El abismo demográfico de China
Image: REUTERS/Jorge Silva
China conjura imágenes de superpoblación, de muchedumbres interminables. Sin embargo, el abismo demográfico al que se acerca tiene poco que ver con sus 1.400 millones de habitantes. El problema al que se va a tener que enfrentar no es de exceso, sino de escasez. Porque en el gigante asiático no nacen suficientes chinos. No es broma. El año pasado se registraron 15,23 millones de nacimientos.
Supone una reducción de dos millones sobre el dato del año anterior y la segunda cifra más baja desde la creación de la República Popular, en 1949. Solo en 1961 —momento culminante de la gran hambruna provocada por las fatídicas políticas económicas y agrícolas de Mao Zedong— se registraron menos nacimientos. Ahora, sin embargo, las razones de que la natalidad haya caído por debajo de la tasa de reemplazo —los 2,1 hijos por mujer que se consideran el mínimo para evitar que la población se reduzca— son muy diferentes.
“Yo no quiero tener hijos. Ahora, seguro que no. Y puede que en el futuro tampoco”. Tong Yifei se expresa con rotundidad. Tiene 26 años, reside en Shanghái, y acaba de concluir un máster en comercio internacional. “La mayoría de mis amigas tampoco quiere ser madre, por lo menos hasta bien entrada la treintena”, añade. “En primer lugar, porque queremos disfrutar de nuestra vida mientras somos jóvenes, no ser esclavas del trabajo y de la familia; en segundo lugar, porque es muy caro mantener a un hijo y proporcionarle una buena educación; y, finalmente, porque para nosotras eso supone renunciar en parte a nuestro desarrollo profesional”, explica.
Hu Yen sí que ha traído dos criaturas al mundo. De hecho, la más pequeña, que este año cumplirá siete, fue protagonista de una de las historias que Planeta Futuro contó en el especial Mis primeros mil días y llegó con una multa debajo del brazo. Porque, cuando Hu dio a luz, la política del hijo único estaba aún en vigor y el Gobierno penalizaba a quienes tuviesen dos descendientes en la mayoría de casos. Aunque Hu asegura que no se arrepiente de su decisión, reconoce que ahora no seguiría los mismos pasos. Y eso que, si hubiese retrasado el segundo nacimiento, no tendría que pagar ninguna multa.
La Asociación China de la Seguridad Social estima que, en 2035, la población de más de 60 años pasará de los 240 millones actuales a 400 millones.
“La China de hoy no es como la de nuestros abuelos. Entonces, las mujeres se dedicaban a la casa y tenían muchos hijos porque hacía falta mano de obra en el campo y porque muchos morían. Era también una política que se propiciaba desde el Gobierno, y daba igual si luego no había con qué alimentarlos o dónde educarlos”, cuenta esta empresaria treintañera, residente en la localidad de Liyang, en la provincia oriental de Jiangsu. “Pero, ahora, los padres competimos para ofrecer lo mejor a nuestros hijos. Queremos que sean los primeros de la clase para que tengan éxito en un mundo tan competitivo. Eso requiere mucho esfuerzo, tanto personal como económico. Demasiado”, sentencia Hu.
La actitud de Hu y de Tong es cada vez más habitual entre la población china, sobre todo la urbana. El acceso de la mujer al mundo laboral y el desarrollo económico que ha desembocado la erradicación casi total de la pobreza y en la explosión de una vibrante clase media han provocado que el interés por convertirse en padres y madres haya caído en picado. Y, además, lo ha hecho de forma inversamente proporcional a la esperanza de vida, que en los últimos ocho años ha pasado de los 74,83 años a 76,5.
Así, la Asociación China de la Seguridad Social estima que, en 2035, la población de más de 60 años pasará de los 240 millones actuales a 400 millones. Teniendo en cuenta que la población en edad de trabajar también es cada vez menor, la tasa de dependencia —que mide el número de ancianos que dependen de cada habitante en edad de trabajar— puede terminar siendo insostenible. Actualmente ya se acerca al 0,15, una cifra muy superior a la de países con una renta per cápita similar, sobre todo en América Latina o India, y podría alcanzar el 0,4 en 2050. Eso quiere decir que habrá un pensionista por cada dos personas trabajando. Es un problema que también afecta a España, pero que en China se da en una fase de desarrollo inferior.
