Cientos de experimentos escolares viajan al espacio gracias a estos soñadores
Image: REUTERS/Brian Snyder
Idear un experimento científico en las aulas y lanzarlo en un cohete a la Estación Espacial Internacional para ponerlo a prueba en condiciones de microgravedad: la compañía DreamUp se ha marcado como misión que los y las jóvenes estudiantes puedan realizar esa original actividad con su ayuda. Algunos colegios e instituciones recurren ya a esta empresa que acerca la investigación espacial a las aulas y ha ayudado al lanzamiento de 370 experimentos de estudiantes.
Analizar el efecto de la microgravedad en un tipo de cemento con el fin de estudiar si sería útil para la construcción en otros planetas, entender qué sucede cuando se cultivan algas en un entorno de ingravidez o descubrir qué variedad de lechuga es óptima para la alimentación de los astronautas. Estos son algunos de los 21 experimentos que han viajado recientemente a la Estación Espacial Internacional (EEI). Sorprendentemente, no han sido ideados por investigadores veteranos, sino por estudiantes que pueden tener tan solo diez años.
Más de 9.000 alumnos y alumnas de colegios, institutos o universidades participaron con sus propuestas en el Student Spaceflight Experiments Program (SSEP), un proyecto educativo que permite a niños y jóvenes enviar sus experimentos al espacio. Tras la selección de los expertos, solo los mejores fueron seleccionados para formar parte de la Misión 11 de este programa.
“Si queremos conseguir un mundo en el que podamos trabajar y vivir en la Tierra, en la órbita terrestre, en la Luna o en Marte, vamos a necesitar personal que esté preparado para hacerlo”, explica Carie Lemack, CEO de DreamUp, aHojaDeRouter.com. Esta compañía nació el año pasado como una escisión de NanoRacks —una empresa que proporciona ‘hardware’ y servicios en la EEI— precisamente con la misión de acercar la investigación espacial a los colegios.
DreamUp y NanoRacks han hecho posible que los experimentos que forman parte de esa Misión 11 puedan ser transportados en “minilaboratorios” (pequeños tubos que permiten transportar fluidos y sólidos) hasta el centro de investigación situado en la órbita terrestre. Allí, un astronauta hará que el experimento estudiantil comience y proporcionará los resultados a sus jóvenes creadores.
Las misiones del Student Spaceflight Experiments Program no son las únicas iniciativas educativas en las que DreamUp participa para que los jóvenes puedan llevar sus proyectos al espacio: desde que la idea surgió en el seno de NanoRacks, ha ayudado ya a que más de 370 experimentos ideados por estudiantes “con cualquier idea y de cualquier edad” salgan de las fronteras terrestres.
Colegios u otras instituciones pueden contactar con esta empresa destinada al beneficio público para lograr que los experimentos de sus alumnos lleguen al espacio en los diferentes módulos que proporciona, desde pequeños tubos hasta satélites. La propia compañía ha desarrollado un programa educativo para formar a los profesores e incluso organizan talleres para asesorarlos, aunque en ocasiones los centros simplemente les informan de los experimentos que quieren realizar y desde DreamUp garantizan que son seguros.
Además, la propia organización ha creado una iniciativa, My Launch, que permite a los estudiantes presenciar cómo el cohete que lleva su experimento (el Falcon 9, el Antares de Orbital K o el Atlas V de ULA, entre otros) despega.
“Nos aseguramos de que cualquier experimento que el estudiante quiere hacer está utilizando materiales que son seguros, les ayudamos a preparar los experimentos para las pruebas y hacemos que cumplan los mismos requisitos que tiene que pasar cada experimento que va a la EEI. Y después , los lanzamos para ellos”, resume Lemack.
Probar los efectos de la microgravedad en la bacteria E.coli es uno de los trabajos que ha llevado a cabo el Valley Christian School de San José (California), uno de los colegios que primero se interesó por el proyecto educativo de NanoRacks. Más sencilla era la divertida prueba que realizaron los Boy Scouts este verano : compararon el crecimiento de la hierba en el espacio con el de la Tierra. En ocasiones, la ciencia ficción es la que inspira estos proyectos: siguiendo el ejemplo de Matt Damon en ‘The Martian’, un grupo de estudiantes de un instituto neoyorquino, con el asesoramiento de biólogos, pensó que sería una gran idea cultivar patatas en la EEI.
Los experimentos no provienen solo de alumnos estadounidenses. Los universitarios ganadores de una reciente competición organizada por el Centro Aeroespacial Alemán(DLR por sus siglas en inglés) ya están preparando los suyos para lanzarlos próximamente al espacio.
Obviamente, hacer que esos experimentos lleguen a la EEI a bordo de un cohete no es precisamente barato. Según la web de NanoRacks, el precio más bajo de un proyecto educativo es de 15.000 dólares (12.700 euros), aunque la cantidad se incrementa dependiendo del equipamiento que necesite el experimento, el tiempo que permanezca en la estación o de si, en lugar de que el astronauta transmita los datos, se desea que vuelva a la Tierra.
“Tenemos la esperanza de poder llegar a los colegios que no pueden permitirse enviar investigaciones al espacio para estos estudiantes y estamos intentando buscar formas de ayudarlos a financiarlos”, destaca Lemack. De hecho, los estudiantes que participan en el Student Spaceflight Experiments Program, además de idear los experimentos, participan recaudando fondos de las empresas locales para convencerlas de que pongan su granito de arena.
Durante su juventud, la propia Lemack recaudaba dinero para pagarse la asistencia a los Space Camp, campamentos que también acercaban la investigación espacial a los jóvenes. Aunque no se ha dedicado a ese campo, sino que ha trabajado los últimos años de su vida en la lucha contra el terrorismo(tras el fallecimiento de su madre en el 11-S, fundó la organización de víctimas Global Survivor Network, produjo el documental ‘Killing in the name’ que fue nominado a un Óscar e incluso colaboró con el Gobierno estadounidense en política antiterrorista), Lemack lleva ahora las riendas de una compañía que despierta vocaciones científicas.
“Para mí es un honor ser capaz de dar acceso a la investigación espacial a los estudiantes de todo el mundo, es algo que me hubiera encantado cuando lo era. Creo que es una oportunidad que puede cambiar las vidas de los estudiantes y hacer que tengan un impacto en el futuro de todos nosotros”, defiende la CEO de DreamUp. Lleguen o no ser astronautas, lo cierto es que el peculiar cometido de esta empresa permite que los estudiantes se acerquen a la ciencia de una forma distinta y apasionante probando sus propios experimentos en condiciones de microgravedad.
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