para inclinar el resultado final del referéndum, que terminó viendo del lado del "Leave".

Y la cuestión de la frontera irlandesa apenas se mencionó en el gran debate sobre el referéndum de Brexit en el Reino Unido. La campaña "Leave" se centró principalmente en la inmigración y en los beneficios económicos potenciales -los eventuales nuevos acuerdos comerciales- que se materializaría una vez que el Reino Unido fuera liberada de las onerosas regulaciones de la UE. No fue un punto de discusión clave para los Remainers, en general, la frontera irlandesa carecía de urgencia en el debate.

Y ahora que el Reino Unido abandona la UE, la cuestión de la frontera irlandesa se ha convertido en uno de los problemas más difíciles de resolver durante estos dos años, en el que no ha habido consenso sobre que resolución hay que dar a esta frontera.

Se estableció "líneas rojas" al principio de las negociaciones de Brexit por parte del Reino Unido. Esas líneas rojas incluían el fin de su pertenencia a la unión aduanera permanente y al mercado único. Al mismo tiempo, prometió una frontera sin fricciones en Irlanda.

Estas líneas rojas abastecen al ala más dura de su partido, que quiere que el Reino Unido haga sus propios acuerdos comerciales (lo que realmente no puede hacer si se queda en la unión aduanera) y controle la migración (lo que no puede hacer si se queda en el mercado único).

También hacen que evitar una frontera dura entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda sea extraordinariamente difícil. Una vez más, después de Brexit, esta será la única frontera terrestre entre la UE y el Reino Unido. Así que si el Reino Unido abandona la unión aduanera y el mercado único, los dos países seguirían normas totalmente diferentes.

Eso requerirá algún tipo de punto de control, lo que podría agudizar las divisiones ya existentes en la isla e incluso amenazar el Acuerdo del Viernes Santo.

La Comisión Europea mueve pieza y se prepara para un escenario de "no acuerdo"

La ratificación del Acuerdo de retirada sigue siendo el objetivo y la prioridad de la Comisión Europea. Sin embargo, esta ratificación sigue siendo incierta. Dado el riesgo de una situación en la que no se puede llegar a un acuerdo, la Comisión ha estado trabajando intensamente en la preparación desde diciembre de 2017. Siempre ha pedido a los ciudadanos, las empresas y los Estados miembros europeos que se preparen para todas las situaciones posibles, evalúen los riesgos pertinentes y planifiquen su respuesta para mitigarlos.

La decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea causará importantes trastornos en las relaciones económicas. Por ello, las partes interesadas, así como las autoridades nacionales y de la UE, deben prepararse para dos posibles escenarios principales:

Si el acuerdo de retirada se ratifica antes del 30 de marzo de 2019, la legislación de la UE dejará de aplicarse en el Reino Unido el 1 de enero de 2021, es decir, tras un período transitorio de 21 meses. El acuerdo de retirada incluye la posibilidad de una única prórroga del período de transición de hasta uno o dos años.

Si el acuerdo de retirada no se ratifica antes del 30 de marzo de 2019, no habrá período de transición y la legislación de la UE dejará de aplicarse en el Reino Unido a partir del 30 de marzo de 2019. Esto se conoce como el escenario "no acuerdo".

A raíz de los llamamientos del Consejo Europeo (artículo 50) de noviembre y diciembre de 2018 para que se intensificaran los trabajos de preparación a todos los niveles, la Comisión adoptó el 19 de diciembre de 2018 un plan de acción para imprevistos y varias medidas legislativas, también en el ámbito de las aduanas. Esto es consecuencia de las Comunicaciones anteriores publicadas en noviembre y julio de 2018.

En tal situación, las mercancías procedentes del Reino Unido o con destino a este país se tratarán como importaciones y exportaciones a un "tercer país". Esto significa que las formalidades y controles aduaneros se aplicarán a la importación y a la exportación. Los derechos de aduana, el IVA y los impuestos especiales se recaudarán en la importación, mientras que las exportaciones al Reino Unido estarán exentas del IVA.

La Comisión ha publicado una serie de anuncios cuyo objetivo es informar mejor a las partes interesadas y a los viajeros sobre las consecuencias que una situación de "no acuerdo" podría tener para sus empresas en lo que respecta a los procedimientos aduaneros, la fiscalidad indirecta, como el IVA y los impuestos especiales, las normas de origen preferenciales y las licencias de importación y exportación.

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