La gran competitividad de la sociedad china se nota desde que los niños son muy pequeños. La presión de los padres por sobresalir se ve bien en la escuela deportiva de Shichahai, en Pekín.
James Liang fue el primer académico que se mostró públicamente en contra de la política del hijo único. En 2012 escribió China needs more babies [China necesita más bebés], y el año pasado analizó el impacto que la caída de la natalidad tendrá en el desarrollo económico de China en The demographics of innovation [La demografía de la innovación]. Sus conclusiones, censuradas durante años en China, no son halagüeñas. De hecho, considera que la “absurda” política de natalidad vigente hasta 2016 “se va a convertir en el talón de Aquiles de China”.
Liang sostiene que la caída de la natalidad en China —que es actualmente de 0,8 en las ciudades y de 1,8 en las zonas rurales— no ha hecho más que comenzar. Este demógrafo formado en China y en Stanford, que es también uno de los fundadores de la mayor agencia de viajes online del gigante asiático —Ctrip—, vaticina que, a partir de 2040, la población china se reducirá en unos 10 millones de habitantes al año. “Es una velocidad sin precedentes en la historia”, subraya. Liang sostiene que esta situación, similar a la que vive la vecina Japón, acabará con el milagro económico de aquel dragón dormido que sacudió el mundo cuando despertó.
“Las razones de esta caída de la natalidad son variadas, pero la mayoría no son particulares de China. Cuando la renta per cápita sobrepasa los 10.000 dólares [una marca que ya le queda cerca a China], esa variable cae por debajo de la tasa de reemplazo”, explica Liang. La única excepción se da en los países musulmanes, y el demógrafo sostiene que eso se debe al hecho de que la mujer tiene niveles de formación y un acceso al mundo laboral inferiores a los del resto. “En China, las peculiaridades socioculturales, si acaso, van a provocar el efecto contrario: la caída será más pronunciada”, predice.
Liang sustenta esta predicción en varias razones. “Los chinos dan a la formación educativa más importancia que los habitantes de otros países. Eso explica que los chinos sean los mejores estudiantes de la clase allí donde emigran, y que China avance rápidamente en innovación. Pero las extraescolares a las que los padres llevan a sus hijos son caras, y la inversión que hacen las familias es tan elevada que, lógicamente, limita el número de descendientes que se pueden permitir las parejas”, comenta. “Luego está el hecho de que la mujer china está mejor formada y es más independiente que en muchos otros países con un grado de desarrollo similar. Durante la era de Mao, la mayoría de las mujeres trabajaba y esta tendencia se ha acrecentado en la actualidad”.
En 2040 China tendrá una población similar a la actual, pero 411 millones de personas de más de 60 años, el doble que hoy.
Finalmente, Liang señala que las mujeres bien formadas se casan menos y más tarde. Eso, en un país como China, donde los hijos fuera del matrimonio todavía no tienen gran aceptación social, también es un lastre para la natalidad. “Las mujeres sobrantes [como se conoce a quienes no han encontrado pareja al llegar a los 30] son cada vez más habituales en las ciudades”, subraya el demógrafo.
Long, que prefiere no revelar su nombre de pila, es una de estas mujeres sobrantes. En febrero cumplirá 32 años y está soltera. “Felizmente soltera y sin compromiso”, puntualiza esta editora de vídeo con una sonrisa mientras sorbe un café en un Starbucks de Shanghái. No obstante, reconoce que sus padres y sus abuelos la presionan constantemente para que encuentre pareja y forme una familia.
“Creen que debo hacerlo rápido, pero no piensan en mi bienestar, sino en el suyo. Los chinos tienen una mentalidad muy egoísta, solo se preocupan de quiénes les cuidarán cuando sean mayores”, critica Long. “No entienden que yo prefiero crecer como profesional primero, y que eso será vital para que mi hijo, si lo tengo, reciba el cuidado que se merece”, apostilla. A pesar de eso, la joven se ha tenido que endeudar durante 15 años para construirles a sus padres y abuelos una casa en su localidad natal, en la provincia de Zhejiang.
A esta tendencia a formar una familia tarde o nunca, que se refleja en una caída de 2,5 millones en el número de matrimonios en el último lustro —de 13 millones anuales a 10,5 millones en 2017—, se suma otra estadística que preocupa a las autoridades: la población china cada vez se divorcia más y lo hace cada vez más joven. En 1978 se rompieron 285.000 matrimonios; en 2017 fueron 4,37 millones.
La suma de estos dos factores explica que nunca falten asistentes en los mercadillos de solteros que padres y abuelos montan en diferentes ciudades de todo el país. Sobre todo en parques como el de Hongkou, en Shanghái, donde muchos utilizan paraguas abiertos para colgar en ellos el currículo de sus retoños. Como si fuese un Tinder analógico y deslocalizado, llegan con la intención de encontrarles pareja a sus hijos e hijas. Muchos imprimen la fotografía y datos físicos básicos que vienen acompañados de los verdaderamente importantes: la formación, el sueldo, o las propiedades de la familia. Aquí, las uniones sentimentales son un asunto pragmático que recuerda a los matrimonios concertados de antaño.
Nunca faltan asistentes en los mercadillos de solteros que padres y abuelos montan en diferentes ciudades de todo el país.
“Mi hija trabaja demasiado y no saca tiempo para socializar. Me preocupa que pueda quedar soltera y que no se realice como mujer”, Chen, que acaricia la tercera edad, reconoce que teme que su hija no tenga hijos. “Cuando se alcanza cierta edad, cada día es más difícil”, comenta. En China no existe la expresión se te pasa el arroz, pero la actitud de muchos es la misma de quienes la utilizan en España. Eso sí, rara vez prosperan las uniones que se hacen en estos mercadillos de solteros. “Nosotros los ponemos en contacto y, generalmente, suelen aceptar quedar para cenar o tomar algo. Más no podemos hacer”, sentencia Chen con una sonrisa que no esconde cierta decepción.
En su último libro, Liang estima que en 2040 China tendrá una población similar a la actual, pero 411 millones de personas de más de 60 años, el doble que hoy. Sin embargo, el número de quienes se encuentran entre los 20 y los 60 caerá de los 817 millones actuales a 696 millones. “Esto tendrá consecuencias muy negativas tanto para la economía como para la innovación, como ha sucedido en Japón. Un problema añadido es que China llegará a ese punto con un grado de desarrollo inferior al de Japón”, apunta el demógrafo. “China superará a Estados Unidos como primera potencia mundial antes de 2040, pero la pérdida de población podría hacerle perder el trono poco después ante el avance de India”, avanza. La conclusión de Liang en su último libro es rotunda: “Al final, puede que el siglo XXI no sea el de China, que lo perderá por las heridas demográficas que se ha infringido a sí misma”.
Pekín tendrá que retrasar considerablemente la edad de jubilación y destinar muchos más recursos al cuidado de la tercera edad —ni siquiera ahora cuenta con un sistema de seguridad social sólido—. Además, la juventud verá lastradas sus perspectivas de futuro por el cuidado de los mayores, como le sucede a Long. Es, sin duda, algo que ya preocupa a Tong Yifei. “Yo soy hija única, como muchos de los nacidos en los ochenta y los noventa así que, muy posiblemente, me tocará cuidar de mis padres y de mis abuelos, si es que viven. Así, ¿cómo voy a tener hijos?”, se pregunta.
Liang considera que la eliminación de la restricción a la natalidad ha llegado tarde, pero anima a las Autoridades a tomar medidas que habrían sido impensables hace unos años para fomentar la natalidad. Algunas provincias ya están proporcionando más desgravaciones fiscales para padres e incluso conceden cheques-bebé, y algunos académicos han ido más allá a la hora de proponer un impuesto especial que grave exclusivamente a quienes no tienen hijos para pagar las subvenciones de quienes sí procrean. Al fin y al cabo, sostienen, esos últimos serán los que permitan que las pensiones se paguen en el futuro y el esfuerzo debe ser compartido.
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